Esta historia comienza con un reventón de dos neumáticos lo cual, aunque no es una historia en sí misma, provocó una trama dentro de otra trama.
Todo empieza en mi propia persona: yo sólo era un simple empleado de una empresa que se ocupa de obras de construcción para la municipalidad.
La historia trata justamente de esa misma empresa: Opavi S.A., cuyos camiones han sido alquilados históricamente por empresas hormigoneras (Hormigones Avellaneda, Aremix, Mineti y Lomax).
Un día, al ir transportando hormigón a una obra que proveía Hormigones Avellaneda, descendí en una pendiente donde no me fue posible detener y por lo cual reventé un neumático. Como no quise provocar un accidente de tránsito y, visto que aquel neumático estaba en las ruedas duales, decidí proseguir mi viaje.
Lo cierto es que, cuando llegué a la zona de la obra, reventó un segundo neumático. Al dar aviso a la empresa –Opavi-, lejos de preocuparse por saber si yo estaba bien o mal y sin preguntarme por qué había hecho semejante maniobra (es decir, mi decisión de no querer provocar un gran accidente de tránsito), me despidieron inmediatamente.
Ese fue el comienzo de la pesadilla.
El Juicio
Es inevitable –casi siempre- llevar este tipo de cuestiones al terreno legal. La bronca, sumada a la injusticia, hacen que uno intente escarmentar a quienes provocan este tipo de actitudes.
Mi sentimiento, pues, tardó seis meses en salir a flote. Tenía sobradas evidencias en mi haber y sabía que, en última instancia, iba a llegar a hacer justicia.
Luego de transcurridos seis meses de ver si Opavi entraba en razón de lo injusto que habían sido para conmigo -y sin tener respuesta- inicié una demanda reclamando horas extras, vacaciones y aguinaldos mal pagados.
En ese preciso instante comenzaron las maniobras de Horacio Policella, uno de los dueños de Opavi, a efectos de no pagar lo adeudado.
En ese mismo momento, dos testigos de mi demanda, por obra de la casualidad, recibieron el otorgamiento de una vivienda en la calle Tucuman por parte de la misma empresa.
Casi al mismo tiempo, en otro gesto extraño, otro de los testigos fue transferido a una empresa amiga de Opavi (Transporte Zumacal).
Seguramente Ud. –al igual que yo- pensará que es todo esto es obra de la casualidad.
Créame que no lo es.
Situación laboral
Tener un trabajo en blanco en días como los que corren es una verdadera hazaña. Un pequeño puñado de conocidos míos tienen ese elitista privilegio. Yo, por supuesto, tuve semejante suerte en muy pocas oportunidades.
Una de ellas se dio al poco tiempo de dejar de trabajar para Opavi.
Aunque suene jactancioso, la gente de Hormigones Avellaneda me tomó como empleado -el 19 de agosto de este mismo año- por mi responsable forma de trabajar.
Créase o no, tuve el privilegio de ser el primer empleado que tomaba la empresa luego de la gran recesión sufrida por el país.
El mismo día que empecé a trabajar en Hormigones Avellaneda, Horacio Policella (recordemos: uno de los dueños de Opavi) se comunicó con la citada empresa pidiendo que me quitaran el empleo.
Como era de esperar, en un principio nadie hizo caso a su pedido.
Pero al pasar unos días Policella hizo presión sobre el mismísimo gerente de Hormigones Avellaneda, el Sr. Puisi y yo quedé nuevamente en la calle.
El Apriete
Nunca faltan los aprietes en este tipo de cuestiones y, como cualquier hijo de vecino, yo no era nadie especial como para no ser susceptible de ellos.
Al ser Opavi proveedor y cliente de Hormigones Avellaneda, había un compromiso comercial entre ambas empresas. Por aquel motivo se me encargó hablar con el dueño de Opavi –Policella- con el pretexto de que, al ser cliente, no se lo podía hacer quedar mal.
Bien... cuando me comuniqué con este personaje la sorpresa no fue nada grata: para mi completo asombro, me sugirió que frene el juicio que tenia contra él. De lo contrario, él le iba a entregar al gerente de Hormigones Avellaneda la demanda y eso a mí, según él, no me convenía.
El imperio contraataca
El día que comencé a trabajar en Cementos Avellaneda, pensé que no todo estaba perdido. Una empresa que me daba la chance de demostrar mi capacidad de trabajo, era lo que necesitaba en medio de tanta bronca interior. Era un trabajo sencillo, duro pero sencillo para alguien que tenía tantos años de hacer lo mismo.
Ser “hormigonero” es una tarea realmente monótona. No hay mucha variación en las tareas que uno hace. Y eso es importante, ya que provoca que uno vaya perfeccionando su propia técnica de trabajo.
Lo cierto es que, a pesar de mi sentida vocación, fui despedido de la empresa, so pretexto de que debían hacer “parar dos camiones”.
Como he dicho antes, puede que lo relatado sea obra de la casualidad, cosa que dudo completamente.
El dolor, la bronca y la impunidad al ver el privilegio que los poderosos ostentan contra el trabajador me superan.
La desidia de la organización gremial, me hace comprender que el sistema feudal aun impera en el planeta...
Pablo Caruso
LA VERDAD FLACO Q BIEN Q HICIERON EN DESPEDIRTE POR PELOTUDO, REVENTAS UNA RUEDA, PARAS EL CAMION Y SI NO TE GUSTA COMO TE DICEN , RENUNCIA...PARA QUE HACES JUICIO COMO TODOS LOS NEGROS GARCAS...EN FIN.. JODETE POR GARCA QUERER HACER JUICIO SALAMIN!!