El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) informó que en el segundo semestre de 2021 la pobreza fue del 37,3%, mientras que la indigencia alcanzó al 8,2% de la población. Si bien esto representó una baja con respecto a igual período de 2020 (cuando la pobreza llegó al 42%, el registro más alto desde 2006), los niveles continúan por encima de los niveles registrados previos a la pandemia (35,5% en el segundo semestre de 2019).
En esta nota, te contamos cómo se mide la pobreza y la indigencia en nuestro país, qué cambios hubo a lo largo de los años y qué mediciones alternativas a los registros oficiales existen.
Cómo se mide actualmente la pobreza
Como se explicó en esta nota, hay 2 formas de medir la pobreza en la Argentina. La más conocida, que el INDEC informa cada 6 meses, calcula si los ingresos de los hogares son suficientes para solventar los gastos básicos. En tanto, en cada censo poblacional -es decir, cada 10 años- se difunde la pobreza multidimensional, que contiene datos complementarios a los monetarios, como el acceso a la educación, a la salud y a la vivienda, entre otros.
La medición monetaria de la pobreza se realiza sobre la base de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que elabora el INDEC y mide 2 variables. Por un lado, determina si los ingresos de una familia son suficientes para costear una canasta básica de alimentos (CBA), que contiene ciertos nutrientes que tienen por objetivo cubrir un umbral mínimo de necesidades energéticas. A esto se denomina “línea de indigencia”.
Por otro lado, se agrega a estos gastos básicos otras necesidades no alimentarias como la vivienda, la educación, la salud o el transporte. A esto se denomina canasta básica total (CBT) y determina la “línea de pobreza”.
Jorge Paz, investigador del Conicet en el Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico (IELDE), dijo a Chequeado que “la pobreza monetaria se mide en la Argentina como se hace en prácticamente todos los países de América Latina: valorizando una canasta básica de alimentos, dándole un valor monetario y comparando ese valor con el ingreso que perciben las familias”.
Según informó el INDEC en un documento técnico, para determinar la composición de la canasta básica alimentaria se pondera cuáles son los requerimientos energéticos de la población y qué tipo de productos utiliza tradicionalmente para cubrir esas necesidades.
Estos datos surgen de la Encuesta de Gastos de los Hogares (ENGHo) y actualmente se utilizan los resultados publicados en 2005. Con esta información se selecciona una canasta de productos básicos, cuyo valor monetario es actualizado mensualmente en base al Índice de Precios al Consumidor (IPC).
El nivel de requerimientos energéticos se calcula en base al consumo de un adulto varón de entre 30 y 60 años que desarrolla una actividad física moderada. Para determinar el consumo de hogares con más de un integrante se establece una tabla de equivalencias, que atribuye un porcentaje de ese consumo base según sus integrantes sean mujeres, niños o personas mayores.
En tanto, para calcular la canasta básica total se utiliza una estimación que pondera el peso de los gastos no alimentarios en el total de gastos de una familia. En la ENGHo de 2005 esto representaba el 61,6% de las erogaciones.
Diferencias metodológicas
En los últimos 40 años se aplicaron metodologías distintas para medir la pobreza por ingresos, lo que dificulta su comparación con el dato actual.
En el comienzo de la serie las encuestas se desarrollaban a través de la EPH puntual, que se realizaba 2 veces al año, en mayo y octubre. Pero a partir de 2003 se comenzó a aplicar la EPH continua, que trajo aparejados cambios en los cuestionarios y pasó a administrarse trimestralmente. Además, se incorporaron los actuales 31 aglomerados urbanos sobre los que se realiza actualmente.
Durante la gestión de Cristina Fernández de Kirchner (Frente para la Victoria), además de la manipulación de las estadísticas desde 2007, el instituto oficial directamente dejó de publicar datos de pobreza a partir de 2013.
Leopoldo Tornarolli, economista e investigador del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas), señaló a este medio que “durante el período 2007-2015 se manipularon los precios del IPC, afectando el valor de las canastas alimentarias y con ello las líneas de pobreza e indigencia. La manipulación llevaba a que el valor de las mismas fuese artificialmente más bajo (y falso), lo que hacía subestimar las tasas de pobreza”.
Los nuevos datos oficiales recién se publicaron en 2016, ya bajo la Presidencia de Mauricio Macri (Cambiemos). Entonces se adoptó el actual modelo de encuestas y se modificó el componente de la canasta básica y la tabla de equivalencias que define el consumo de los hogares.
Como se explica en este documento del Cedlas, en 2016 se aumentó el requerimiento energético (se sumaron más calorías a las necesidades alimentarias), cambió la composición de la canasta básica y la población de referencia, se introdujeron canastas regionales (para reflejar los consumos diferentes que existen en cada provincia) y se modificaron los criterios de actualización de precios.
Tanto Sol Minoldo, socióloga, investigadora del Conicet y autora junto a Diego Born del libro Claroscuros. Nueve años de datos bajo sospecha, como Tornarolli advirtieron sobre otra modificación metodológica que influye en los resultados: el tratamiento que se le dio en la EPH a la falta de respuestas sobre los ingresos de los hogares fue variando en el tiempo.
Estos sucesivos cambios en la EPH provocan diferencias en la medición de la pobreza de cada etapa, e impiden que se pueda hacer una comparación lineal en períodos largos de tiempo.
En este sentido, Minoldo dijo a Chequeado que “no pueden compararse” aquellos períodos en los que se utilizaron metodologías diferentes. Sin embargo, sostuvo que esta cuestión “es muy fácil de resolver: se debe medir la pobreza de los años anteriores con la nueva metodología, o continuar midiendo los actuales valores con la metodología vieja”.
Estudios alternativos
Diversos estudios abordaron el problema de la imposibilidad de comparar los datos del INDEC, y crearon series propias para medir la pobreza en el largo plazo. En este trabajo, el Cedlas recalculó los datos oficiales de pobreza desde 2003 con la vara actual con la que mide el INDEC, para establecer una serie comparable de las últimas 2 décadas.
Otro estudio realizado por el Cedlas junto al Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) y al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) midió los datos oficiales de pobreza desde 1992 utilizando la actual metodología, pero sólo para los 10 aglomerados urbanos para los que hay información de todo ese período.
Tornarolli indicó a Chequeado que para realizar el trabajo “partimos de los valores de las líneas de indigencia y pobreza en 2016 con la nueva metodología y definimos las líneas de pobreza de años anteriores de forma tal que tuvieran el mismo poder adquisitivo que las líneas de 2016”. Además, aclaró que “para el período 2007-2015, donde los datos de IPC del INDEC se encuentran manipulados, usamos los índices de precios construidos por las direcciones de estadísticas provinciales”.
Por su parte, un trabajo de Paz para el IELDE de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Salta también plantea una serie comparable de la evolución de la pobreza entre los años 2004 y 2019.
También existen otro tipo de mediciones alternativas que utilizan una base propia, diferente a la del INDEC. Es el caso del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (ODSA-UCA), que realiza un trabajo en el que se contempla un enfoque multidimensional de la pobreza.
En estos estudios no se tienen en cuenta sólo los aspectos monetarios (cuánto dinero se necesita para adquirir cierta cantidad de bienes), sino que también se contempla el acceso a la salud, el empleo, los servicios básicos y una vivienda digna. No obstante, los actuales informes del ODSA-UCA se realizan sobre un universo inferior a los 6 mil hogares.
Por su parte, UNICEF Argentina también realiza sus propios informes de pobreza. Sebastián Waisgrais, especialista en Inclusión Social y Monitoreo de la organización, dijo a Chequeado que para elaborar estos trabajos “se toman en cuenta los aspectos monetarios y no monetarios de la pobreza en la niñez. Para los primeros se apega a la definición oficial de pobreza monetaria (INDEC) mientras que para las privaciones no monetarias se selecciona un conjunto de derechos que figuran en la Convención de los Derechos del Niños y que pueden ser captados con la EPH”.
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