En los últimos meses tomo relevancia informativa el ascenso y la caída del conjunto de empresas que dirige Carlos Rosales con epicentro en la cadena Garbarino, con presencia de locales en todo el país, y, también, la complicada situación financiera de Compumundo, pero poco se escribió acerca del capítulo sindical, otro de los ítems importantes de esta historia que tiene como principales afectados a más de 4.000 trabajadores.
En el reparto principal de este drama aparecen tres actores sindicales con peso propio, dos de ellos, tradicionales, enfrentados desde hace tiempo y un tercero enemistado, a su vez, con los otros dos y, de alguna manera, con todo aquel que no pertenezca a su ideología clasista y combativa.
El más importante, por ser el jefe de la rama de actividad en conflicto y por haber sido uno de los que impulsó la compra de Garbarino a los hermanos homónimos de parte del empresario y ex tesorero de San Lorenzo, Carlos Rosales, es el titular de la Federación Argentina de Empleados de Comercio y Servicios (FAECYS), Armando Cavalieri.
El sindicato con más afiliados del país, logró aprobar, en medio de trompadas entre los afiliados porteños y sillas volando en los salones del predio de Parque Norte, la memoria y balance de los últimos dos años en la filial de la CABA.
Los incidentes, ocurridos el 22 de diciembre pasado, ponen en blanco sobre negro, la intensa lucha sindical entre Armando Cavalieri y Ramón Muerza, referente de una lista interna a la conducción nacional del gremio que es apoyado, por afuera, por la familia Moyano, dueña de los destinos del sindicato Camioneros.
Muerza, delegado sindical de Coto en el sindicato, fue durante varios lustros, un dirigente fiel a Cavalieri. Cuando se habla de sindicatos, se deja de hablar de años para hacerlo en lustros o décadas, de hecho, Cavallieri manda en Comercio desde hace 35 años. Muerza rompió con Cavalieri y se alió a Hugo y Pablo Moyano, quienes llevan adelante una batalla judicial, y de las otras, por el encuadramiento de trabajadores de supermercados.
Con el conflicto de Garbarino en puerta, Muerza pactó con los Moyano una política común para intervenir en las protestas.
Carlos Rosales no sólo adquirió Garbarino sino que también compró y llevo a concurso de acreedores a Garbarino Viajes; la financiera Fiden; las fábricas Digital Fueguina y Tecnosur ubicadas en la provincia de Tierra del Fuego. En total, asumió la dirección de 4.325 empleados repartidos en 191 sucursales, 54 locales de Compumundo y 32 centros de distribución logístico en todo el país, cuyos trabajadores, representan la llave por la que Pablo Moyano tiene injerencia en este tema.
Y, si bien hasta el mes de agosto, estuvo muy activo, encabezando con su gremio y con la facción de Muerza, marchas frente al ministerio de Trabajo y las oficinas de Rosales, muchos trabajadores dicen sentirse abandonados por Moyano en este último tiempo. En ese sentido, las opiniones no mejoran entre los consultados en lo concerniente a la actuación de los dirigentes de FAECYS de Cavalieri.
“El ministerio de Trabajo llamó a conciliación obligatoria pero los telegramas de despidos siguieron llegando ante las narices de los abogados del gremio. A mi me despidieron por e-mail. Y, ya no tengo siquiera la opción del REPRO que tuve en el invierno del 2021”, aseguró uno de los trabajadores que decidió sumarse al corte del puente Pueyrredón que se registró durante toda la mañana del lunes 27.
“Ante la desafección del Gobierno Nacional, y de Pablo Moyano, que se borró ni bien salvó a uno 300 trabajadores que lo apoyan desde Garbarino y la inacción de la gente de Cavalieri, no me queda otra que cortar las calles”, aseveró otra manifestante.
Se trata de un conjunto de trabajadores auto convocados de todo el país que se comunican por redes sociales y que marchan bajo las banderas de agrupaciones de izquierda como Libres del Sur, Polo Obrero, Izquierda Socialista y la Juventud del PTS junto a la Red de Trabajadores.
Además, los manifestantes quieren una rápida reinserción laboral facilitada por el Estado. “Luego del cierre de todas las sucursales del país y el abandono total por parte del sindicato de comercio, el gobierno y la empresa, seguimos organizados y peleando por el pago íntegro de nuestros sueldos adeudados e indemnizaciones”, afirmaron a través de altavoces en el puente Pueyrredón bajo el inclemente sol del verano.
Para Emiliano Iglesias, que viene siguiendo la crisis desde el comienzo y que no se cansó de realizar presentaciones ante el ministerio laboral, “más allá de en qué sindicato estén luchando los compañeros, a esta altura lo que resta es el fallo judicial a favor nuestro, no creo que este garca vaya a desembolsar la guita de las indemnizaciones ni la de aquellos que arreglaron un retiro en 24 cuotas que, dentro de 6 meses valdrá nada con la inflación que hay, si Rosales no tuvo plata durante todo el año para pagar los sueldos, menos que menos, para afrontar esas indemnizaciones”.
La sensación común en las opiniones de los trabajadores afectados por la caída de la más tradicional compañía de retail es la de desamparo al tiempo que depositan su esperanza en una justicia reparadora que los ubique como acreedores privilegiados de las cuantiosas deudas acumuladas por la dirección de Garbarino.
Una de las mayores imbecilidades qué inventaron Marx y Lenin, se refiere a la " santidad" y al caracter " revolucionario" de los obreros. Es qué ni Lenin ni Marx no conocieron a Moyano, Barrionuevo, ni a los otros miles de sindicalistas, peronistas, argentinos. Si los hubieran conocido, se hubieran tirado de los pelos. Marx, qué nunca en su puta vida trabajó, nuca se encontró con obreros de verdad, y aún así los despreciaba. En cambio, el otro puñetero: Lenin, sí, tuvo que hacer con ellos. Es por eso que, al año de estar en el poder, sacó un Decreto que decía que, de ahí en más en la URSS, los obreros no tendrian ni voz ni voto. Y, aquel que se quejará, seria mandado o al loquero o a trabajos forzados.