Cuando esta nota esté
publicada, Cristina Fernández de Kirchner estará en vías de asumir la
presidencia de la Argentina. Se concreta así un traspaso del poder
único hasta ahora en el mundo: que un presidente coloque la banda presidencial y
ceda el bastón de mando a su propia esposa.
Cristina llega así a cumplir
la máxima aspiración para la que se presume que se prepara un político durante
toda su carrera: regir los destinos del país. Detrás quedaron los años difíciles
de su niñez y adolescencia; la agitada época de sus estudios universitarios (mientras
sigue en duda su culminación); los años transcurridos en la austral
provincia de Santa Cruz, donde comenzó a escalar posiciones en la política; su
paulatino ascenso de diputada provincial a nacional y su posterior llegada al
Senado; hasta recalar en el acceso de Néstor Kirchner a la presidencia y su
preparación para convertirse en su sucesora.
La duda que persiste es si
Cristina gobernará de motu proprio o con su esposo manejando los hilos, o
buena parte de ellos, entre las bambalinas. Resultó por lo menos llamativo el
hecho de que hace pocos días dijera muy firmemente que sería ella la presidenta
y nadie más, y en las últimas horas señalara que “Kirchner seguirá siendo
presidente”. Es decir, que habría que asumir que Kirchner continuará detrás
de ella como “presidente” y no como “prescindente”.
Ocurre que la preparación de
Cristina para tan alto cargo no superó las expectativas creadas en torno a su
persona, pese a los esfuerzos que en tal sentido hicieran el equipo del gobierno
y los adulones de siempre. El hecho de que en los últimos meses realizara
múltiples viajes al exterior, donde a decir verdad –como lo reflejamos
oportunamente- no hizo tan buen papel como la maquinaria oficial y los medios
genuflexos pretendieron imponernos, no fue factor suficiente para que su figura
pudiera ser revestida de “estadista”.
En este país se ha manejado
siempre un concepto erróneo de esa palabra, y los políticos piensan que ser
“estadista” es simplemente haber efectuado viajes a otros Estados. Nada más
lejos de ello. Hay que manejar aspectos mucho más complejos para acceder a ese
calificativo, y no solamente viajar y pugnar por lograr una fotografía con
reyes, presidentes, primeros ministros o lo más granado del gobierno de un país.
Y esto es precisamente lo
que le falta a Cristina. Ha demostrado por ejemplo manejar una buena oratoria
cuando peleaba por algunas leyes desde su banca en el Senado, pero por otra
parte mostró que carece de ella cuando hay que representar los intereses de su
país en el exterior. Sus discursos en los viajes que hizo en estos últimos meses
no pasaron de la banalidad y de ser repetitivos, como también casi calcados
fueron los que pronunció en los escasos actos de campaña que hizo en su propio
país.
Claro que no es con
discursos que se conduce una Nación ni se aplican planes de gobierno. Pero,
¿tiene Cristina un plan de gobierno?y estamos hablando de un plan de gobierno
completo, no de insinuaciones sobre tal o cual aspecto que hagan a
distintos sectores oficiales. Hasta el momento no lo ha evidenciado.
El caso es que, como
señalamos en análisis anteriores, la nueva presidenta argentina no encuentra un
camino lleno de rosas, sino más bien uno con muchas espinas. Los numerosos y
conocidos casos de corrupción –ya suficientemente mencionados en esta página-
son sólo algunas de ellas. Pero hay espinas no menos lacerantes, como el
irresuelto caso de la desaparición del albañil y testigo contra represores Julio
López, el acuciante problema de la inseguridad diaria y el castigo que
representa para los exhaustos bolsillos ciudadanos la inflación descontrolada
que se desató y, para peor, la que se desatará no bien se liberen, como se hará
en lo inmediato, los precios de las tarifas de los servicios públicos, como ya
se liberaron los de los combustibles y el transporte, regalo este último que
aguarda a los argentinos para comenzar el nuevo año.
Con estas nubes en su
horizonte comenzará Cristina Fernández de Kirchner su gobierno no bien reciba el
bastón de mando presidencial de manos de su esposo. La ex senadora y ahora
presidenta ha concitado en este último año tanto adhesiones como críticas,
quizás más de éstas últimas que de las primeras.
Su ascenso al poder le
depara por lo tanto el gran desafío de demostrar si podrá hacerlo sola, si
mantendrá a Néstor Kirchner en una posición expectante detrás suyo y si, sola o
acompañada por éste, encontrará el camino correcto –obviamente mediante la firme
decisión política de hacerlo- para que el país y sus habitantes puedan despegar
definitivamente hacia un mejor destino que el que tuvo hasta ahora.
Conclusión
Al acto de asunción de la
nueva gobernante asistirá, entre los mandatarios y delegados de otras naciones
presentes, el inefable presidente venezolano Hugo Chávez, quien además anunció
que luego de ese acto se quedaría unos días en la Argentina.
Muchos especulaban estos
días con la posibilidad de que éste ejecutara otro de sus habituales números
circenses, tan proclive como es a ellos en cuanto tiene delante un público tan
importante como el reunido en esta ocasión.
Sin embargo, personalmente
estimamos que esta vez Chávez se mantendrá algo al margen de la remanida
pretensión de descollar que le dicta su acendrado egocentrismo.
Es que por una parte el
hombre viene demasiado golpeado por la derrota que acaba de sufrir su proyecto
de reforma constitucional en el referéndum llevado a cabo el 2 de diciembre
último.
Y por otra parte creemos que
el gobierno argentino no le permitirá al bolivariano tomar demasiado vuelo o
ensayar alguna de sus polémicas con el rey de España –esta vez a través de su
hijo, el príncipe Felipe- o el presidente colombiano Alvaro Uribe.
Al menos una de las
comentadas intenciones de Cristina sería la de no quedar tan “pegada” al
venezolano como lo estuvo durante estos últimos cuatro años el gobierno
argentino, prefiriendo abrir renovados rumbos –sería en buena hora- hacia países
tan bien encaminados política y económicamente como Brasil y Chile, además de
volver a tender aceitados puentes con Estados Unidos.
Son por ahora incógnitas que
tendrá que ir develando, a poco de comenzar su trayectoria presidencial,
Cristina Fernández de Kirchner.
Una mujer que ha recorrido
un largo camino hasta llegar donde finalmente llegó.
Carlos Machado