“Y si te parece que están comprando los votos, bárbaro, que sigan comprando los votos. Y si nos pagan para estar al ´cuete´, problema nuestro y del Presidente, que queremos estar al ‘cuete´”: pasajes inolvidables del insólito monólogo de la “planera” Mariana Alfonzo que revolucionó las redes sociales y los medios con su “sincericidio” en respuesta a un crítico de los planes sociales.
El video se viralizó como pocos por las redes sociales y mereció incontables comentarios en los medios de comunicación. La “planera” se paseó por los canales de noticias, porque en los 20 años de existencia de los planes sociales en la Argentina, nadie había sido tan sincero y directo explicando cómo disfruta con que le paguen por no hacer nada: hoy hay más de un millón de argentinos que viven de planes sociales y se pueden dar el lujo de no trabajar, aunque haya demanda insatisfecha de mano de obra.
Y hoy una parte del oficialismo kirchnerista ya está pensando en extender ese “beneficio” a no menos de siete millones de argentinos con un “salario básico universal” que podría quedarle “de regalo” a un futuro gobierno de la actual oposición.
El impacto de la “planera” en el Gobierno y la oposición
La “planera” Mariana le explicó sin sonrojarse al aire a Franco Mercuriali, en TN, que cobra 60.000 pesos, entre asignaciones, bonos y planes, y que no le conviene ni le interesa trabajar.
Pero en medio de la repercusión social y mediática de su honestidad brutal quedaron dos actores clave de la vida política argentina que prefirieron mirar para otro lado: el gobierno y los principales referentes de la oposición.
En el caso del gobierno, es comprensible la incomodidad de la franqueza de Mariana: la “planera” es un pequeño eslabón de una cadena de acuerdos tácitos entre los receptores de planes sociales y un partido político que cuenta a esos beneficiarios de asistencia social como votos “casi” seguros.
El “sincericidio” es comprensiblemente incómodo porque ese acuerdo entre los planeros y la política suena bastante impúdico en los oídos de los millones de argentinos que todavía creen que es más digno ganarse la vida trabajando y estudiando.
Pero lo más llamativo fue el silencio de la oposición, que podría haber aprovechado ese magistral “centro” para patear al arco: esos son los mejores momentos para empezar a instalar el debate de las profundas reformas estructurales que precisa la Argentina para alguna vez poder tener una macroeconomía estable, una moneda sólida, crecimiento e inversiones.
Era una excelente oportunidad para plantear una reforma laboral que fomente que las Pymes contraten y que desaliente a los “planeros” a escaparle al trabajo: que el trabajo no lo dé el Estado o que se reemplace con planes sociales, y que la asistencia social sea solo una forma de ayudar en una situación de emergencia.
Rubros con demanda de mano de obra
Actualmente hay muchos rubros -como el gastronómico- con demanda de mano de obra insatisfecha. Pero muchos “planeros” se resisten a dejar sus beneficios para ir a trabajar o a lo sumo aceptan trabajo en negro o changas, para poder seguir cobrando planes. Mientras tanto, muchas Pymes se niegan a contratar en negro por el altísimo riesgo que conlleva: la perversidad del “modelo argentino” parece de ciencia ficción.
El problema de la oposición es que todavía no se pudo poner de acuerdo ni en los lineamientos básicos de un plan económico superador de la frustrada experiencia del expresidente Mauricio Macri - o no se anima a debatirlo abiertamente.
Hay que entender el origen de ese silencio: Mauricio Macri en su momento enumeraba como un gran logro haber otorgado más planes sociales que el anterior período de Cristina Kirchner.
Otro de los motivos del silencio económico de la oposición es que en buena parte de sus filas calaron profundo las enseñanzas del consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba, que sostenía que “a nadie le interesa escuchar planes económicos”, mostrando poca comprensión del enorme descalabro económico que es la Argentina.
Los planes económicos no se transmiten desde un podio en una plaza o en un mitín político: son justamente los momentos de alta indignación y enojo de la sociedad -como el que generó el “sincericidio” de la “planera” Mariana- las “plataformas” ideales para explicar los planes económicos. Esos son los momentos en los que la sociedad les presta muchísima atención a los debates económicos: ¿cómo piensa hacer la oposición, cuando sea gobierno, para que no hagan falta los planes sociales? ¿Puede explicar la oposición qué opina del reclamo de los piqueteros kirchneristas de crear un “salario básico universal” que pondría bajo planes sociales a más de siete millones de argentinos que perfectamente podrían trabajar? ¿Cuál sería el plan para que haya trabajo en blanco y mejor remunerado para toda la población? ¿Cuál es el plan para capacitar a los desocupados para que se desempeñen mejor en el mercado laboral?
Otro mito político de la Argentina que inmoviliza a la oposición se remonta a la era de la presidencia de Carlos Menem, que -para sorpresa de los votantes tradicionales peronistas que lo apoyaron esperando un “salariazo”- lideró una ola de privatizaciones y pasó de una economía estatista a una furiosamente pro mercado. En una entrevista, Menem dijo sin vueltas: “Si les decía qué iba a hacer, seguro que no me votaban”. Ese mito mueve el pensamiento político aún hoy.
Habría que ver si Menem realmente tenía tan claro durante la campaña electoral qué iba a hacer para frenar la hiperinflación de entonces.
En su libro “Primer Tiempo”, el expresidente Macri justifica que no quiso emprender las reformas estructurales que ya en ese momento eran urgentes porque “no tenía mandato”. No se refería a que no hubiese ganado claramente las elecciones, sino que, a su juicio, no le había sacado a su rival kirchnerista, Daniel Scioli, la suficiente ventaja como para sentir que “tenía mandato” para hacer reformas.
La opinión pública de hoy reclama planes y no precisamente sociales
Según la última encuesta nacional de la consultora Zuban, Córdoba, solo el 36 por ciento de los argentinos cree que “la oposición tiene plan económico para gobernar otra vez”.
Esa misma encuestadora midió que el 64 por ciento de los argentinos quiere que se eliminen los planes sociales, y un abrumador 74 por ciento quiere que se sancionen los piquetes.
Una reforma laboral “para que las empresas den trabajo” tiene el consenso del 64 por ciento de los argentinos, según una reciente encuesta de la Universidad de San Andrés. Instalando ese debate hoy, el día que llegue la oposición al gobierno no habría más dudas de qué mandato tiene y para qué.
La opinión pública argentina le está dando a la política un claro “mandato” para que reforme la economía y limite los planes sociales. El problema es que los argentinos no creen que la oposición sepa cómo hacerlo.
El economista Javier Milei está recuperando en buena medida la intención de voto que había perdido en mayo después de una serie de “metidas de pata” mediáticas: escandalizó a la opinión pública cuando dijo que estaba por la libre portación de armas, habló a favor del comercio libre de órganos y de bebés y no pudo explicar nada más allá de su plan económico. El promedio de las encuestas lo proyectaban a principios de año en 20 por ciento. En mayo cayó por debajo de 15.
No sorprende que en las últimas encuestas el economista despeinado esté volviendo a esos 20 puntos de intención de voto que se nutren casi exclusivamente de la oposición de Juntos por el Cambio: la opinión pública está pidiendo a gritos un plan económico para poder volver a creer en el futuro del país y, por ahora, es el único que lo está ofreciendo desde la oposición.