La verdad sea dicha, si se hiciera un censo en la materia, resultaría numerosa la cantidad de aficionados que confesaran haber jugado al fútbol en la quinta Los Abrojos. Aun si solo consideramos a las personalidades, la lista resulta interminable. Lo cuenta el propio Mauricio Macri, a la hora de evocar anécdotas jugosas registradas en la cancha que se divisa a la derecha, ni bien el visitante ingresa al predio ubicado en el partido de Malvinas Argentinas, donde el exmandatario suele pasar los fines de semana desde siempre, aun cuando era presidente.
Historias como aquella que protagonizaron Diego Maradona y Marcelo Tinelli, dos personalidades notorias que tuvieron gran cercanía con quien más adelante sería presidente de la Nación, mas luego se distanciaron.
En una oportunidad, el entonces conductor de VideoMatch desafió al equipo de quien en breve sería presidente de Boca, pero al salir a la cancha aparecieron los jugadores de la tercera de Chacarita, con Gonzalo Bonadeo en el arco y MT en la delantera. La diferencia de nivel era tan alta que al llegar de visita el Diego, el equipo “reforzado” de VideoMatch llevaba una ventaja de tres goles.
Como tantas personalidades del jet set vernáculo, Maradona tenía libre acceso a la quinta y al ver desde la tribuna (porque también hay tribuna) la paliza que le estaban dando a los locales, concluyó: “Esto no puede ser”, y fiel a su estilo épico se fue a los vestuarios para cambiarse y ponerse a disposición de los derrotados. Al ingresar, el Diez descontó rápidamente de tiro libre. Y no demoró en anotar otros dos goles, poniendo las cosas 3 a 3. Los ánimos se habían caldeado: los visitantes objetaban la presencia del Diez, y para evitar que las cosas pasaran a mayores, el árbitro dio el partido por terminado un rato antes.
El episodio relatado por el propio Macri a un grupo de periodistas en su campaña presidencial de 2015 vale en la actualidad para certificar que no era algo excepcional tener acceso a Los Abrojos, donde como se ha dicho y repetido los últimos días, también son habituales los torneos de fútbol.
Pareciera ser que los “servicios” que el presidente se había comprometido al asumir a mantenerlos alejados de esos quehaceres, han hecho una excepción en este caso. Así, la búsqueda de imágenes de concurrentes a esos partidos dio los resultados conocidos, mas el resultado no fue el deseado por los imputados, pues el tribunal terminó desechando las recusaciones a jueces y fiscales. Consiguieron, sí, el objetivo de desviar la atención de los alegatos hacia los partidos de fútbol en la quinta; alentando además el relato de lawfare que seguirá cobrando fuerza hasta fin de año, para cuando se espera concluya el proceso. Con un final para el cual la defensa no alberga optimismo, a juzgar por las cartas que viene mostrando -más preocupada por asignarle al caso vinculaciones políticas que refutar pruebas con elementos concretos-.
Así las cosas, se entiende el enojo de la vicepresidenta, para quien no alcanza con la certeza de que no terminará presa pues para ello debiera haber una eventual condena firme que recién podría llegar cuando la Corte Suprema se expidiera, y el Tribunal Supremo no tiene plazos para hacerlo. Tampoco es cierto que se busque su proscripción, pues el año próximo ella podrá ser candidata a lo que sea, ya que lo contrario solo podría suceder si tuviera una condena confirmada en Casación, y los tiempos no dan para eso: en junio del año entrante se cierran las listas.
Es, en definitiva, la razón fundamental de la decepción de Cristina Kirchner para con quien ella eligió para encabezar la fórmula del Frente de Todos: haber incumplido el mandato que le dio de ocuparse de las causas judiciales que la preocupaban. Se entiende también, escuchando por ejemplo al fiscal Diego Luciani -un zaguero “cumplidor”, aunque apenas “discreto”, según cuentan-, los enormes esfuerzos puestos desde el cristinismo en el Senado para forzar la salida del procurador general Eduardo Casal, jefe de los fiscales, provisorio en el cargo desde la salida de Alejandra Gils Carbó en 2017.
Cristina viene mostrando en sus redes sociales que su obsesión es la justicia en general y sus causas en particular. Lo cual no implica que se desentienda de la crisis; mantener erguidas sus banderas es para ella prioridad. Y está claro que como con la justicia, hace rato perdió la fe en que Alberto Fernández pueda dominar la crisis. Pragmática al fin, la vicepresidenta le dio el visto bueno a Sergio Massa para hacerse cargo de la economía, con la misión no menor de llevar el barco hasta 2023, evitando que el peronismo sume a su historia el demérito de tener que acortar un mandato, corrido por la crisis.
Audaz, el expresidente de la Cámara de Diputados busca evitar el témpano y le ha dado aliento a la tripulación, mas no la tiene para nada sencilla. La falta de dólares es la máxima preocupación, pero el nivel de inflación es combustible para el incendio. No por esperado el 7,4% de julio dejó de causar impacto, y los argumentos con los que el presidente buscó justificar la situación solo provocaron atención de los más críticos. El 54% del último año de Cambiemos, que Alberto Fernández insiste en recordar, se derrite ante los tres dígitos que se divisan en el horizonte; la pandemia tampoco alcanza para justificar y el argumento de la guerra suena débil al comparar con nuestros vecinos: Brasil tuvo deflación en julio y Jair Bolsonaro hace campaña mostrando la crisis en nuestro país y sugiere mirar “la miseria que hay en la Argentina”; Uruguay tuvo 0,5% en julio y la inflación acumulada este año es del 4,9%; Paraguay 0,7 el mes pasado; Chile (cuya economía no viene bien) 1,4%, lo que significa una variación del 8,5% en lo que va del año.
En México, con un gobierno afín al de Alberto Fernández, la variación de precios fue 0,74% y ya suma 8,15% en el año, lo que indica la tasa más alta de los últimos 22 años, por lo que hablan allí de grave crisis. En Estados Unidos, que sufrió también un pico inflacionario, julio cerró con 0,68%.
El mal momento persistente en el seno del Gobierno, lejos estuvo de ser capitalizado por una oposición que se conmovió la última semana una vez más por el “huracán Carrió”. La líder de la Coalición Cívica volvió a realizar un raid mediático a través de los medios que suele elegir para sus apariciones, en las que derramó lluvia ácida sobre varias figuras del Pro y la UCR. Como suele ocurrir en esas circunstancias, en Juntos por el Cambio optaron por el silencio, hasta que la presidenta del Pro, Patricia Bullrich, le contestó a través de Twitter, con un mensaje en el que defendió a propios y ajenos alcanzados por los proyectiles de “Lilita”, y concluyó con un contundente “Basta Carrió”.
Lejos de amilanarse, la exdiputada nacional no interrumpió su recorrida por los medios, aclarando como siempre que ella hoy no es “nada” oficialmente, pero que no se va a callar. Y desde el PRO y el radicalismo salieron en fila a contestarle, aunque cuidándose de evitar que la situación se desmadrara. Entre otros, Cristian Ritondo le recordó que cuando ella sugería aprobar el Presupuesto 2022, fue él quien se enfrentó con Máximo Kirchner y terminó siendo la voz cantante que habilitó el rechazo.
“Lilita es así”, la justifican desde su partido y sus cada vez más desconcertados socios de JxC, aunque sin conformarse con esa explicación. Muchos ven detrás la mano de Mauricio Macri -con el que ella misma confesó haber hablado recientemente y que evitó cruzarla-, aunque se equivocan quienes piensen que Carrió pueda ser mandada a decir tal o cual cosa. La explicación más expandida es que ella ve con desconfianza a muchas figuras de JxC que son cercanas a Sergio Massa y teme que si el ministro de Economía logra enmendar más o menos las cosas y potenciar su figura, terminen confluyendo con él.
Habida cuenta el rechazo personal que la figura de Massa le inspira a Macri, ahí es donde imaginan al expresidente potenciando los reparos de Lilita.
El propio exmandatario participó activamente en el almuerzo del viernes pasado de los líderes del Pro en el que se resolvió poner paños fríos a la situación. Fiel a su estilo, Carrió ya dijo lo que quería y ahora se callará por un buen tiempo, por lo que la controversia será pasará a segundo plano, aunque la tensión ha dejado secuelas. En la coalición, y en una sociedad que mira azorada a la principal oposición enfrascándose en una discusión sobre el repertorio de los violinistas de la orquesta del Titanic.
Se verá si los paños fríos incluyen las acciones judiciales que Ritondo, Gerardo Milman y Rogelio Frigerio habían decidido impulsar contra la cofundadora de Cambiemos. Son varios los que consideran que ella cruzó esta vez límites inaceptables, como al hablar de “la amante de”, en su catarata dialéctica.
También consideran inoportuna la intervención de Elisa Carrió, otorgándole un respiro al Gobierno justo al alcanzar una inflación récord en los últimos 20 años.