He reído mucho en la mañana, pero en off.
El Editor nos ha motivado con un espejismo para que traigamos la nota brillante,
iluminadora, devastadora de la competencia. Afuera les espera el Pullitzer, nos
dijo, sin un gesto que modificara su rostro. Así de simple Dejó caer la imagen
del éxito, flotar en el ambiente, y se dio media vuelta. Mis carcajadas estallan
en silencio, como viejas auroras boreales. Un espejismo sólo se ve evaporar
después que la realidad retoma el lugar de los hechos y la imaginación. Miré la
ventana por si veía algo nuevo. Pero es inútil, la naturaleza no cultiva
espejismos más que en el desierto. Los premios son para hechos heroicos,
emblemáticos, con aureola fantástica y mística, de gladiador romano. Periodismo
espectáculo, con escenario y todo incluido, información y hechos del momento que
mantienen en vilo el falso instante de la historia. Toman un avión y otro vuelo
casual, incógnito y atraviesan a una gran velocidad las líneas enemigas para
palpar de primera mano la “verdad”, esa que ocultan gobiernos, diplomáticos,
agencias y los propios protagonistas. Son pistas, huellas, señales, pequeñas
luces miserables para armar un arbitrario rompecabezas. Horas sentado en una
silla, frente a un ordenador, la luz opaca de la noche, amanece en el texto, las
voces de las entrevistas son un coro desordenado. Palabras que mencionan a
muertos, como si arrastraran sus cadenas y pasado hasta nuestras páginas. Late,
late el tic tac de sus corazones robados. Me permito este estilo, porque no
tengo otro para reflejar lo perdido. ¿La muerte es un premio? ¿Es un premio
vivir bajo la bota? El Hamster da vueltas y vueltas sin detenerse, sólo cree en
el círculo vicioso de su movimiento. Así pasan las noticias por la TV. ¿Todo nos
entra por los ojos y sale por la nuca? ¿Qué nos queda en el paisaje interior con
tanto bombardeo de imágenes? Podrían estar saliendo loros y papagayos
conversando detrás de las orejas y todos seguirían atentos a algún videojuego,
como si el tiempo pasara de largo y nadie se enterara. Es el vicio banal en la
estación game, allí donde se olvida todo, porque sólo existe un pequeño presente
convertido en placer. ¿Para qué buscar más allá de la lejana montaña, donde todo
comienza o donde nada termina? Es la ruta más corta para llegar a ninguna parte.
Un paso en el aire, otro al costado y todas las cartas se las lleva el viento,
aún aquellas marcadas.
La tarde da paso al tedio/una fotografía fuera de foco/¿o
el ojo no quiere ver?/La mosca revolotea la mosca/algo huele mal/un zumbido no
es raro/pero cien parece un ejército/¿Habrá guerra?/Qué hora asesina/cuando lo
mataron/Y lo enterraron completo/de pie a cabeza/Aún así respira/como un muerto
extranjero. (La mosca es tan libre, que se caga en cualquier lugar de la
alfombra)
Gore Vidal, de frente
El escritor norteamericano Gore Vidal, quien nació en la
Academia Militar de West Point, Nueva York, autor de una cuarentena de libros,
dispara sin contemplación al corazón del stablishment norteamericano que
encabeza el Number One. Bush ha destruido la república, hemos perdido el país, y
nuestras instituciones, sostiene tajantemente a sus 82 años, una de las voces
más críticas y potentes de Estados Unidos. Gore Vidal, reside en California,
aunque vivió muchos años en Ravello, Italia, siente que al norteamericano no
sólo se le ha despojado de sus derechos adquiridos como Nación libre, sino que
se le ha anulado culturalmente.” Nos han convencido de que somos perfectos.
“Somos la envidia del mundo, nos dicen, la economía número uno del planeta. Nada
es verdad, pero nos han educado para creerlo”, advierte el escritor, quien
recorre Estados Unidos dando conferencias y expresando sus puntos de vista ante
una sociedad que carece de espíritu crítico. Si viviéramos en un país perfecto,
donde todos quieren venir a vivir, responde Gore Vidal a su público, por qué los
noruegos no piden un green card, se pregunta. ¿Quién dejaría Noruega para vivir
aquí?, se interroga y responde: “este es el país más aburrido de la tierra.”Pero
no es sobre el aburrimiento donde el best seller norteamericano pone su acento
crítico en una entrevista que concedió a La Jornada de México, sino en lo que
califica golpe de estado de Bush, desplome de la institucionalidad
norteamericana y la pérdida del único obsequio heredado del imperio británico:
la Carta Magna y el habeas corpus, todo lo que dio el tono del Siglo de las
Luces a Estados Unidos”. Sus décadas vividas en Italia y sobre todo, su hastío
por las políticas de Bus, como la pérdida de conciencia de la sociedad
estadounidense, le hacen afirmar que él es italiano, no gringo. Y describe la
sociedad, esta situación de época, como un viejo soldado de West Point
comprometido, crítico, rabioso de tanto fracaso y olvido del pasado: “Los
estadounidenses no viven en un país, viven en algún acontecimiento. Ven
comerciales de productos que en verdad no quieren, y entre uno y otro está la
guerra.“La gente no puede esperar que los medios le comuniquen algo de valor,
algo que pudiera nutrir sus energías. Muchos sí desean un cambio, y da la
impresión de que algo puede ocurrir, pero no ocurre. No tenemos país, nadie
tiene la sensación de vivir en un país: vivimos en un lugar donde si tienes
dinero estás bien, y si no estás en la mierda”. Las declaraciones de Gore Vidal
van directo al corazón de este monaguillo de Dios, cuando denuncia que Bush
“consigue a esta pequeña comadreja, (Alberto) Gonzales, su abogado personal, y
lo único a lo que éste se dedica, antes de que finalmente el Congreso lo obligue
a renunciar (como procurador general), es legalizar todo acto ilegal o
inconstitucional de este presidente inconstitucional y malicioso que cree en la
tortura, cree en matar gente, cree en la guerra unilateral contra otros países
que no nos han ofendido de ninguna manera y no nos pueden dañar de ninguna
manera”.
Un idiota en tiempos de guerra
El viejo Gore Vidal, que se ha batido en tantas guerras
reales y en la ficción de su literatura, no menos real, está usando artillería
pesada para desarmar la utopía del mal: “soy un presidente en tiempos de guerra,
soy un presidente en tiempos de guerra, remeda al inquilino de la Casa Blanca y
dispara: Bueno, es un idiota de tiempos de guerra, eso es lo que es.” Gore Vidal
es un restaurador de la memoria de su pueblo desmemoriado y su compromiso es con
la historia. “Éstas – los que gobiernan, advierte, son las peores personas del
mundo. Los hombres del petróleo, del gas, los ladrones, gente de Texas, un
estado al que me gustaría restaurar su antigua independencia y echarlo a los
lobos de México –, y agrega en español–: a la chingada con Texas”. Contesta en
tiempo presente, pasado y futuro, no hay limites en sus palabras. ¿Para qué ir
más lejos del olvido? El tiempo es circular, va y viene. ¿Las palabras
permanecen en silencio? Gore Vidal es uno de los últimos mohicanos que alza su
clara y potente voz sin miedo, limpia como el orgullo de sus antepasados. En
El Patio Trasero, donde nada ocurre al parecer o todo es o da lo mismo,
sentimos el espléndido eco del tañido de su nuevo amanecer. Pocas veces el
engaño ha ocupado una tribuna más ruidosa, escandalosamente engañosa, de una
extraña patología ruin y perversa. Si la historia no suele ser como la cuentan,
un presente manipulado desde las entrañas de una nación, es aún más difícil de
interpretar, dilucidar, entender. En esta época conspira además el horror como
anestesiante, la musiquilla del terrorismo del otro lado del mundo. El Patio
Trasero comienza en la frontera y se extiende hacia el Sur infinito. Se está
construyendo, afianzando un gran portón, un muro en la frontera con México,
cortando de una tajo la geografía, separando las familias, dejando los hijos
nacidos en Estados Unidos, mientras cada día muere un mexicano que quiere
traspasar el muro. Coyotes de un mismo patio/cuerpos sin altar, ni
sueños/debajo del río/dormidos/anclados en desiertos esparcidos/Al otro lado del
río/el muro/vaga el sueño/ el zorro en el umbral del frío/ pellejo mutilado/un
cadáver se ha perdido/entre los muertos/alguno sale caminando/al otro lado del
sendero/una sombra cruza de vuelta el río/Son los fantasmas de la noche/los
oscuros cuerpos sin dueño/El muro no olvida sus muertos/con su mirada de
gigante/cubre los cuerpos desnudos/alzados /bajo las estrellas/ tibios sobre las
sábanas/húmedos ¿qué ve el muro que no veamos nosotros?
El águila sobre el muro
Ese muro no debiera estar allí porque ese era territorio,
suelo mexicano. El mismo águila lo reconocería que fue tomado de un zarpazo.
Gore Vidal, en medio de la entrevista al diario azteca, hace un aparte dentro de
la historia, y cita al general Ulises S. Grant, comandante de las fuerzas
triunfantes del norte en la Guerra de Secesión, militar que había participado en
la invasión a México en 1848, y dice: “declaró más tarde que consideraba que la
Guerra de Secesión fue el castigo de Dios contra este país por la injusticia y
barbarie cometidas contra México.” Gore Vidal dispara, dispara, no al bulto,
sino al corazón. “Todo es trampa en este país, corrupción y robo. Mire nuestras
elecciones: uno recauda suficiente dinero, compra suficiente tiempo en
televisión y puede resultar electo aunque nadie lo conozca, aunque a nadie le
importe. O sea, ¿cuál es la noticia política todos los días? Cuánto dinero
recaudó Hillary... ‘Uy, no. No puede ser, es una antipática’.” Hillary C., puede
ser la próxima y primera presidenta de Estados Unidos. Ya conoce los secretos de
la Casa Blanca y cuenta con el hábil manejo de su marido ex presidente. Gore
Vidal la califica finalmente de “mujer inteligente, y eso la hace odiosa a los
varones estadounidenses. Sí, reafirma: es una mujer inteligente, no es algo
frecuente en mi país”. ¿Pero confía en ella? se le pregunta. “No confío en
nadie, soy italiano”, responde.” Un escritor memorioso, no virtual, con pasado
como Gore Vidal, leyenda como el recién fallecido Norman Mailer, cree en la
vieja república dinamitada por George Bush, cuando la gente leía y pensaba. “en
el viejo Estados Unidos, la república, y algunos tratamos de representarla”. La
memoria, la historia, es su respuesta, su rebelión, contra la cultura anulada de
su pueblo. Escéptico de un gran cambio, reconoce que hay un creciente coro que
se opone a la guerra. La guerra está de moda, mantiene abierta su bragueta 24
horas al día. No es el único problema en el mundo, pero si el más importante,
junto al hambre, corrupción, calentamiento global, fanatismo religioso oriental
y occidental, y todos estos pasos cambiados, oscuros, que da el poder fáctico en
dirección contraria a todos nosotros, simples mortales de a pie.
El green card es la institución verde lotería
-esperanza para quienes quieren ingresar a Estados Unidos y trabajar por uno o
más años. Para Gore Vidal, cualquier viajero con esas intenciones, lo primero
que debe saber “es el racismo y la medida en que domina toda esta cultura. Y
número dos: gordura. Éstas son las personas que se ven más gordas y espantosas
en el planeta. Hablo de mis paisanos. Viajo a Misisippi una vez al año a algo
que se llama ‘Día de los Gore’: el clan de los Gore llega de todos los puntos
del país, y uno ve a estos puercos enormes, de cara mezquina, labios delgados y
ojos pequeños... gente espantosa, y son mi gente. Los Vidal son un poco
mejores.” Es un final para Hollywood, un libreto algo grotesco y burdo. Dijo más
Gore Vidal y lo seguirá haciendo. Dejemos algo en el tintero.
Epílogo para una ética mafiosa
Mi padre habría dicho hace algunas décadas: la ética es una
pelafustana venida a menos. Nadie da un maravedí por esta muda y ciega pastora
de ovejas descarriadas. La mafia siciliana, ha revelado en una de las redadas
exitosas de los carabinieri, que en la Cosa Nostra existe una ética basada en el
decálogo del perfecto mafioso. Todo tiene, al parecer, un mecanismo y una
explicación. Se trata de los Derechos y Deberes que no deben transgredir para
conservar la organización. No prestar dinero aún amigo. Sólo hacerlo a través de
un tercero. No desear la mujer del prójimo. Ninguna relación con la policía. Si
el deber llama, hay que acudir. Puntualidad y respeto a cada una de las citas.
Respeto a la esposa. Decir la verdad en cualquier situación y a la pregunta que
sea. Matar, traficar, extorsionar, todo está permitido, pero no robar dinero de
cualquier persona o mafioso. Para ingresar a la Cosa está cada día más
consolidada, es parte del mercado, se legaliza. Y con estos valores quien podría
dudarlo u oponerse. Este decálogo se conoció por gentileza de Salvatore Lo
Piccolo, el último padrino, heredero de Bernardo Provenzano. Seguro que no
creerá usted lector, como yo, que es el último capo de tutti capi.
Silvia Banfield©2007