Gabriela Cerruti supo despuntar como periodista antes de iniciarse en la política, hoy ostenta el nada desdeñable cargo de portavoz presidencial y su paso por el mundo de los medios de información es su mayor capital a la hora de responderle a la prensa acreditada en Casa Rosada.
En su “larga trayectoria” como periodista, como le gusta jactarse a ella, tuvo un traspié con la utilización de las fuentes en off the record, incumpliendo ese pacto de palabra con el represor Alfredo Astiz.
Este jueves cargó contra Cecilia Devanna, periodista de La Nación, por hacerle una pregunta que se basaba en una información brindada por una fuente del Departamento de Estado de Estados Unidos en off the record.
“Con muchos años de carrera en el periodismo, esta novedad argentina de tomar una opinión de una persona que no se notifica y hacerlo tapa de un diario es toda una novedad. Generalmente cuando el Departamento de Estado de un país tiene que decir algo, nos enteramos todos”, supo recriminar sin dar respuesta a la incógnita planteada por Devanna.
La entrevista que Cerruti le hizo a Astiz, y que fuera publicada en la revista Tres Puntos, demuestra la relevancia que tienen las fuentes en off, como así también la importancia de cumplir con ese trato no firmado.
Este tipo de fuente es fundamental en el ejercicio del periodismo, porque revela cuestiones muchas veces profundas, truculentas y/o relevantes que de otra manera no se podrían conocer, ya que se pide la estricta reserva de identidad.
Por otra parte suena lógico que el Gobierno estadounidense esté atento a los movimientos del Gobierno argentino en lo que refiere a su situación diplomática. ¿No fue el presidente Alberto Fernández quien ofreció a Argentina como puerta de entrada a Latinoamérica para Rusia?
Un papelón, sobre todo teniendo en cuenta que no muestra un ápice de cordura, poniendo en su contra a varios Gobiernos latinoamericanos y en un momento en el cual se intenta establecer un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. ¿Acaso cree Alberto que Estados Unidos ayudará a cerrar un trato con el Fondo de forma desinteresada?
La respuesta de la experiodista, hoy portavoz del presidente, es triste. El papel que juega es triste. Dicho sea de paso, se jacta de su paso por el periodismo pero hoy debe tapar los escándalos de un Gobierno que no deja de dispararse en el pie.
Pero su estilo no es muy inteligente. Lo propio sucedió cuando la titular del Programa de Atención Medica Integral (PAMI) Luana Volnovich viajó al caribe con el número dos de ese organismo. Al ser consultada sobre una posible renuncia solo se limitó a responder que el tema “está terminado, pasemos a los temas que realmente le importan a la gente”.
Con esa respuesta solo demostró, no solo no tener empatía, sino un grave grado de autoritarismo, algo así como “yo le voy a decir a la gente qué debe importarle y qué no”. ¿A la ciudadanía no le interesa que un organismo fundamental quede acéfalo porque el número 1 y el 2 se van de viaje juntos?
Cerruti se olvida de un hecho fundamental, así como lo hizo respecto de las fuentes en off con el periodismo: que los funcionarios públicos tienen que dar explicaciones de sus movimientos por un algo elemental, que sus sueldos se los paga el contribuyente.
En tal sentido, suena lógico que deba responder, como portavoz del presidente, a cualquier pregunta que plantea el periodismo, sobre todo porque muchas de esas incógnitas provienen de la propia sociedad que se encentra intrigada en algún tema específico. ¿O no generó gran revuelo el viaje de Volnovich o las palabras de Alberto frente a tipos como Vladimir Putin o Xi Jinping?
Y hablando un poco de periodismo, el jefe de Estado se vio envuelto en una polémica tras retuitear un tuit que manifestaba: “Excelente Cerruti acá explicando técnicamente por qué el periodismo mainstream argentino es una vergüenza nacional”.
Es decir, el presidente dice que el periodismo es una “vergüenza nacional”. No es novedoso, desde Tribuna de Periodistas se han contado innumerables veces los traspiés de Alberto para con el periodismo.
Cómo apretaba mientras ostentaba el cargo de jefe de Gabinete del ex presidente Néstor Kirchner, e incluso se lo ha podido ver, en plena carrera para llegar a la presidencia, apretando y humillando a puntuales periodistas.
Es una práctica común del Gobierno “apuñalar” a la prensa, acaso como si fuera algo insignificante, nada valioso. Sin embargo, para su desagrado, el periodismo funciona como un cuarto poder y en democracia le será imposible acallar las voces críticas.
Solo resta decir que la vergüenza nacional es representada por Cerruti. Alberto fue más allá, hoy es una vergüenza a nivel internacional.
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