Hace sólo
unos días, la señora, esposa, madre, abogada, primera dama, senadora y candidata
presidencial Cristina E. Fernández de Kirchner, muy alegre, lanzaba la
frase “teníamos que venir los progresistas para poner orden…”
Desconozco
qué significado tenga para los funcionarios de este gobierno el término
“progresista”, pero seguramente es muy distinto a lo que todos conocen del
mismo, algo similar a la percepción de la "inflación oficial" frente a la del resto de la
población.
Esta nota
en principio no iba a tener comentarios o referencias políticas, pero es
imposible no hacerlo.
De todo lo
mal hecho por este gobierno, tal vez, el fracaso más grande haya sido el
“Programa Anti-impunidad”, una decisión del por entonces Secretario de Justicia
Pablo Lanusse. En su origen, el mencionado programa tuvo miles de problemas que fueron, desde no
tener un espacio físico propio, hasta la falta de abogados y demás profesionales
necesarios para un correcto funcionamiento. De nada sirvieron, dicho sea de
paso, los acuerdos y los
compromisos de los Colegios de Abogados en cuanto a trabajar coordinados con el
programa por medio del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos.
Crease o
no, esta dependencia -en teoría bajo la órbita del Ministerio de Justicia- ha
tenido más escándalos que logros. Por si alguien no lo recuerda, su primer
coordinador, el Dr. Avelino Tamargo se fue del programa apremiado por las denuncias
de "acoso" al personal femenino y luego de su mudanza de la calle Uruguay a Sarmiento 476 2º piso perdieron algo más que algunos papeles, ya que en el
camino quedaron miembros y funcionarios.
Hoy, el
“programa”, que por su función originaria debería ofrecer "publicidad" a los
ciudadanos que son víctimas a diario de la impunidad, ha pasado a ser una
dependencia fantasma: en la actualización de la Web del Ministerio, por caso, curiosamente
ya no se lo puede encontrar, y de esto hemos advertido hace ya unos meses a los
responsables del programa personalmente, pero al parecer todo sigue igual, en
las sombras.
Una
dependencia sin dependencia
Hoy he intentado una tarea de lo más difícil: obtener un
simple "sí" por parte de los funcionarios que
deberían informarnos. Desde horas tempranas comencé a intentar comunicarme al
0800-122-5878 número del “Programa Anti-Impunidad”, una vez
comunicado, alguien que sólo saludó con la palabra “programa”. En vano solicité
que
me comunicaran con el coordinador del programa (hace tiempo que el coordinador
no concurre por lo menos para atender llamados), por lo que solicité que me
comuniquen con algún otro responsable: la mujer que me atendió no pudo contener
la carcajada, aunque amablemente
me respondió: -“responsables hay muchos, y empleados también, pero no vienen
casi nunca, siempre venimos los mismos, hay abogados, psicólogos o algún chico
que te puedo comunicar, pero no responsables”. Ante semejante panorama, le
pedí si podía confirmarme que aún siguieran dependiendo de la Secretaría de
Derechos Humanos de La Nación, a lo que me confirmó que sí.
Para ello
me comunique al 5167-6689 donde me atendieron correctamente y me
solicitaron mi número telefónico para ponerse en contacto conmigo. La respuesta
fue rápida, se comunicaron para interiorizarse de mi llamado, pero tampoco
supieron exactamente si el “programa” dependía de la Secretaria. Luego de
algunas consultas, concluyeron que en teoría sí, pero que nadie tiene
información sobre quiénes trabajan en el “programa” y sus actividades, ya que
aparentemente, de esto se ocupa directamente el ministro de Justicia, Dr.
Alberto Juan Bautista Iribarne. Con este dato a cuestas, me comuniqué a la privada del
Sr. Ministro quien no se encontraba en el lugar y se me dio un mail para que yo
pudiera ponerme en contacto, lo cual obedientemente realicé.
Un
programa que discrimina
En los años
que lleva de vida el “programa”, no han sido pocos los casos de enfrentamientos
entre los propios familiares de las víctimas. Si bien existe un refrán que lo resume todo,
“cada quien trata de llevar agua para su molino”, resulta casi ilógico que esto
ocurra sin que se trate de evitar la inequidad en el trato de los casos y de los
familiares de las víctimas. No voy a mencionar a los involucrados por respeto a
las víctimas, pero a veces las discusiones que se dan, están muy lejos del
"objetivo común" que se debería perseguir.
Aquí
también existe una gran responsabilidad del gobierno, que ha manipulado en
muchas oportunidades el dolor y la memoria con un tópico muy similar al
"clientelismo". Incluso, se ha dado el absurdo de familiares a los que no se los
invita a determinados “eventos” (casi siempre políticos) y hasta se los ha
“etiquetado” con rótulos de “persona difícil”, “oportunista”, o
simplemente “agitadora”.
Por si
fuera poco, son varios las casos de familiares de víctimas que han denunciado mal trato
por parte de una de las personas que integran el programa a la que han
identificado como la Lic. Mariana Ponce de
León, a quien no he podido ubicar en los números
consultados para tener una explicación sobre algunos desafortunados comentarios
que habría hecho a varios familiares, acusándolos -para ser sintéticos- de
“lucrar con la muerte de sus hijos” o de pretender obtener algún beneficio,
(en todos estos casos, el reclamo de los mismos era por puestos laborales que
los ayudara a paliar los gastos por el homicidio de sus hijos y la demora en el
acceso a la Justicia).
El reclamo no parece descabellado si se tiene en cuenta que
algunos familiares han obtenido trabajo para ellos mismos y para su propio núcleo familiar.
Incluso, algunos han
sumado más de un contrato y “pagos extras”.
No sólo
de pan vive el hombre
Tal vez
los testimonios que más me han impactado en las reuniones de los familiares para
recordar a sus víctimas han sido el trato frívolo que han obtenido los “pocos”
que han llegado a Casa de Gobierno. Allí, el Presidente de La Nación a muchos
les ha prometido ocuparse él y sus ministros de solucionar los temas más
urgentes, pero al parecer, una vez derivados a distintos ministerios, solo
obtuvieron una primera entrevista llena de promesas y luego el esquivo proceder
del funcionario, varios de los cuales derivan las respuestas a sus secretarios.
Entre los
funcionarios que encabezan este vergonzoso ranking, contamos con el Secretario
General de la Presidencia el Dr. D. Oscar Parrilli, de quien no sólo se
quejan por sus promesas incumplidas, sino de no haber tenido el "tacto" necesario
al recibir a algunos familiares que necesitaban ser escuchados y a los que
interrumpió con un “dígame cuánto dinero necesita para su caso”, luego de
lo cual los familiares se retiraron lamentando la actitud del allegado
presidencial.
Le sigue el
Ministro del Interior, Dr. Aníbal Fernández quien apenas derivado el caso
a su cartera por el propio Presidente se muestra como un “todo se puede” y luego
comienza a esquivar los llamados y las respuestas.
Promesas, sólo promesas
Este
pandemónium burocrático, propio de nuestra olvidable política, uno de los casos
más emblemáticos de promesas incumplidas y con consecuencias nefastas ha sido el
caso de la familia IRAIZOZ, quienes le habían planteado su temor al
Gobernador Felipe Solá, referidas a una serie de amenazas recibidas, y este
les prometió ocuparse del tema, pero la tragedia fue más expeditiva, y días
después su hijo Nahuel terminó siendo asesinado en la puerta de la empresa de su
padre, el cual también resultó herido en el hecho. Las disculpas brindadas
posteriormente por el Gobernador a la familia no repondrán jamás la vida de su
hijo.
Idéntica
actitud para con ellos tuvo la candidata presidencial -Cristina de Kirchner- en oportunidad de
encontrarse en un acto político en el sur, donde se comprometió mostrándose
compungida a brindarles su apoyo para que la investigación no se demore y tengan
justicia, hoy su mamá Marta recuerda esas palabras que nunca se cumplieron y ni
siquiera se les concedió una entrevista a pesar de los reiterados pedidos.
La lista de
familiares que esperan una respuesta a “todas” las promesas hechas es extensa,
podemos mencionar a Susana Yedro, Verónica Ferreti, Ramona Ruíz Díaz,
Enrique Rogelio Redondo y su esposa Delía Martínez, la
Sra.Tarditti, Emilce Peralta, la familia Maggi y tantos otros
familiares de víctimas que además de Justicia, esperan un Estado comprometido
con el discurso que enarbolan.
Conclusión
A nadie
escapa que los recursos siempre son escasos y que ningún Estado puede brindar
satisfacción garantizada a todos sus administrados, pero también es cierto que
se gastan fortunas en campañas, gastos innecesarios de representación, abuso de
recursos en distintos sectores de la administración, sobresueldos, contratos,
etc., etc.
Ni siquiera
se respeta la memoria o el trabajo hecho por esos familiares que, incomprendidos,
suelen encontrar un espacio que mitigue su dolor “produciendo”, y como ejemplo
voy a citar el inexplicable estado de abandono en que se encuentra “el mural de
las víctimas” que se encuentra en la localidad de Longchamps y que fuera pintado
por diferentes artistas en memoria de 75 víctimas.
Es una muy
fea actitud, que para algunos eventos de víctimas desde el Estado se realicen
gastos elevados, mientras que en otros casos ni siquiera se les envía una
misiva.
Alguna vez
leí que el dolor es dolor, que no existe un dolor que duela menos, por eso es
importante destacar esta necesidad de igualdad entre familiares.
No estoy en
contra de ninguno en este segmento social, pero sí debo destacar que mientras
algunos padres reciben numerosas visitas a sus marchas porque se les facilitan
los medios, otros sienten una soledad aún más profunda en su lucha y eso no es
justo.
Nuestra
Constitución en su Artículo 16 habla de la igualdad, y solo puedo entender esta
actitud estatal desde una frase repetida hasta el cansancio por los ambiciosos,
“divide y reinarás”.
Esta nota
la escribo con la experiencia de haber mirado a los ojos a padres y madres, de
haber compartido su dolor, de saber cómo se siente la injusticia en la garganta
y las noches de insomnio que uno pasa ante la impunidad con la que algunos se
mueven.
De haberme conmovido con sus lágrimas, y de comprender que la dignidad
de todo ser humano debe tener el mismo valor, que sepan esos que se llenan la
boca de lindos discursos que los derechos humanos son universales y que lo
último que se pierde es la memoria, por eso: “vivos, respeten a los muertos”.