“Las convicciones políticas son como la
virginidad: una vez perdidas, no vuelven a recobrarse.” Francesc Pi i
Margall
Los últimos años han sido tal vez los más atípicos en lo que
a política se refiere. De hecho, podemos decir que “Kirchner lo hizo”, no porque
muchas de las noticias políticas no hubieran tenido un antecedente reiterado en
la olvidable historia política de nuestra Nación, sino porque la exposición
impúdica de estos actos han demostrado hoy más que nunca, que el fin justifica
los medios, y ese fin es sumar poder y dinero.
Sólo este último pensamiento justifica que "grises" y hasta
"oscuros" funcionarios continúen en un gobierno que ha preferido sacrificar la
imagen antes que cualquier dejar de lado a los "buenos recaudadores”. Se ha
dejado sólo en la teoría la práctica de la política pura. Ni el mismísimo
Maquiavelo hubiera imaginado una política democrática ejercida como si de un
"principado" se tratara.
Y ya que mencionamos a Maquiavelo, es bueno citar una de las
ideas del maquiavelismo: “Cuando un príncipe dotado de prudencia ve que su
fidelidad en las promesas se convierte en perjuicio suyo y que las ocasiones que
le determinaron a hacerlas no existen ya, no puede y aún no debe guardarlas, a
no ser que él consienta en perderse.”
Ese es el punto, la política de nuestros representantes no se
practica para el pueblo, sino para la supervivencia de ellos mismos como objetos
de poder.
Mucho se ha escrito sobre los políticos y sus condiciones
para el poder, desde el político demagogo al político estadista, diferenciados
uno del otro en los términos de llevar adelante sus políticas una vez obtenido
el poder para gobernar. Por un lado, estará el político revolucionario que puede
ser un estadista pero con una contradictio in terminis, ya que al
promover la renovación, terminará por defender un orden que necesita ser
defendido, porque ninguna sociedad puede permanecer en un estado de revolución
permanente, es decir que toda revolución termina volviéndose conservadora.
Es decir, las promesas de un gobierno progresista de los
primeros discursos de Néstor Kirchner terminaron siendo sólo “promesas”, ideas
que en su momento agitaron los grupos más radicalizados y que creyeron encontrar
en el actual presidente un exponente de la permanente revolución. Hoy muchos
de esos que formaron “coaliciones políticas” para respaldar la gestión “K” se
sienten defraudados y en esta última semana en la que se definían los candidatos
a intendentes, a diputados y senadores han podido comprobar que la “militancia
política” es un elemento más de esos que se usan y desechan. Los más afortunados
o aquellos que mejor han podido negociar han sido designados en puestos
oficiales y en algunos ministerios con contratos hasta diciembre, pero la
realidad es que sus tiempos políticos son tan inciertos que aún ganando la
candidata Cristina, su continuidad dependerá de otros factores distintos a la
continuidad del kirchnerismo.
Este fin de semana muchos candidatos han visto cómo su “jefe”
político los dejó a un lado de la pelea política y como muchos buscan
desesperadamente “mechar” a los más allegados en las listas de los que siguen en
carrera, algunos de los cuales también han sentido que el gobierno, en la
necesidad de un triunfo, ha preferido apoyar a “convertidos” antes que a
militantes del kirchnerismo.
Esta “necesidad” del oficialismo de volverse sobre sus
“hombres” y hasta de promover el canibalismo político de sus militantes,
demuestra que las encuestas publicadas están maquilladas al mejor estilo INDEC.
Cristina no es Néstor, y en este sentido muchos de los
actuales funcionarios saben que su continuidad es relativa, algunos como el caso
de Aníbal Fernández, Ricardo Jaime y otros impresentables del gobierno ya lo
saben, los demás lo sabrán una vez que la señora asuma si es que gana las
elecciones de octubre (algo que por el momento parece cierto a pesar de que
se "inflen" ciertos datos).
Pero si somos objetivos estas prácticas políticas de
“cagarse” en la militancia es algo habitual de nuestros políticos, ejerzan el
poder o bien sean simplemente oposición (razonamiento teórico, ya que hace
tiempo la oposición brilla por su propia ausencia) lo que demuestra que los
intereses de los políticos son más personales que serviciales.
Desde hace años se nos ríen en la cara los políticos, y cada
elección es un excelente negocio económico de un grupo de atorrantes que arengan
a grupos para el “armado” de candidaturas que terminan negociándose con
“cualquiera” que ponga la plata, esto la Justicia Electoral lo sabe, como sabe
que se “truchan” los avales y que se financian partidos con dinero que no cumple
con las normas de financiamiento de los partidos políticos, pero esto tampoco se
denuncia, mucho menos se investiga y a ningún político le interesa hacerlo
público.
Conclusión
La política no es algo malo, como no lo es el poder, sino el
“hacer” que algunos políticos le dan a esto. Corruptos han existido siempre y
los habrá por muchos años más, tal vez por siempre.
Nuestros políticos sufren del mal de la impunidad, se creen
por encima del resto de los ciudadanos y así actúan. Se enojan con gran
facilidad cuando se los critica creyendo que ser político es sólo recibir
aplausos, cuando en realidad un político debiera ser alguien abierto a las
críticas porque es esa justamente su función, “hacer” y aceptar las criticas.
Administrar nuestros recursos de forma eficiente y no mal gastarlos en campañas
mediáticas o en “pagos” a la prensa mercenaria que es capaz de subestimar a los
ciudadanos.
La militancia política es necesaria, no sólo para ser
presidente, senador, diputado o concejal, sino que también es importante la
militancia gremial, una actividad cada vez más ligada a los políticos de
profesión.
Kirchner es consciente de que sus tiempos se terminaron, de
que se vienen medidas muy desagradables, de que deberá “romper” con algunos
sectores y de que Cristina no es el cambio que el inicio, y mucho menos el que
el prometió, Cristina es la etapa conservadora del Kirchnerismo.
El concepto de militancia murió hace muchos años en nuestra
política, hoy solamente hay mercenarios rodeando a los poderosos y algunos
ingenuos militantes que lo dejan todo para terminar “defecados” desde lo más
alto.
Marcelo Hawrylciw
Editor responsable de El sindical