Frente a la profunda crisis moral, política y financiera que vive nuestra Patria, la mayoría de los políticos y economistas se esfuerzan por hacer la propuesta más beneficiosa para los capitales ciegos e impersonales, como si fueran entes suprahumanos, pensando que, con ello, dichos capitales generaran trabajo y crecimiento.
Convencidos están que en sus manos está la solución a los problemas de los argentinos, sin advertir que en los últimos 39 años de democracia tuvimos 29 ministros de economía, lo que nos evidencia que estos también son parte del problema mostrándonos una radiografía del país que es un barco a la deriva.
Tan poco Estado como sea posible y tanto Estado como sea necesario debe ser el norte de la construcción de un proyecto de país; pero, si con el argumento de un proyecto solo se buscan soluciones a corto plazo orientados a beneficiar excluyentemente a los capitales y no al desarrollo de la nación, estamos dando vueltas siempre sobre los mismos problemas que nos dará inevitablemente los mismos resultados, a pesar de poder tener algunos engañosos veranitos.
Un Estado subsidiario es aquel que promueve a que los particulares puedan desarrollar todas sus virtudes y capacidades, reservándose solo aquello que los particulares no puedan hacer o lo que se defina como estrategias de seguridad o interés nacional.
Para poder definir una baja de impuestos, una disminución de la ocupación en el sector público y todo aquello que signifique una reducción del gasto público y el déficit fiscal, debemos tener como primera premisa para que y que grado de sufrimiento ello representa en las personas de carne hueso. La experiencia nos dice que todas las propuestas en los últimos 40 años, aunque podríamos ir más atrás, pero quedémonos desde que se recuperó la democracia, significaron sufrimiento e incertidumbre para nuestra sociedad.
Los políticos latinoamericanos, no solo los argentinos, hemos mentido a nuestros pueblos al salir de los procesos dictatoriales y autoritarios en nuestros países, afirmando que con la democracia se come, se cura, se educa, se tiene bienestar, y la realidad nos ha mostrado que es todo lo contrario. Hoy nos asustan nuevamente la aparición de autoritarismos y populismos, pero la gente no se fija ya en esas discusiones de las clases políticas e intelectuales, sino que reclaman solución a sus necesidades básicas insatisfecha.
Es por ello que se requiere una gran revolución moral para frenar y si es posible, terminar con la corrupción generalizada; una propuesta y puesta en marcha de un verdadero proyecto nacional que no debe ser bla bla bla, sino serio,
fundado y realizable, generando las herramientas financieras adecuadas para llevarlo adelante (acá si hablaríamos de reducción tributaria y normas empresariales y laborales, sin perder derechos, acordes a los tiempos), para pensar con esperanza y confianza en un futuro distinto que nos incluya a todos y nos garantice la igualdad de oportunidades dentro de la democracia. La democracia es un ejercicio diario que se aprende todos los días de nuestras vidas y nos debe dar respuestas a los ciudadanos.
A partir de este diagnóstico es que invito a todas las fuerzas políticas a discutir un auténtico proyecto de país para los próximos 20 años mínimos, terminando con las fantasías que proponen el incesante derrotero por los medios de comunicación de los economistas y de políticos asustadizos que viendo la posibilidad de perder sus posiciones de poder abrazan ideas inconsistentes.
Mi aporte es el Modelo de Desarrollo Argentina Azul, que impone una nueva visión estratégica, reconociendo que somos un país marítimo, modificando la matriz productiva industrial incorporando al mar como actor protagónico.
Este Modelo de desarrollo nos permitiría duplicar el PBI, terminar con la pobreza estructural y generar trabajo para todos de calidad y con futuro. Conocimiento, Campo, Mar y cuidado del Medio Ambiente son los pilares esenciales de este Modelo de Desarrollo novedoso y desconocido por la inmensa mayoría de los ciudadanos.
Si maduramos como sociedad y exigimos este tipo de debates y discusiones tenemos futuro, de lo contrario seguiremos siendo un barco a la deriva donde algunos vivos se queden con todas las riquezas mientras las mayorías sufrirán eternamente y serán cautivas de propuestas populistas que los acallan con un plan a cambio de un voto.