Ahora que todo el mundo está en contra de los subsidios -hasta el gobierno K, que dice que los quiere transformar en empleos reales- el Papa también salió a cabecear, como si fuera el 9 de San Lorenzo.
Jorge Bergoglio envió un mensaje al coloquio empresarial de Idea que se celebra en Buenos Aires y dijo que “no se puede vivir de subsidios”.
Dijo que “algunos” a los que no identificó le “han hecho decir cosas” que él no sostiene, como que propone una vida sin esfuerzo o que desprecia la cultura del trabajo.
No sabemos bien qué piensa, pero en buenahora que aclare que los subsidios son inviables. Porque el inmenso aparato ideológico de la Iglesia, la visión medieval de Bergoglio del mercado como demonio y del dinero como maldición, fue una base del populismo que terminó creando más de un millón de subsidios para que mucha gente sana y adulta esté hoy fuera del mercado de trabajo.
Esa ideología antirriqueza y pobrista se ve incluso cuando Bergoglio dice que está contra estos subsidios porque “el trabajo alimenta la dignidad del ser humano”. Bergoglio: hay que ser más concreto: Los subsidiados que están en edad y condiciones de trabajar tienen que buscarse un laburo no por una convicción personal de dignidad, sino para dejar de vivir de arriba de las personas que sí trabajan y para dejar de quedarse con recursos que necesitamos para los niños, las personas con discapacidad, los viejos.
No basta decir, ahora, “estoy contra los subsidios”. Porque ahora nadie sabe como desarmar esta gigantesca hipoteca. Hay 1.130.000 beneficiarios de Planes No Trabajar. Son una hecatombe fiscal, porque los que sí trabajan tienen que poner 529 millones de pesos por día para mantenerlos. Son una hecatombe política (los piqueteros que hoy volvieron a caotizar varias ciudades y reparten los planes tienen secuestrado al poder político democrático). Pocos hicieron tanto como Bergoglio para legitimar a esos piqueteros, empezando por el piquetero papal Juan Grabois. Y son otra hecatombe de discriminación unitaria (en La Matanza hay 5 veces más subsidiados que en Córdoba).
Para desarmar todas esas bombas hace falta mucho más que repetir la frasesita hecha de que el trabajo es dignidad.