Parecía un tema resuelto, pero no era así. Aunque el propio y principal interesado debe haber sido el primero en sorprenderse el martes pasado al conocer el fallo de la Corte Suprema que le dio la razón a Luis Juez para ocupar un lugar en el Consejo de la Magistratura, en detrimento del senador camporista Martín Doñate.
La decisión judicial generó la previsible y airada reacción del oficialismo en el Senado, amenazas de desacato y un final abierto como única certeza.
El fallo fue contundente, pero así y todo hay dudas en torno a lo que pueda llegar a suceder. En primer lugar, si el senador cordobés podrá ocupar ya el lugar que le correspondía, según acaba de determinar el máximo órgano judicial del país. Y luego, si podrá continuar cuando dentro de pocos días deba producirse el recambio de miembros de la Magistratura. Porque si bien el fallo es concluyente respecto de que la división del bloque oficialista fue una irregularidad decidida para ser simultáneamente primera y tercera minoría, podría entenderse que ahora sí el bloque oficialista puede hacer valer su decisión de transformarse en interbloque, cosa que la Corte consideró una maniobra inaceptable en vísperas de la conformación del nuevo Consejo.
Ya algunas figuras de Juntos por el Cambio se adelantaron a justificar que el fallo alcanza a esta nueva situación, conforme el hecho de que el bloque del Senado sigue teniendo la homogeneidad que exhibía aún antes del fallo de inconstitucionalidad de la ley que creó el Consejo de la Magistratura. Y hasta las autoridades del “interbloque” son las mismas que antes de la “división”. No son pocos los juristas que abonan esa teoría y todo hace prever que el tema pueda volver a judicializarse. Con el mismo resultado, lo más probable.
Los antecedentes del kirchnerismo no garantizan un resultado distinto. Botón de muestra es lo que sucedió con el procurador de la provincia de Santa Cruz Eduardo Sosa, cesanteado por el entonces gobernador Néstor Kirchner cuando había comenzado a investigar la contratación que esa provincia había hecho con un estudio de abogados por fuera de la estructura del Estado para negociar el cobro de una deuda de la Nación por regalías petroleras (los famosos 600 millones de dólares que finalmente el Gobierno de Menem le dio y que Kirchner depositó luego en el exterior). Cuatro veces la Corte reclamó su reposición en el cargo, mas la provincia nunca obedeció.
Este conflicto de poderes en ciernes abona el terreno pedregoso de la relación entre la vicepresidenta de la Nación y la Justicia, en el que ella agregó piedras esta semana al recusar a la jueza María Eugenia Capuchetti por no haber indagado los vínculos políticos del autor del atentado en su contra y la figura del diputado Gerardo Milman. El kirchnerismo sigue obsesionado en encontrar vinculaciones políticas con el fallido magnicidio: le resulta inaceptable limitar el ataque a una banda de delirantes lúmpenes, que es lo que vienen a ser los miembros de “la banda de los copitos”.
De eso y muchas otras cosas más hablará Cristina Kirchner este jueves, en el acto que con toda pompa la tendrá como única oradora en La Plata. Ciudad emblemática para el kirchnerismo, hay quienes se preguntan si la exmandataria utilizará ese escenario para lanzar directamente su candidatura presidencial 2023.
Sería toda una novedad, pues el kirchnerismo suele apegarse a sus costumbres. Lo cual sugiere que eso no sucederá, más allá de que toda la previa del evento, las declaraciones que lo anteceden y hasta la estética de difusión que lo rodea, la muestran decididamente en modo campaña.
Pero los Kirchner siempre, siempre, mantuvieron la incógnita hasta el final. Incluso cuando estaba cantado en 2007 que ella tomaría la posta de su esposo, el entonces presidente insistía con la alternativa “pingüino o pingüina”. Lo máximo que se adelantó Cristina fue en 2019, cuando en mayo, a un mes del cierre de listas, sorprendió a todos con la fórmula de los Fernández, con ella en el segundo lugar.
No cualquiera es vocero del kirchnerismo, y esa es una condición que le asiste a Andrés “Cuervo” Larroque, que viene abonando la teoría de una candidatura de CFK. Lo hizo días pasados cuando en El Destape Radio le recomendó al presidente Alberto Fernández “que se amigue con el liderazgo de Cristina y que no esté enojado, o pensando en qué lugar está él, o si lo nombran más o menos”. Hay que analizar sus declaraciones y allí pidió “discutir por qué no pudo ser candidata en 2019”.
Lo del liderazgo es una inquietud transversal en los tiempos que corren en la política argentina. Lo plantea el cristi/kirchnerismo para abonar las expectativas en que su líder pueda volver a la Rosada, y también en la vereda de enfrente cuando se preguntan sobre el destino de Mauricio Macri. Quien no oculta su convicción de que él debería ir por un “segundo tiempo” es Miguel Pichetto, quien el viernes abonó la teoría de “tiene cuatro patas, mueve la cola y ladra”, para sugerir sin decir que el expresidente trabaja en una candidatura: “Si un hombre camina el Conurbano, presenta un libro, el libro se llama ‘Para qué’ (vamos a gobernar la Argentina); viene de otro libro… En cualquier lugar del mundo, un analista político diría: ‘El hombre está sentando expectativa y está consolidando liderazgo’”.
Entrevistado en el programa La Rosca, Pichetto repitió que los expresidentes son siempre en la Argentina “figuras potentes”, por el hecho de que son bien conocidos hasta en el lugar más recóndito. “No dejemos de analizar esa variable como posible”, sugirió quien dicen que vería con agrado acompañarlo en una fórmula, como en 2019. Habló allí también de un dato no menor: que “la Argentina está viviendo un proceso político de fuerte debilidad de la autoridad presidencial”.
“Ese modelo de que el que tiene el liderazgo va atrás o no va, creo que no va a funcionar… Hay expectativa dando vuelta e incluso creo que la sociedad puede llegar a castigar si las expectativas que esos sectores tienen en esos liderazgos no se concretan”, se sinceró. ¿No sería una vuelta atrás insistir con esas dos candidaturas? “La política es realismo puro, se hace con el material humano que tenés, y con los que lideran”, resumió el auditor general de la Nación. Y concluyó: “Para que haya un cambio tiene que haber sustitución de liderazgo”.
Ya se sabe que el excandidato a vicepresidente de la Nación es un convencido de que cuanto más demore la principal oposición en definir un liderazgo, más se aleja de las posibilidades de volver al poder. Para él, y para muchos en ese espacio, esperar hasta agosto del año que viene puede resultar ser un riesgo fatal. Y nada indica que esa alternativa vaya a ser modificada, por cuanto los arrebatos para eliminar las PASO habrían sido conjurados en el oficialismo.
Los liderazgos necesitan tiempo para ser consolidados. Cuando en la época de Alfonsín el peronismo definió en una histórica interna quién sería su candidato, lo hizo el 9 de julio de 1988. Las elecciones se hicieron un año más tarde, el 14 de mayo venidero y Carlos Menem asumió el 8 de julio de 1989, 364 días después de haber derrotado a Antonio Cafiero.
La interna por ahora JxC la mantiene sin pausa y a cielo abierto, lo cual es decididamente poco recomendable para sus aspiraciones. Al cabo del desayuno convocado la última semana para apaciguar los ánimos, se confirmó que el Pro tiene 3 precandidatos, Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y María Eugenia Vidal, más allá de la omnipresencia del expresidente Macri. Para desvelo del primero, la exministra de Seguridad mantiene el liderazgo en las encuestas en un electorado que se siente atraído por los extremos. El jefe de Gobierno es, para propios y extraños, un muy buen candidato… para un balotaje que ganaría de manera concluyente. Pero debería atravesar antes dos citas que se le hacen cuesta arriba, por lo que suman los extremos: las PASO y las generales de octubre en las que los eventuales desencantados de una derrota en las primarias de Bullrich podrían migrar hacia Javier Milei.
Una encuesta de D’Alessio Irol/Berensztein muestra a Patricia Bullrich en el primer lugar en imagen positiva (52%), siendo la más valorada entre los votantes de Juntos por el Cambio. Con todo, la exministra tiene un problema de cara a una campaña extremadamente larga: la falta de fondos para llevarla adelante. En su paso por Mar del Plata en el Coloquio de IDEA, la presidenta del Pro no tuvo ningún prurito en reclamarle apoyo a los empresarios y se fue feliz de la recepción que encontró en ellos. Pero transcurrido un mes, ese apoyo prometido aún no se ha visto concretado.
Un dato accesorio que vale. El presidente, que retrasó su regreso al país para no hacerlo sobre el temido discurso de su vice en el Día de la Militancia, alcanza en la citada encuesta su peor combinación de imagen positiva y negativa: 76 y 17%, respectivamente. De ahí que le cuestionen sus supuestas aspiraciones a reelegir, una quimera que ni él debe creer posible.