La historia pareciera una esfera negra
circular al rodar de las guerras que suelen quedar fijadas en la memoria y
recurrir a un presente feroz, permanente. Son 21 conflictos armados activos los
existentes en el 2007. Sin embargo, del otro lado, el hombre se va descubriendo
a sí mismo, hasta llegar ahora a saber como desaparecieron los simpáticos
dinosaurios tan satirizados en los comics y cuya antigüedad aún es utilizada
como sinónimo despectivo para llamar prehistórico a un ser humano. Esta nota la
saco del bolsillo del propio Editor, que mira con asombro, como un meteorito
impacta a otro, lo fragmenta y uno de ellos se estrella contra la tierra hace
160 millones de años, justo cuando desaparecieron los dinosaurios. Absorto, el
Editor, tal vez recorre la infancia, alguna escena del comics de su vida, los
ojos fijos en esas carreras locas por la tierra frente a los precipicios y
luchas de bestias por la vida. En nuestra memoria está grabado el fin de los
dinosaurios y ahora sabemos que nos puede caer un meteorito y que nos reduciría
a la anda, al mismo lugar oscuro, polvoriento, de niebla, de donde posiblemente
venimos. No pestañea, se hipnotiza, adentra en el pasado, aunque le bombea el
ocular y el tic tac del corazón denota que piensa en el futuro. El presente nos
resbala, al parecer, es tan incierto, discreto por su elocuencia infernal y por
su realismo patético. (Los civiles mueren como moscas bombardeados en sus casas,
calles, aldeas, cuando celebran su matrimonio, en cualquier sitio declarado
sospechoso) (Del otro lado, vuelan las mezquitas, soldados, tanques, patrullas,
helicópteros, objetivos económicos) Del lado del Norte, suicidios, trastornos
mentales, gastos militares que arrastran la economía doméstica y sin alcanzar
los objetivos Del lado Oriente, perdidas humanas y económicas realmente
ruinosas, escalofriantes. ¿La nueva era de los dinosaurios toca la puerta o ya
está aquí? El Editor sabe que el día de una hecatombe nuclear o natural, no
quedará ni un solo huequito de una cancha de golf. Se pasa el pañuelo sobre la
frente y se seca las manos. Suda, ¿un síntoma real del miedo o el último calor
del verano? Septiembre es denso en la memoria, un punto de partida inútil,
arbitrario, absurdo. El paréntesis de un ciego se abre más limpio. La historia
se arrima al mesón de los ebrios, sin barco.
Todos somos norteamericanos
La historia pasa. La historia se repite. La historia repasa
el mismo error. La historia tropieza con la misma piedra. La historia tiene
memoria de azafata, siempre vuela. La historia sabe que es un adorno de la
memoria. Hay quienes la citan como si tuviera alguna importancia, la mayoría la
ignora por desconocimiento, porque a veces incomoda, tiene fama de aguafiestas.
Seis años han transcurrido, me dijo el Editor, al dejar la última imagen de la
TV rumbo a su oficina. Y todos supimos de que hablaba y como sus palabras nos
trasladaron a ese 11 de septiembre, cuando se destruyeron las Torres Gemelas en
Nueva York y entramos de la mano del terror compartido a una nueva era de
espanto. El director del Le Monde, Jean Marie Colombani, dijo en ese entonces
una frase célebre, “todos somos norteamericanos”. La frase se desvanecería y
retornaría como un bumerang de desencanto mundial hacia Estados Unidos, cuando
la Casa Blanca decidió invadir Irak y destruir ese país, apoyada en falsedades
que han erosionado la credibilidad de Washington en el mundo. Riesgo,
fragilidad, vulnerabilidad, pánico, alerta, todos los espantos para un nuevo
vocabulario que está muy lejos de la socorrida y olvidada frase de G. Bush: “un
mundo más seguro” El Editor mira como si el tiempo fuera circular y volviera a
sus manos a ronronear como un gato sin rumbo. De surrealista calificaron el
conflicto de Irak seis sargentos y un especialista de la marina, en el New York
Time. Existe desconfianza de las tropas norteamericanas con el gobierno iraquí
instalado por Estados Unidos y la población no quiere saber de las tropas de
ocupación, sostiene los militares, que llevan 15 meses en Irak. Dejan entrever
claramente complicidad del ejército iraquí en atentados contra norteamericanos.
“Tras cuatro años de ocupación, hemos fracasado en cada promesa”, declararon al
diario. Todas las opiniones, por patéticas que sean sobre una guerra que
desangra hasta el honor de Estados Unidos, carece de importancia para la Casa
Blanca, cuyo inquilino principal ha confesado que no hay día que no llore.¿Las
lágrimas del Diablo o de un Dios derrotado? Los cocodrilos también lloran...
La moda de segunda del dictador
La historia continúa, es lo único que sabemos con alguna
ciencia cierta. Los hechos por insólitos que sean, no nos abandonan. Hemos
llegado al 11 de septiembre, dos veces 11, uno en el Norte y otro en el Sur, muy
diferentes, asombrosamente distintos. El 11 de septiembre del 73, la fecha de
los chilenos, se conmemora con la ausencia del Paciente Inglés, el autor
shakespereano de la tragedia sureña, el desaparecido dictador Augusto Pinochet
Ugarte. Santiago amaneció estos días como un puercoespín, erizado en las calles,
antes de llegar la primavera, en el recuerdo de la fecha, con los carabineros
vestidos de verde de poca esperanza, mojando y apaleando a los manifestantes,
con el mismo entusiasmo de los viejos tiempos, porque la democracia protegida
tiene con qué y cómo hacerlo. El dictador terminó siendo un puñado de polvo sin
dignidad. Abandonó la escena del crimen pasado los 90 años, sin arrepentimiento,
acorralado en sus mansiones, recluyéndose cada cierto tiempo en el Hospital
Militar para evadir interrogatorios y la justicia, blindado por unos falsos
diagnósticos médicos que lo declaraban “loco”.Un patrimonio del terror difícil
de olvidar, el general Pinochet se plantó 17 años y medio con su terrorífica
maquinaria aniquiladora de sus oponentes. Mientras estuvo vivo acomodó los
hechos, la historia, a su manera, fue un gran falsificador de la realidad, hasta
llegar a hacerlo con su propia identidad ante los bancos para esconder su
fortuna. Odió la palabra Libertad y marcó a sangre y fuego a una generación de
chilenos y latinoamericanos. Le gustaba la geopolítica, leía sobre la vida de
Napoleón y quería pasar a la historia como un general elegante. Le gustaba
comprar telas finas y mandar a hacer sus trajes a un sastre. Quería aparecer más
alto que los demás generales y para ello se mandaba a hacer su gorra de capitán
general cinco centímetros más alta. Hace unas semanas, su hijo mayor, tal vez
buscando recabar algunos fondos para la familia y poner un poco la figura del
general en vitrina, puso en venta algunos de sus trajes en una sastrería
santiaguina, D`Adriany. Cada terno, traje, el más barato, tiene un coste de
1.450 euros, y en un gesto de transparencia y honradez comercial, Augusto hijo,
advierte que ninguna de estas piezas fue usada por el finado Pinochet en alguna
ceremonia relevante de su vida pública. No hay trajes que pertenezcan a momentos
emblemáticos, se apuró en aclarar, ni que él haya usado en Londres. Son trapos
sin historia, tal vez quiso decir. Todo esto, para que nadie se vaya a
entusiasmar, que se está vistiendo con la historia o la discutida gloria del
dictador. Es requisito sine qua non, para adquirir uno de los trajes, ser
amigo de la familia, pertenecer a las filas del pinochetismo, no vaya a hacer
que un desaparecido se le ocurra vestirse con las galas desplumadas de la
civilidad del general.
La ropa emblemática la conservan, reveló el hijo, en la
Fundación Pinochet, gente con un gran sentido de la historia, agregamos y si se
llegase a tener algún apuro económico para sostener la entidad, no creo dudarían
en poner a la venta algunos trajes más históricos. Para eso sirve hacer una
diferencia entre un escenario y otro. Así la historia se valoriza. Adquiere tal
vez su real dimensión. El comentario en un periódico chileno, fuente de esta
nota, dice lo siguiente: “Si algún interesado aspira a usar estos ternos, debe
tener entre las tallas 52 y 54, que en Chile implican ser poseedor de una
cintura respetable, de entre 120 y 130 centímetros.” El país había sido puesto
en cintura por las Fuerzas Armadas y de Orden, capitaneadas por el dictador,
además de los servicios de inteligencia y ramos similares.
Las ventas, que no sabemos cuales han sido sus resultados, no
han sido fáciles, debido a la conducta díscola del subastador, primogénito del
general, el más conflictivo y problemático de sus hijos, con casos de justicia
en lo civil. Por ejemplo, rechazó la oferta de un interesado de cerca de 10.000
euros por llevarse los 20 trajes puestos a la venta, entre ellos uno azul marino
que usó el general siendo senador vitalicio, por considerarla insuficiente”,
comentó el diario La Tercera. La familia del general busca recursos frescos con
esta venta, aunque sea de segunda o tercera mano, porque estos trajes los usaba
el primogénito. Los fondos del sátrapa, estimados en unos 20 millones de euros,
está confiscados aún por falsificación de documentos públicos y evasión
tributaria.
Epílogo de película
“En el caso de Bush, representa el lado tenebroso de todos
nosotros, los estadounidenses.” Afirmó el actor norteamericano Richard Gere, en
el Festival de Venecia. Gere, de religión budista, dijo además que “todo el
mundo busca la seguridad, pero mi país no es capaz de entender al resto del
mundo ni a la religión o la cultura foráneas. Lo peor es que nos creemos un
pueblo depositario de la voluntad divina”.
Silvia Banfield©2007