Máximo Kirchner votará en contra del acuerdo que su propio Gobierno firmó con el FMI. El consenso del oficialismo con ese organismo multilateral de créditos le parece tan injusto y considera que fue manejado con un grado de impericia tan severo, que ayer el que redactó una carta fue él: copió el método epistolar-político de su mamá para anunciar que renuncia a la jefatura de los Diputados K para aliviarle el trabajo al presidente Alberto Fernández. La crisis que se desató en el Frente de Todos por esta decisión acaba de empezar y tiene final abierto.
Conocido el contenido de la “renuncia” de Kirchner hijo a su puesto parlamentario, los interrogantes carcomieron a los más importantes funcionarios del Gabinete.
¿Cuántos legisladores leales a Máximo rechazarán en la Cámara baja el voto positivo sobre el acuerdo con el Fondo por coherencia o lealtad a su exlíder? ¿Por qué, si Máximo conocía los detalles de la negociación con el FMI desde fin del año pasado, tal como reveló en su misiva, recién ahora dimite a la conducción del bloque oficialista de legisladores?
¿Es cierto que su madre Cristina Kirchner no está de acuerdo con lo que hizo su hijo?
Esta última hipótesis fue develada como una certeza en una entrevista con el canal C5N por el propio presidente Alberto Fernández. El Jefe de Estado agregó otra variable sugestiva: “Cristina tiene matices respecto al tema del Fondo”, y cerró: “Pero el Presidente soy yo”.
Nada que pueda reprocharle su vice ni Máximo. En la última carta de Cristina a la Casa Rosada, después de la catástrofe K en las elecciones primarias del año pasado, ella había remarcado que Alberto Fernández es quien tiene “la lapicera” y, por ende, es el que manda y toma las decisiones finales del Gobierno.
Anoche, el Gabinete aún estaba desconcertado por la renuncia de Máximo, aunque fuentes oficiales admitían que “esperábamos alguna reacción de los Kirchner, pero sorprende la jugada. Había señales de que todo se había tensionado con ellos”. El funcionariado cercano a Alberto Fernández da una versión que difiere con la de su jefe: “La carta de Máximo está acordada con Cristina. Es su estilo, igual que cuando presentaron la renuncia los ministros de La Cámpora...”.
El tiempo dirá si la vice no coincidía con la decisión de su primogénito. Si así fuera, sería quizás la primera vez que ella permite sin resistencia pública que uno de los principales dirigentes de su espacio se rebele ante ella y ante su Gobierno. Se podría comprender la razón: por una vez, ese dirigente disidente es su hijo.
El final de esta interna no culminó con el punto final del texto del diputado Kirchner.
El Presidente, en trabajo con el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, deberán encontrar un reemplazante a la jefatura del bloque.
Por supuesto, quien suceda en su cargo a Máximo no provendría de La Cámpora o del “ultracristinismo”: la lógica indica que los legisladores que militan en esos sectores rechazan el acuerdo con el FMI del mismo modo extremo que el renunciado Máximo Kirchner.
¿Podrían renunciar también ministros que militan en La Cámpora?
Máximo Kirchner escribió que en una cena de fin de año le adelantó al Presidente que estaba en desacuerdo con las negociaciones con el FMI, y que incluso adelantó en ese encuentro que cualquiera de sus compañeros de bancada podía reemplazarlo si dejaba el puesto.
En el Gobierno, de modo informal, lo desmienten.
Solo admiten que Máximo siempre planteó sus desacuerdos con el planteo que describía el ministro de Economía, Martin Guzmán, respecto a sus diálogos con la cúpula del FMI.
De nuevo: ¿La vice realmente está en desacuerdo con la descripción que difundió su hijo sobre el acuerdo con el Fondo?
Sus últimas declaraciones al respecto indican lo contrario. En Honduras, adonde viajó invitada a la asunción de la presidente Xiomara Castro. En una charla en una Universidad, fustigó al FMI sin nombrarlo. No hacía falta: allí se quejó de “las políticas de ajuste que dictan los organismos multilaterales de crédito”. Incluso vinculó a las políticas que impone el “neoliberalismo” que sugiere achicar al Estado mediante la reducción del gasto público con el crecimiento del narcotráfico.
Como titular del Senado, deberá liderar la sesión en la que debiera hacer fuerza para conseguir los votos necesarios para aprobar el pacto con el FMI.
La carta de Máximo está redactada con una pluma prolija, pero a la vez de difícil comprensión.
Su contenido está más enfocado en los mensajes a la interna del Frente de Todos, a las críticas al Presidente, y sobre todo a Guzmán, que a explicar por qué el acuerdo con el FMI es ruinoso para la Nación.
No hay una sola línea que ahonde en ese sentido.
¿Cuánto conoce de ese pacto? ¿Su renuncia a la jefatura del bloque se produce solo porque se dijo desde el Gobierno que las negociaciones fueron “duras” cuando en realidad no coincide en esa descripción?
El ahora exjefe del bloque K, omitiendo que la Argentina es socia del FMI, describe a lo acordado con ese organismo con un dramatismo total, y hasta con candidez, siempre usando una retórica con tono épico. Intentó ser irónico sobre el funcionamiento del organismo y sus objetivos. Los minimizó, quejándose además por la obvia exigencia que se le impone para que baje su déficit, es decir, para que el Estado se acerque a gastar el mismo monto de dinero que recauda: “Y como veo que siempre se interesan por los gastos, podrían ahorrar en economistas caros, ya que para hacer lo que hacen solo basta con gente que sepa apretar prometiendo el infierno si no se hace lo que ellos quieren”, señaló.
¿El FMI aprieta a países en quiebra para que estos le pidan un préstamo que después no logran pagar?
Los créditos que otorga el FMI no son obligatorios para los países que lo integran.
¿Cómo se puede “prometer” un “infierno” si no se hace lo que el FMI dictamina? El “infierno”, siempre según esa visión de las finanzas planetarias y multilaterales de crédito, en todo caso, debiera ser lo que el Fondo amenaza con generar en las naciones que son acechadas por sus “burócratas”.
La realidad es más compleja, por supuesto.
Estas definiciones de Máximo Kirchner permiten preguntarse cuál es la real experiencia que tiene en estas negociaciones que la Argentina inició con las principales potencias que poseen la mayoría accionaria del FMI.
Máximo Kirchner creció en el poder, es hijo de dos expresidentes, pero jamás ocupó un cargo ejecutivo ni es un economista reputado.
Sin menospreciar sus conocimientos de la política, ¿por qué debería él ser el faro que ilumine a funcionarios que negociaron varias veces con bonistas privados y con entidades que les prestaron miles de millones de dólares a la Argentina, como el FMI?.
Máximo Kirchner demostró, con su pluma y su palabra, que se concibe como un factor crucial en la fundación del Frente de Todos.
Ese concepto lo desarrolla en los párrafos de su carta en los que se exalta a sí mismo por haber permitido que se unieran dirigentes peronistas: admite que se esforzó para dejar de lado los “prejuicios” y “también los agravios recibidos para conformar el Frente de Todos”. Lo que no abandonó, afirma, son sus “convicciones”.
¿Cuántos votos aportó Máximo Kirchner para que el peronismo y el kircherismo vuelvan al poder?
Sin nombrarlos, Máximo Kirchner menciona a dirigentes de su espacio político que no se comportaron con reciprocidad con él.
El arte de la política, del consenso, se nutre justamente de las cualidades para ceder posiciones que permitan construir acuerdos. Hacer o defender solo los planes los proyectos con los que un dirigente coincide no es hacer política: es imponerse sobre el resto.
Máximo Kirchner afirma que deja la jefatura del bloque de diputados K para facilitar el trabajo del Presidente. Al menos hasta ahora, el efecto es el contrario.
La crisis sigue asolando a la coalición de gobierno más por los enfrentamientos internos que por planteos de la oposición. El tiempo dirá.
En toda su misiva, se deja entrever que duda de la buena voluntad de la negociación de la Argentina con el FMI. Duda así sobre el rol del Presidente y su ministro de Economía.
La carta de Kirchner describe el escenario que sobrevendrá tras el acuerdo con el Fondo.
Máximo Kirchner, a lo Kirchner, fustiga de modo feroz al Presidente, y a Guzmán. Su carta, otra carta más redactada por un Kirchner, desata una nueva crisis interna en el Gobierno.
Esta vez, características singulares. Brutales. El enojo y las advertencias de Kirchner son evidentes.
El tono de su escrito, por momentos, es similar al de una carta de renuncia. Pero Máximo solo renunció a los honores que supone ser el jefe de un bloque de legisladores nacionales. No renuncia a su banca. Eso significaría volver al llano. Sin fueros.
Máximo Kirchner seguirá en el Congreso. Y sigue en el Frente de Todos. Si es que sigue existiendo tal cosa.