Finalmente todo ha sido dicho en materia de estas
elecciones por las que acaba de transitar la Argentina. Se ha consumado lo que
se preveía, y mucho más aún.
La candidata oficial, Cristina Fernández de Kirchner, logró la presidencia
de la Nación para un período de cuatro años, si bien mayormente traccionada por
la provincia de Buenos Aires, el baluarte en el que más se respaldaba la pareja
presidencial. En el resto del país no obtuvo la contundencia que tanto
pronosticaban la mayoría de los encuestadores a sueldo del gobierno.
Los mayores distritos aparte del bonaerense reflejaron las victorias de sus
principales oponentes. En Córdoba y Mendoza triunfó Roberto Lavagna, y tanto en
la provincia de Santa Fe como en la ciudad de Buenos Aires la gran ganadora fue
Elisa Carrió, que logró resultados más optimistas de lo que ella misma preveía
hasta hace un mes atrás, y por supuesto de los que le adjudicaban los dichosos
encuestadores. Asimismo, Carrió hizo una muy buena elección en el conurbano
bonaerense.
En el principal estado argentino, la provincia de Buenos Aires, triunfó con
comodidad Daniel Scioli, aportando como se dijo su buena ayuda a los guarismos
obtenidos por la candidata oficial.
Con ello, sumado a los votos obtenidos en provincias a las que consideraba
“difíciles” como las del noreste y noroeste del país, a Cristina Kirchner le fue
suficiente para obtener una victoria cómoda, sin necesidad de llegar al tan
temido –por el gobierno- ballotage.
Ahora bien, ¿qué es lo que se consumó en estas elecciones?.
En primer lugar, las mayores irregularidades sucedidas en toda la
historia electoral del país desde el retorno de la democracia en 1983.
La candidata oficial obtuvo la presidencia del país tras haber sido
designada “a dedo” por su esposo, sin pasar como corresponde por un congreso e
interna partidaria. Para los Kirchner, la Casa Rosada y la residencia de Olivos
parecen haberse constituido en un bien ganancial.
El flamante gobernador electo de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli,
era en los hechos un candidato “ilegal” ya que nunca llegó a residir en la
provincia ni el mínimo de dos años requerido para poder ser candidato a
gobernarla.
Faltaron infinidad de presidentes y fiscales de mesa, una muestra de la
típica abulia argentina frente a uno de los actos electorales que menos
expectativa generó entre la ciudadanía.
Faltaron boletas de los principales partidos de la oposición, abundando
eso sí las correspondientes al oficialismo. Cuando algún votante se quejaba
a los fiscales de esa falta, éstos le respondían que vuelva más tarde o que
buscara él las boletas en otras mesas, cuando lo que corresponde es que
precisamente ellos estén atentos a cualquier contingencia. Incluso fue detenido
un individuo cuando se retiraba escondiendo bajo su campera –pese al calor
reinante- una enorme cantidad de boletas de la fórmula liderada por Elisa Carrió.
Muchos lugares de votación abrieron sus puertas bastante más tarde de la
hora de inicio estipulada –las 08.00 de la mañana-, ya sea por la falta de
autoridades de mesa o porque no llegaban todas las boletas habilitadas.
Todo ello originó que se produjeran muchas demoras, que en la ciudad de
Buenos Aires debiera prolongarse el cierre del comicio por una hora más y que,
incluso, muchos votantes se quedaran sin emitir su sufragio.
Un párrafo aparte merece la provincia presidencial, Santa Cruz. Con uno de
los registros más bajos de electores, por su escasa población, y con
prácticamente todos sus habitantes en contra del matrimonio Kirchner, resulta
llamativo que tanto la candidata presidencial del oficialismo como el candidato
–también oficial- a la gobernación, ganaran la elección con mucha ventaja.
Cabe señalar que en las últimas semanas habían circulado numerosas denuncias
de fraude en esa provincia austral, que iban desde la falsificación de firmas
para los avales de las listas a la existencia de casi 3.000 documentos de
identidad “en blanco”.
Sin embargo, todas las irregularidades mencionadas pasaron, como es habitual
en un país en el que impera la impunidad, por el tamiz de la indiferencia, de
que no se impugnara nada ni a nadie, y que todo se dejara transcurrir más allá
de algunas presentaciones judiciales realizadas por los candidatos opositores en
relación a la falta o el robo directo de sus boletas, denuncias que, como
también es habitual, serán echadas al cajón del olvido.
Una muestra más de que la Argentina es el país del “vale todo”.
Lo que vendrá
En cuanto al futuro político de la Argentina, todavía es una incógnita, ya
que lo que permanece hasta el momento como cierto es que poco o nada cambiará,
habida cuenta de que el nuevo período sólo es una continuidad del kirchnerismo
en el poder.
En su discurso como presidenta electa, Cristina Kirchner utilizó un tono
moderado, incluso con algún toque de la humildad de que había carecido siempre.
Claro que ese discurso solamente se dedicó a los agradecimientos de rigor y,
algo usual en todo candidato triunfante, a la convocatoria a “todos los
argentinos”, sin banderías políticas, para sumarse al “proyecto” del nuevo
gobierno.
Proyecto del que aún no hay ninguna noticia. No habló, como tampoco lo hizo
en sus escasos actos de campaña, de planes de gobierno. Tampoco mencionó las dos
palabras que tanto vienen castigando a los ciudadanos: “inseguridad” e
“inflación”. Ambas tampoco habían estado en sus discursos previos y a la
inflación sólo la mencionó tangencialmente al defender los falsos índices que
desde comienzos del año viene dibujando en tal sentido el gobierno.
Entonces sólo queda esperar. Habrá que aguardar cómo encarará Kirchner estos
cuatro años futuros, y nos referimos a Kirchner dado que será él quien seguirá
manejando los hilos del gobierno entre bastidores.
Hay que aguardar también si se mantendrá el mismo nivel de aislamiento en
cuanto a las relaciones internacionales –hasta ahora proclives únicamente a ser
mantenidas empecinadamente con gobiernos también cada vez más aislados del
mundo, como los de Venezuela y Bolivia-, o si esta vez se tratará de
recomponerlas con las potencias que en realidad rigen la política y la economía
mundial, Estados Unidos y la Unión Europea.
En ese sentido, por ahora el triunfo de Cristina Kirchner es celebrado casi
exclusivamente por los gobernantes de los citados países sudamericanos,
Venezuela y Bolivia, además de otros amigos “progresistas” como José Luis
Rodríguez Zapatero en España. No tanto quizás por los empresarios españoles,
aunque seguramente ahora, para calmarlos, los Kirchner liberarán de una vez las
famosas tarifas congeladas de los servicios públicos, en su mayoría en manos
hispánicas.
Y así es como transcurrimos las recientes elecciones argentinas. Al cierre
de esta nota aún había muchísimas mesas que todavía no habían sido escrutadas.
Más aún, en el último dato oficial el índice de votos registrado por la
candidata oficial había descendido de un 46,3 % inicial a un 42,4 %.
De todas maneras, su triunfo se mantiene como incuestionable y sin
posibilidad ya de una segunda vuelta, ya que de todas maneras, aunque bajara a
un 40 %, no hay posibilidad de que la segunda, Elisa Carrió, con un último
índice del 21 % llegara a colocarse a 10 puntos de diferencia de aquella como
para poder arribar al ballotage.
Como dicen en algunos sitios caribeños, “amanecerá y veremos”.
Carlos Machado