En estos momentos dramáticos, cruciales para el futuro democrático de nuestro continente, teniendo en cuenta el avance incontrolado de gobiernos de rasgos totalitarios, de extrema izquierda, financiados muchas veces por dineros del narco-castro-chavismo internacional, las elecciones presidenciales de este año tanto en Colombia como en Brasil, serán determinantes para el futuro democrático de nuestro continente y para mantener nuestra pertenencia al rico legado histórico como naciones independientes y soberanas. Se trata del futuro de nuestra identidad, ni más ni menos. Momentos cruciales y extremadamente difíciles en el marco de la política internacional que hoy en día parece haberse confabulado en nuestra contra. Es una guerra contra el occidente y sus raíces judeo-cristianas y grecolatinas, fomentando la lucha de todos contra todos para liquidar así a la democracia como la conocemos hoy en día.
La realidad es que nos encontramos bastante solos en esta batalla desigual por nuestra libertad. Estamos ya rodeados de países que han caído en dictaduras aberrantes como son los casos de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Perú, últimamente también Chile y Honduras, sumados a la gran inestabilidad institucional y el futuro incierto de México y la Argentina. Por todo estos factores muy preocupantes las próximas elecciones presidenciales tanto en Colombia como en el Brasil, serán determinantes. En Colombia el triunfo del candidato Gustavo Petro, un ex guerrillero y cercano al narcoterrorimo de las guerrillas colombianas y al socialismo del siglo 21, augura un desastre para el país. En Brasil un triunfo del candidato Lula, que debería continuar preso por todas sus fechorías si no fuera por las triquiñuelas legales del corrupto sistema jurídico, augura también aquí un futuro desastroso para el país .
Ambos candidatos de la extrema izquierda totalitaria de nuestro continente cuentan con el apoyo masivo de importantes organizaciones internacionales , como el Foro de San Pablo, la Celalc, el Grupo de Puebla y el poderoso Foro de San Pablo, de neta proyección comunista que fue fundado en 1990 por el Partido de los Trabajadores de Lula da Silva como plataforma para llevarlo a la presidencia del país en el año 2003. Ahora Lula busca denodadamente su reelección. La Celalc, organismo también de ultra izquierda, que excluye de sus filas a Canadá y los EE.UU., agrupa a países con rasgos totalitarios que buscan, como su política central, tratar por todos los medios liquidar a la OEA y sustituirla para obtener un mejor dominio ideológico del continente.
La tragedia política para el continente hoy en día con la inestabilidad coyuntural mundial para instituciones democráticas no podía ser peor. Estamos solos en nuestra lucha por nuestros valores, y por ello tenemos que hablar claro, actuar decisivamente. Estamos solos, nada podemos esperar del gran vecino del norte, cuya actual Administración esta sumida en graves problemas internos de todo tipo, ideológicos, económicos, morales, haciendo que el país este enfrentando una profunda grieta, sin poder formular una coherente política internacional a largo plazo
Los mensajes que estamos recibiendo de la Administración norteamericana con respecto a Latinoamérica son más que preocupantes. Empezando por la decisión de la actual Administración de Biden de sacar, meses atrás, a las criminales narco-guerrillas de las Farc de la lista de organizaciones terroristas mundiales, un hecho considerado por especialistas internacionales como una decisión errada y que incentivará a otros grupos terroristas de la región. La presencia de la vice-presidenta Kamala Harris en el cambio de mando en Honduras y su manifiesta simpatía y cercanía demostrada para con la nueva presidenta del país de marcada tendencia castro -chavista, tampoco muestra una tendencia auspiciosa de la nueva Administración norteamericana.
De Europa poco apoyo podemos esperar. Bruselas mira para otro lado, sumida en problemas geopolíticos de la región, y con un encargado de política exterior de la Comunidad Europea, el catalán Josep B. Borrell, un hombre de la izquierda española que ignora sistemáticamente todos los atropellos contra la libertad en nuestro continente y que cuando puede protege la dictadura de Maduro en Venezuela. A esto sumemos la actuación inoperante de las Naciones Unidas bajo el socialista Guterrez y de sus diferentes agencias y altos funcionarios, como por ejemplo la Comisionada para los Derechos Humanos, la chilena Bachelet, conocida por su posición en la extrema izquierda. Recordemos que el 68 % de los miembros de este organismo pertenecen a dictaduras criminales de nuestro planeta.
En contra de nuestro destino democrático futuro está también la actuación incomprensible del Papa Francisco, que no es sólo un militante peronista sino que es un militante comunista a entender por sus declaraciones económicas y políticas, y que no tuvo ningún escrúpulo de mandar a apalear una manifestación de exiliados cubanos que se habían reunido frente al Vaticano para rogarle que interceda por la libertad de Cuba.
Las elecciones presidenciales en Brasil, previstas para el 2 de octubre próximo o para un balotaje previsto para el 30 de octubre, serán determinantes, sin lugar a dudas, para nuestro futuro democrático . Hasta el momento el ex presidiario Lula da Silva se encuentra a la cabeza de todos los sondeos con una votación del 48 % a su favor, seguido por el controversial Jair Bolsonaro con el 22 %, el ex juez federal Moro con el 9% y el candidato de la izquierda moderada Ciro Gomez con el 7 %. En una segunda vuelta Lula seguramente podría ganar, pero le sería más difícil si Moro llegara a un 28% contando con alianzas de otros partidos minoritarios y parte del electorado bolsonarista decepcionado de su líder.
Moro, un ex aliado de Bolsonaro, transformado en su contrincante por profundas diferencias en el manejo de la Justicia, cuenta con un gran prestigio nacional e internacional por su incansable lucha contra la endémica corrupción judicial. Lo demostró con su exitoso proceso anticorrupción “Lavajato”. Hoy en día Moro es el líder de la llamada ”Tercera Vía “ cuyo slogan “Nem Lula, Nem Bolsonaro ” capta cada vez más simpatizantes.
La lucha es dura y Moro está usando como estrategia las graves denuncias existentes contra Lula por actos de corrupción, fraudes y la cuantiosa ayuda que ha prestado a regímenes totalitarios del continente, y también las enormes sumas de dinero que ha recibido provenientes del narcotráfico internacional, como lo declarara recientemente el Pollo Carvajal, jefe de la Inteligencia venezolana frente al juez español Manuel García en el marco de su proceso de extradición. La campaña electoral de Moro se vuelve cada vez más incisiva, tanto contra Lula como contra Bolsonaro, y bien podría llegar a que uno de ellos tenga que retirarse de la contienda. Otro factor sorpresa que no podemos descartar es la salud precaria de los dos candidatos con más votos que podría cambiar por completo el escenario electoral.
Visto así las chances de una victoria a último momento de la llamada “Tercera Via” de Sergio Moro no aparecen tan ilusorias. Obviamente juega a favor de Lula todo el apoyo nacional e internacional de la extrema izquierda, que ve en el al candidato ideal, hecho a su medida. Hasta la corrupta Justicia brasileña juega en favor de la candidatura de Lula, especialmente la Suprema Corte de Justicia, que en Brasil es ya conocida como “La Dictadura de la Toga”, que no sólo persigue a los opositores de Lula, sino a periodistas críticos como Allan Dos Santos y Oswaldo Eustaquio que han tenido que buscar refugio seguro en el exterior.
Esta “Dictadura de la Toga” liderada por el Ministro de la Corte Alexandre de Moraes, no sólo persigue sistemáticamente al candidato Moro, sino también al actual presidente Bolsonaro. Semanas atrás pidió a la Procuradoría General de la República que suspenda las cuentas de Bolsonaro en las redes sociales como Twitter, Instagram y Youtube, pasando por alto la Constitución de la República y al propio Congreso. Este conspicuo personaje es justamente el mismo que logró la anulación de las condenas de Lula y de otros doce políticos corruptos de su entorno mafioso, que hoy se encuentran en libertad. El peligroso sesgo ideológico de este alto tribunal es más que evidente.
Un triunfo de Lula en el Brasil provocaría una metástasis de ese cáncer maligno que Lula representa, no sólo para su país sino también para sus vecinos y todo el continente, y es hora de enfrentarlo con todos nuestros recursos democráticos e institucionales, antes que nos devore y destruya nuestras células democráticas. Es nuestro deber, también frente a nuestros hijos y nietos por el tipo de futuro que queremos dejarles.
Mucha razón tenía el Papa Benedicto al hablar de cómo el Nacional-Socialismo en su país natal se transformó en la fuente del mal absoluto: ”Hemos experimentado cómo el poder se separó del derecho, se enfrentó a él, cómo lo pisoteó, cómo lo destruyó en manos de una cuadrilla de bandidos muy bien organizada que podía amenazar al mundo y llevarlo hasta el borde del abismo“.
¿Y en Brasil, no estaremos ya al borde del abismo?
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