El gobierno presentó un proyecto de ley para afrontar un problema crucial: el hecho de que en Argentina hay millones de personas que reciben subsidios eternos (realmente eternos, son sin plazo) para no trabajar, en lugar de recibir subsidios temporales, limitados en el tiempo, para sí trabajar.
El problema es gigantesco. Sólo el plan Potenciar Trabajo que manejan los piqueteros tiene más de un millón de subsidiados. Para un país que tiene apenas 6 millones de personas trabajando de verdad y en blanco, es imposible financiar eso. La única forma es con altos impuestos e inflación, que destruyen los pocos empleos en blanco que van quedando.
Al proyecto lo va a presentar el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa. O sea que va a salir.
Todavía no se conocen detalles. Sólo un principio general: lo mismo que hoy paga el Estado a los subsidiados (16 mil pesos, medio salario mínimo, por media jornada laboral) se lo va a pagar a quien trabaje para una empresa privada, mientras la empresa privada va a cubrir la diferencia con el salario de convenio. Se supone que ningún nivel del Estado va a poder tomar empleados así. La idea es que, luego de un tiempo, el empleado sea absorbido por la empresa.
No es muy inspirado, pero es obvio que algo de eso hay que hacer para cambiar la lógica de 20 años de asistencialismo improductivo.
Ahora bien, como todas las cosas, esto puede hacerse mal o puede hacerse bien. Por ejemplo, puede hacerse para multiplicar el intervencionismo estatal en empresas en las que el Estado pagará los sueldos. El riesgo de miles de estatizaciones parciales. Algunos políticos podrán presionar a las empresas. Algunas empresas querrán eternizarse en los subsidios, compitiendo deslealmente con las que no tomen estos empleos.
Otro peligro es terminar introduciendo otro elefante en la Argentina corporativa. Alberto Fernández tiene dos respaldos: uno es la CGT; el otro es el Movimiento Evita. Si los beneficiarios de planes se convierten en empleados privados, ganan los sindicalistas, con los que las empresas ya están acostumbradas a lidiar. Si los beneficiarios siguen atados a los piqueteros, pierden los sindicalistas, y las empresas van a quedar a merced de ellos. O sea, además de lidiar con los Hugo Moyano, tendrían que lidiar con los Juan Grabois. Encima, los piqueteros van a querer que los subsidios no se terminen nunca, porque si no, ellos desaparecen. Y el Estado terminará no ahorrando nada.
Es uno de los tantos peligros del “plan Massa”. Ojalá los diputados encuentren una salida racional.