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Las felicitaciones que Alberto Fernández le quedó debiendo a la oposición

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El gobierno nacional pretende ignorar el dato descollante de esta elección: sacó apenas 33,8% de los votos, contra el 42,2% de JxC. Y lo disfraza con todo tipo de ridiculeces. Pero peor que las digan sería que se las crean, y en serio encaren los dos años que les quedan como si estuvieran por el buen camino
El gobierno nacional pretende ignorar el dato descollante de esta elección: sacó apenas 33,8% de los votos, contra el 42,2% de JxC. Y lo disfraza con todo tipo de ridiculeces. Pero peor que las digan sería que se las crean, y en serio encaren los dos años que les quedan como si estuvieran por el buen camino

En su esfuerzo por poner al mal tiempo buena cara Alberto Fernández incurrió en una serie de dislates durante la noche del domingo. La peor de ellas, su convocatoria a “festejar el triunfo”.

 

Siguió, es cierto, la línea autista que había ya trazado Axel Kicillof al hablarle a la militancia, y también a la sociedad, desde el bunker del Frente de Todos en tono festivo: no solo negaron así el triunfo de Juntos por el Cambio, y lograron abstenerse en consecuencia de felicitar a sus principales contrincantes, un gesto mezquino que honra y agrava las malas costumbres kirchneristas en este sentido, su enorme dificultad para reconocer a los otros; sino que ningunearon nada menos que a dos tercios de los votantes argentinos, quienes a través de distintas opciones políticas rechazaron las listas del oficialismo.

Es que el FdeT, a nivel nacional, hizo una muy mala elección. La peor de un peronismo unificado. Si reunió apenas un tercio de los votos totales, quiere decir que perdió 8,5% de los que reuniera dos años atrás para diputados nacionales. Mientras que JxC recorrió el camino inverso: trepó hasta el 42,2%, el porcentaje exacto que en 2019 recibió el actual oficialismo al ganar las presidenciales, y 4,5 puntos más de lo que entonces sumó Cambiemos.

Es cierto que, si desean ignorar esos datos y decir cualquier cosa, están en su derecho. La comunicación política consiste en gran medida en ocultar las malas noticias y destacar las buenas, o disfrazar las malas como si fueran buenas, y no hay reglas estrictas que limiten hasta dónde se puede ir en estos menesteres, depende de las circunstancias. Pero a Alberto y sus socios les convendría de todos modos tener en cuenta algunas consideraciones prudenciales en esto de manipular los datos duros de la realidad que los rodea, para no seguir metiendo la pata.

En primer lugar, un gobierno puede estar obligado a ser optimista hasta el extremo de manipular la información que ofrece al público, a sus votantes o a quien fuera, pero le conviene no creérsela él mismo. Churchill no les decía todo lo que sabía sobre la marcha de la guerra a los ciudadanos británicos, los hubiera desanimado, pero no se engañaba a sí mismo. Muy distinto fue el caso de nuestro recordado general Galtieri, que además de vender pescado podrido lo consumió él mismo con entusiasmo.

En segundo lugar, a diferencia del contexto en que actuaba Churchill bajo las bombas alemanas, el de la competencia democrática exige mantener los oídos abiertos a lo que dicen y hacen los demás, sus argumentos, sus intereses y, por tanto, atenderlos. Si, como dijo la noche del domingo Kicillof, los votantes de las demás fuerzas políticas cobran existencia solamente para los líderes oficialistas como “gente a la que aún tenemos que convencer”, entonces están bastante más cerca del autismo de Galtieri que de la prudencia y responsabilidad de Churchill. Pues la lógica consecuencia sería que intentarán ignorar lo que esa gente dice, negar que ella siquiera exista.

Sería de desear que, ahora que tuvo tiempo de pensarlo mejor, el presidente advierta a la ciudadanía que no va a tomar ese camino, y por más que festeje estentóreamente que “tan mal” no le fue, entiende que la amplia mayoría no lo apoya. Una buena forma sería que aprovechara el acto del miércoles con la CGT para hacer lo que no hizo el domingo: felicitar a los vencedores, en reconocimiento a los millones de argentinos que se tomaron el trabajo de ir a votar y hacerlo en contra del oficialismo. Si “la patria es el otro”, ahí tiene Alberto unos cuantos millones de otros a los que atender.

Ojalá se anime a hacerlo, porque de otro modo, además, su convocatoria al diálogo y la cooperación van a quedar aún más en ridículo de lo que ya estaban.

 
 

7 comentarios Dejá tu comentario

  1. Leí en ujn comentario esta pregunta: " En que se parece la marcha que convoco ASlberto en la Plaza de Mayo y la Marcha del orgullo Gay ???............ En que en los dos casos, les rompieron el orto y lo festejan.....!!!!!

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