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The Truman Show: cómo hacen los políticos para que creas que vos no querés reformas económicas

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En la Argentina, el "avasallamiento de los derechos de los trabajadores" es como un cielo pintado de papel que no se puede tocar, a riesgo de explotar por los aires, para que nunca nos enteremos que vivimos en un estudio de TV.
En la Argentina, el “avasallamiento de los derechos de los trabajadores” es como un cielo pintado de papel que no se puede tocar, a riesgo de explotar por los aires, para que nunca nos enteremos que vivimos en un estudio de TV.

“No habrá una reforma laboral”, exclamó el martes con énfasis el presidente Alberto Fernández, y miró sacando pecho a los palcos en el Congreso mientras trataba de explicar todo lo que no iba a obligar el FMI a la Argentina a hacer contra su voluntad soberana.

 

Fernández sabía que era el momento más importante de sus casi dos horas de discurso inaugural, y no bien escucharon al Presidente, las tribunas y las bancas explotaron en una larga ovación que parecía competir con aquella declaración festiva del default del fugaz presidente Adolfo Rodríguez Saá, a fines de 2001.

Alberto Fernández no podía haber imaginado tanta algarabía en esta tercera inauguración de sesiones ordinarias de su mandato. Allá afuera se enteraban los mortales que podían quedarse tranquilos: “nadie avasallará los derechos de los trabajadores”, según las enfáticas palabras del Presidente.

 

Las encuestas y la reforma laboral

Es curioso que unas semanas antes del discurso presidencial, la Universidad de San Andrés acababa de preguntarles a los argentinos en una encuesta nacional si creían que era necesaria una reforma laboral para que los privados pudieran dar trabajo. El 64 por ciento de los encuestados dijo que sí.

El profesor Diego Reynoso, que dirige el equipo de opinión pública de esa universidad agregó, para el 26 por ciento que dijo directamente no estar de acuerdo con esa frase, si creía que dar trabajo es una tarea del Estado.

De hecho, eso es, justamente, lo que pasa en la Argentina desde hace más de una década: aún en recuperación de la economía, sigue siendo el Estado el único “generador” de empleo. De 2010 a hoy, el sector privado no creó puestos de trabajo “neto” entre los cesantes e incorporados.

La respuesta: el 93 por ciento de ese cuarto que no creía en una reforma laboral tampoco estaba de acuerdo con que el empleo sea tarea estatal.

En síntesis: menos del 10 por ciento de los Argentinos están convencidos de que es bueno que el país siga con este sistema laboral que castiga con altos costos y juicios ruinosos a los empleadores privados. Intuyen que eso hizo que el Estado sea cada vez más grande y deficitario y que la única vía que le queda a la Argentina para financiarlo sea generando más inflación. Intuyen que algo anda muy mal en el sistema laboral argentino y que esa “enfermedad” provoca otros síntomas: como la inflación, falta de inversión y de trabajo.

The Truman Show: la explicación de la algarabía del martes pasado en el Congreso

Es parte de un mecanismo de ingeniería social bastante sofisticado con el que la política, y particularmente el kirchnerismo, logran enormes consensos y que funciona de la siguiente manera:

  • Vos creés que la política tiene que hacer algo determinado para resolver cierto problema

  • La política no tiene ningún interés en hacerlo, pero no te lo puede decir en la cara

  • Como no puede convencerte de que cambies de idea, orquesta un show de opinión pública artificial para que creas que estás solo con esa propuesta o inquietud.

Para ponerlo en términos cinematográficos, es un “Truman Show”: una especie de reality en el que todos engañan a un iluso con que el universo está entero dentro de un set de televisión. Todos lo hacen vivir una vida falsa, tener una familia falsa, vecinos falsos, y la clave es que nunca se entere mientras lo muestran las cámaras de TV para todo el mundo en vivo y en directo.

En realidad, a esta ingeniería social ya la había estudiado en los 70 la socióloga alemana Elizabeth Noelle Neumann. De su investigación sobre cómo se gestiona la opinión pública sobre temas políticos salió un libro que se hizo muy famoso: Espiral del Silencio.

La teoría de la socióloga alemana apuntaba a que la mejor manera que tenía la política para “matar” una idea o un problema era no solo silenciarlo, sino orquestar la sensación de que quien opina como no queremos que opine, está muy solo.

Una vez que se siente solo con esa opinión o interpretación de la realidad, empieza a temer que la sociedad lo rechace por ser “distinto”. Resultado: se llama a silencio. Entiende -sin necesidad de que se lo digan- de que su opinión es “tabú”.

Al callarse, esa opinión o interpretación va muriendo y desapareciendo de la conversación: entra en la espiral del silencio hasta que termina esfumándose por completo.

Cómo se llena el silencio en la comunicación

Las formas de llenar ese silencio con opiniones supuestamente mayoritarias es pan comido para la política:

  • Se generan marchas, piquetes y huelgas en los que unos cientos de tipos con pancartas generan la sensación de que hay muchísima gente ruidosa opinando “eso”.

  • Se trata de conseguir la mayor cantidad de medios de comunicación tradicionales para difundir esas opiniones y no de las otras.

  • Se compran muchos “trolls” en las redes sociales para que la opinión parezca mayoritaria.

Las ovaciones en el Congreso festejando que el FMI no nos hubiese exigido ni reforma laboral, ni previsional, ni bajar el gasto público -supuestamente- son parte de esa ingeniería social que contrasta con la verdadera opinión de los argentinos, que ven en más de un 80 por ciento un futuro negro y anhelan un cambio radical antes que tener que emigrar a otro país.

¿Cómo se te ocurren reformas estructurales que cambien este sistema económico que está llevando a que la mitad de los argentinos sean pobres? Estás solo con esa locura: la mayoría del pueblo no quiere ni reforma laboral, ni reforma previsional, ni que achiquen el estado.

Lo más irónico es que nadie propuso nunca una reforma laboral para “quitarles” derechos a los trabajadores. Esa minoría afortunada de empleados en blanco en el sector privado que subsiste hoy tiene derechos adquiridos que, por la ley de contrato de trabajo, solo se extinguen con un despido con indemnizaciones, jubilación, quiebra de la empresa, muerte o porque deciden no trabajar más.

Ninguna reforma laboral se los podría quitar. Las propuestas de reforma laboral se hacen para cambiar la ley hacia adelante, para incorporar al trabajo registrado y formal a la gran mayoría de cuentapropistas, empleados en negro, desocupados o planeros que están fuera del sistema. También se haría para que se puedan crear más empresas y más inversiones.

Pero hay muchos políticos que no quieren saber nada con una reforma laboral, especialmente gobernadores de algunas provincias que se convirtieron en principal empleador, piqueteros que perderían adherentes y fondos, y de los sindicatos estatales, ni hablar.

 

El señuelo de The Truman Show

Pero en el Truman Show el “avasallamiento de los derechos de los trabajadores” es como un cielo pintado de papel que no se puede tocar, a riesgo de explotar por los aires, para que Truman nunca se entere que vive en un estudio de TV.

Por eso las negociaciones con el FMI se centraron en un señuelo para desviar la atención de Truman: las tarifas.

Los subsidios a los servicios públicos son el único debate permitido para llegar a un acuerdo con el Fondo que nos conceda patear al próximo gobierno la deuda que contrajo el anterior. No hay que olvidar: el anterior gobierno de Mauricio Macri tuvo que llamar al FMI por el fracaso de su plan de “gradualismo” para evitar emprender desde el arranque las grandes reformas estructurales y cambiar el “sistema” enfermo de la Argentina.

Los subsidios a las tarifas de servicios públicos explican una parte del déficit fiscal, y achicándolos, no se cambia mucho del sistema argentino, como lo pudo comprobar el expresidente Macri, que subió las tarifas fuertemente y no logró mejoras sustanciales en la economía -y sí en cambio mucho mal humor político.

El debate sobre las tarifas, volviendo a la metáfora cinematográfica, es el decorado de papel del Truman Show que simula el universo. En términos de la socióloga alemana, es el ruido con el que se tapa el silencio. Cualquier otra cosa sería un “ajuste”. Una reforma laboral sería un “ajuste”, una reforma previsional sería otro “ajuste”, bajar el gasto público sería un “ajuste”. En el Truman Show, reformas es reemplazado por “ajuste”, que no es lo opuesto a “desajuste”, sino más bien algo equivalente a un insulto.

El consultor Matteo Goretti sostiene que en la Argentina ni al oficialismo ni a la oposición, de todos los colores políticos, les gustaría debatir sobre el problema central de los argentinos según todas las encuestas: la inflación. “A todos les conviene la inflación, porque de ahí sacan recursos extraordinarios para financiar a la política”, explica el politólogo al que escuchan atentamente las empresas argentinas.

¿Será por eso que la espiral del silencio les conviene a todos? Los “libertarios” que entraron al Congreso en las últimas elecciones legislativas: los economistas Javier Milei y José Luis Espert, empezaron a debatir el tema explicando qué hay detrás de la inflación y el empobrecimiento crónicos de la Argentina.

¿Lograrán romper la espiral del silencio y le allanarán el camino a la propia política para que se anime a debatirlo para las presidenciales del año que viene? ¿O lograrán los políticos convencerte de que vos no querés reformas por mucho tiempo más?

 
 

7 comentarios Dejá tu comentario

  1. Dillenberger: si a vos te pagan las empresas, entonces difundiras el discurso empresario. El problema es que pasas de ser un periodista a un operador, y ahi se terminó tu credibilidad. Si fuera por las empresas trabajaríamos 24/7 y por la mitad del sueldo ya que el liberalismo para los empresarios almaceneros argentinos solo corre para sus ganancias, y socializar pérdidas cuando la cosa va mal..

  2. "Cambiar algo para que nada cambie", la conocida sentencia de la novela "El gatopardo", es perfectamente aplicable a la situación argentina. La clase política, los empresarios prebendarios, el sindicalismo corrupto y millonario, la casta judicial, todos ellos están interesados en que las cosas sigan como están, porque ellos disfrutan de sus muchos privilegios, beneficios y prebendas. Apenas pueden conceder uno retoques, pero que la base siga siendo la misma. Entonces, como siempre, que el ajuste y el esfuerzo de la crisis caiga sobre los que caen siempre. ¿Son necesarias varias reformas, entre ellas la previsional, la laboral, la impositiva, la educativa? Claro, pero estos privilegiados verían afectados su poder y sus prerrogativas. En consecuencia, sacan a relucir frases hechas y clisés tan falsos como efectivos ("neoliberalismo", "explotación laboral", "educación que expulsará a los más pobres", "un país para pocos", entre otras), que les ha dado resultados óptimos hasta ahora, favorecidos por una masa cada vez menos preparada y cada vez más acostumbrada al populismo.

  3. No tenés idea Dillenberger. Es cierto que hasta la ingeniería se convierte en mugre cuando el objeto es lo social, pero esto es mucho más simple. Como en todo delirio estructurado, las cosas caen solas como un dominó una vez que encontrás dónde empezó a gestarse ESto no es cuestión de procedimientos, es el diseño de un mundo, una cosmovisión y una simulación. La instalación del mundo de la mentira se establece con una sola proposición: "todo es verdad y no hay mentiras". En ese mundo vivimos porque lo "correcto" es que hay que respetar los sentimientos ajenos porque esas son las realidades y no los hechos. El asunto es que todos se sienten obligados a respetar las pretensiones el orgullo, la arrogancia y los delirios ajenos bajo amenaza de tener que reconocerse como odiadores. También es respetable la mueca de indignación o desprecio sin fundamento cuando ésta se hace reclamando que es una obviedad y requiere el asentimiento de los presentes, porque nadie quiere quedarse solo peguntando por qué. Por eso, no es sólo el hecho de aplaudir cuando el payaso levanta la voz, a niveles personales también pasa lo mismo y la aceptación pasiva del autbombo de cualquier salame es cosa de todos los días. Porque lo importante es tener autoestima, y no importa que no exista nada que la justifique. De modo que minga de ingeniería, hay una sola palanca que le corrieron a la gente y es el idealismo, la noción de que toda realidad existe sólo en las percepciones y la subjetividad y principalmente el idealismo absoluto, que al planteo anterior le agrega que cualquier relato da lo mismo, porque de todos modos todos son mentiras y el único relato que queda es el de los ganadores. Por eso las dos características de los muchachos idealistas, una es el cinismo y la otra que no pueden existir sin un enemigo.

  4. Para poner un ejemplo: ¿Cómo hacen para convencer a las militontas pañuelo verde que el aborto legal es underecho? En principio se lo dicen a los gritos como si fuera cierto, y le agregan una actitud condescendiente, como si les estuvieran dando algo o haciéndoles un favor. Nada hace más daño a una persona que tenerle lástima, o hacer público que necesita ayuda. Las destinatarias se lo creen, agradecen y militan el agradecimiento. Lo único que alivia el dolor de ser subertimado y "ayudado", es el placer de perseguir y acosar al otro bando, y si no hay otro bando lo inventan porque es una necesidad. Pero la realidad es que la criminalización del aborto le otorgaba un derecho al hijo por nacer, nada menos que el derecho a la vida. Y ese derecho a la vida le fué quitado. La criminalización del aborto era la criminalización de cualquiera que obligara o forzara a una mujer a hacerse un aborto. Sabemos que un aborto es algo culposo en lo mental y moral, en el mejor de los casos por el hecho de ser la evidencia de un descuido evitable y sabemos que en lo físico la legalidad no le evita ninguno de los riesgos y efectos secundarios. Por eso para una mujer es obvio que la decisión de un aborto depende principalmente de las circunstancias. De modo que si consideramos el caso más frecuente y no el de la violación de una discapacitada, el mayor nuevo derecho que aparece con la legalización es el que se le concede a cualquiera que pueda incidir en las circunstancias de una mujer embarazada. Porque antes decirle a una mujer que tenía que abortar para conservar su empleo, era delito y ahora no lo es. Por eso viene al caso con el título de la nota: Te lo dijeron como que te hacían un regalo y te lo creíste. Lo mismo con YPF y la soberanía energética, o con Ciccone y la "soberanía monetaria" y lo mismo con todas y cada una de las afirmaciones de este gobierno, porque no hay excepciones cuando hay una mística de la desinformación y la mentira.

  5. Y ya que mencioné la mística de la mentira, hablemos un poco de eso. No hace falta saber de "sabateos" ni de "iluminatis", esto es simple idealismo y pretendida cultura general y es una práctica, no es teoría ni es conspirativa. La cosa ya llegó a los almanaques hace décadas. Por ejemplo, esa frase que dice "El hombre es amo de sus silencios y esclavo de sus palabras", tiene como corolario inmediato que eso es siempre válido a menos que "sus palabras" sean mentiras; porque si son mentiras, los esclavos de esas palabras serán los que las escuchen y las crean. Algo tan simple como eso, establece una mística: Para ser "amo" de algo hay que producir le mayor número de esclavos posible. El karma de la mentira paga, porque siempre hay interesados en que haya más crédulos y esclavos, y de alguna manera te van a retribuir por tus servicios. Esa es la forma de pertenecer" al reino de la mentira. Algunos dirán algo muy de moda, que la casta y que el Estado y que eso entre los privados no ocurre. Esta es otra falsedad, porque entre los "privados" también consideran la "transparencia" una característica que descalifica al portador. Es más, la más mínima sospecha de transparencia en alguna circunstancia es suficiente. No sé si hace falta decir que la cosa es tan sistemática como en la política desde el momento que las consultoras y selectoras de personal comparten las mismas ideologías.

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