El término de “la grieta” lo acuñó hace una década el periodista Jorge Lanata para referirse a ese enfrentamiento prácticamente irreconciliable entre el kirchnerismo y antikirchnerismo. A juzgar por los resultados de las últimas elecciones legislativas y las últimas encuestas, a simple vista parece que esa grieta se está cerrando. O, mejor dicho: es cada vez más intrascendente en un paisaje en el que aparecen nuevas grietas: el kirchnerismo, si no hace algo para recuperar su atractivo en la gestión de la economía argentina, tiende a desaparecer, por eso esa división se va haciendo cada vez más irrelevante.
Después de su derrota en las elecciones legislativas del año pasado, hoy el oficialismo apenas reúne un tercio de la intención de voto incluso según encuestas del propio peronismo. Tendencia, a la baja.
Pero justo cuando parecía que esa grieta se cerraba -o se notaba menos- aparecieron otras nuevas divisiones en la Argentina que parecen tan irreconciliables como aquella que bautizó Lanata.
El fenómeno Milei y las grietas en el oficialismo y la oposición
La más llamativa es la grieta entre la política y la sociedad. El economista Javier Milei logró instalar el mote de “casta” para cualquiera de los partidos tradicionales. Fue tan efectivo el apodo que hasta la vicepresidenta Cristina Kirchner lo empezó a usar, aunque para referirse al periodismo crítico.
En realidad, el economista despeinado no es más que un emergente de la bronca de una parte muy importante del electorado con el peronismo y el fracaso de la alianza Cambiemos durante el mandato del expresidente Mauricio Macri.
El encuestador y consultor político Carlos Fara venía descubriendo en sus focus groups que había una mayoría silenciosa en la sociedad que se estaba hartando de la grieta: la gente “normal” en todo el mundo anhela ver a los políticos trabajando juntos por el bienestar de la sociedad y, cuando todo va mal, se empieza a hartar de que los políticos hagan de sus diferencias una especie de “forma de vida”. Así se explica el “fenómeno Milei”.
Pero la de Milei identificando a grandes grupos de electores hartos del fracaso de los políticos no es la única “grieta de la grieta”. Ya el “oficialismo” peronista nos había acostumbrado tanto a su grieta entre cristinistas y albertistas, que esa fisura ya formaba parte del paisaje y por eso se nota cada vez menos.
En la oposición, la grieta entre halcones y palomas es prácticamente un clásico desde el inicio de la pandemia, cuando el jefe de gobierno porteño todavía se abrazaba con el presidente Fernández. En el nido de los halcones, quedaron el expresidente Macri y la jefa del PRO, Patricia Bullrich, y en el de las palomas, el propio Larreta y los potenciales candidatos radicales.
El gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, a veces ni se distingue del oficialismo kirchnerista, y otro de los aspirantes presidenciales del radicalismo, el neurólogo Facundo Manes, marcó su pertenencia ornitológica a la especie de las palomas cuando fue el único opositor que se quedó sentado en su banca durante la inauguración de sesiones ordinarias del Congreso por parte del Presidente, el pasado primero de marzo, luego de que se levantaran y se fueran ofendidos sus compañeros de bancada.
Moncloa a la criolla
Paradójicamente, la otra grieta que apunta a ser el centro de la campaña electoral de cara a las presidenciales del año próximo es la que propone Horacio Rodríguez Larreta.
El alcalde porteño ofrece una idea interesante y que podría convertirse en el centro del debate en la campaña electoral: se precisa generar un consenso entre el 70 por ciento de la dirigencia política porque son tan grandes las transformaciones y reformas que necesita la Argentina para salir adelante, que no se podrían encarar sin un gran acuerdo de la política. Se trataría algo así como una versión criolla de los pactos de La Moncloa, que suscribió a fines de los 70 casi toda la política española y que llevaron a España del atraso medieval de la era del dictador Franco a ser hoy uno de los países más prósperos de Europa.
Con esa “propuesta antigrieta”, Rodríguez Larreta sostiene su lado de la grieta con el resto de su partido, el PRO: Patricia Bullrich y el propio expresidente y fundador del espacio, Mauricio Macri. Ambos ejemplares halcones deberán dirimir su propia “grieta” interna de quién es el halcón que vuela más alto. Cuando Bullrich insinuó que Macri no se presentaría como candidato a presidente en las próximas elecciones, el expresidente viajó a Estados Unidos para fotografiarse con Donald Trump. Intentó transmitir el mensaje de que no hay mayor halcón que él y que no se bajó del juego.
Es evidente que Macri ya no cuenta con el asesoramiento de su gurú ecuatoriano, Jaime Durán Barba, que lo convenció mientras fue presidente de que la única salida que tenía era el gradualismo.
Durán Barba llevó a Macri así a perder la oportunidad de lograr su reelección, y por eso terminaron distanciados: el ecuatoriano se volvió a Quito afirmando que el que decepcionó fue Macri y no su asesoramiento. Esa grieta ya es insalvable. Pero lo más probable es que Durán Barba, con todos sus errores, le hubiera advertido al expresidente que no se fotografiara con Trump. El republicano hoy es investigado en la justicia por su rol en la toma del Capitolio por sus simpatizantes más fanáticos y tiene muy mala imagen fuera de los Estados Unidos.
La idea de Larreta -que seguramente iría a una PASO, si Macri realmente aspira a volver a candidatearse- no solo confrontaría con los halcones de su propio partido, sino que tendría que ponerse a prueba con Javier Milei: el economista de Avanza Libertad no solo avanza porque insulta al alcalde porteño y despotrica contra “la casta”, sino que tiene un plan económico y lo explica todo el tiempo ante quien lo quiera escuchar.
El dilema de Larreta es cómo prometer el 70 por ciento de consenso para encarar reformas y a la vez poder demostrar que tiene una idea de plan económico superador del fracaso de la anterior gestión de Cambiemos.
En ese aspecto, tendría que imitar a Milei y empezar a mostrar ese plan económico. Sería una forma de contrariar el consejo de Durán Barba para la campaña que llevó a Macri a la presidencia en 2015: no adelantar ningún plan, “porque a nadie le interesa escuchar planes económicos”. Pero como esa estrategia fracasó en la práctica de la gestión, y la intención de voto de Milei no para de subir, probablemente no tenga más remedio que copiar al economista y violar una de las “reglas de oro” del marketing político argentino: la de no mostrar planes económicos hasta tanto se esté instalado en la Casa Rosada.
El problema es que los votantes -desesperanzados y en estado de depresión colectiva- están queriendo elegir a quien les ofrezca un plan que les dé esperanzas de que el país pueda frenar su decadencia. El “vamos viendo una vez que llegamos” ya no corre más.
Recientemente Rodríguez Larreta tomó algo del discurso de Milei, que tan bien impacta en las generaciones sub-40: empezó a usar palabrotas. “No jodamos más con esa boludez de halcones y palomas”, dijo frente a un auditorio de jóvenes del PRO.
Pero al mismo tiempo ridiculizó una de las propuestas centrales del economista que vive insultando al jefe de gobierno porteño: les dijo a los jóvenes de su partido que las propuestas del melenudo de eliminar el Banco Central y dolarizar la economía eran absurdas y que no había soluciones mágicas.
De hecho, el mundo de los economistas está dividido en dos bibliotecas alrededor de la dolarización. Pero los votantes jóvenes, justamente, son hoy los más “dolarizadores”: cuando un tercio de la sociedad está a favor de sacarle a la política el manejo de la moneda dolarizando, entre los sub 25 la preferencia por “el verde” llega a casi la mitad: la “grieta” en torno al dólar se hace más fuerte entre los jóvenes, que explican buena parte del éxito de Milei en las recientes elecciones en la ciudad de Buenos Aires.
Todos estos dilemas y grietas no solo son un gran desafío para los candidatos, sino también para sus asesores de marketing político, que siguen un “manual” que parece casi escrito por Durán Barba.
El ecuatoriano podría sacar una edición revisada de ese libro, porque hoy el propio exasesor de Macri asegura que visualiza a Milei como el más probable ganador de las presidenciales del año próximo: justo el que recomendaba no explicar planes económicos ahora está viendo ganador al que lo único que hace es explicar sus planes económicos.
El consultor de comunicación política Carlos Germano lo dice sin vueltas: “las campañas políticas que vienen no van a tener nada que ver con lo que vimos en el pasado. Quedó atrás el mito de que no hay que explicar planes económicos en campaña. Va a ganar el candidato que mejor pueda transmitir futuro en un país con una clase política obsesionada con el pasado”.