Un poco de historia
Como en el periodismo es inválido, inútil y falto de seriedad
quedarse con una sola fuente, es necesario recurrir a otras. “Mínimo tres”, como
sugieren grandes referentes de la profesión. Ya citamos una, la Real Academia
Española. Faltarían dos más, usaremos todas las que creamos convenientes.
Es necesario, para lograr un análisis profundo,
contextualizar estos términos en las distintas etapas de la historia para poder
entender el porqué de estas significaciones.
Tal como nos enseñan en la escuela, en 1779 la concepción
política del ser humano se dividió en dos. Esta división, más conocida como la
de girondinos o jacobinos, derivaría en lo que conocemos hoy en día como la
“izquierda” y la “derecha”. Casualidades de la historia o no, los jacobinos, los
reformistas, los revolucionarios, los que querían acabar con el sistema de
explotación de la nobleza, se sentaron a la izquierda de los dueños del poder y
de todas las tierras. Los girondinos los considerarían como el mal de la
sociedad, lo opuesto a la línea vertical que exigía el “inmaculado” sistema de
la Iglesia Católica: Dios-El Papa-El Rey-La nobleza-El pueblo. Como señalamos
antes, casualmente los opositores al sistema católico se sentaron a la
izquierda.
Hay quienes sostienen que estos términos se utilizaron por
primera vez en política en la época del Imperio Romano. Para referirse a los
políticos rectos, rígidos y duros que “seguían la ley a rajatabla” usaron el
término “derecho”. Y a aquellos más sensibles, más comprometidos con el pueblo,
que al ver tanta injusticia hacían excepciones a las reglas y querían “ablandar”
ciertas leyes con tal de favorecer a los más marginados se los denominó con el
adjetivo “izquierdo” por ser este el lado del corazón y por tanto, de los
sentimientos. Pero aunque a algunos les parezca positiva esta última suposición,
tradicionalmente está como mal vista, siendo la “correcta” la empleada para
referirse a los más rectos y “legítimos”.
Volviendo a la Revolución Francesa, la razón por la cual se
resalta la “casualidad” es que los conceptos de “izquierda” y “derecha”
asociados a la religión, las ideologías y las creencias, se remontan a los
albores de los cultos que subsisten hasta hoy en día. En diversos pasajes del
El Libro de los salmos(2), podemos encontrar distinciones positivas
con respecto al lado derecho de un objeto, de un ser o de un fenómeno como
ocurre por ejemplo en los salmos 16,11: “Me
harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de
felicidad eterna a tu derecha.”; 17,7 “Muestra
las maravillas de tu gracia, tú que salvas de los agresores a los que buscan
refugio a tu derecha.”; 18,36 “Me entregaste tu escudo victorioso y tu mano
derecha me sostuvo; me engrandeciste con tu triunfo.”; 44,4 “No ocuparon la
tierra con su espada ni su brazo les obtuvo la victoria: fue tu mano derecha y
tu brazo, fue la luz de tu rostro, porque los amabas.”; 48,11 “Tu alabanza, lo
mismo que tu renombre, llega hasta los confines de la tierra. Tu derecha está
llena de justicia”; Isaías 41,13 “Porque yo Jehová soy tu Dios, que te ase de tu
mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudé.”
Sobre el lado izquierdo sólo se lo menciona una vez en el
salmo 91,7: “Aunque caigan mil a tu izquierda y diez mil a tu derecha, tú
no serás alcanzado.” Pero como se puede apreciar, no tiene ninguna significación
negativa ni positiva. Aunque implícitamente podemos tomar a la izquierda como
algo por lo menos indiferente o negativo, ya que todas las apreciaciones
positivas son hacia la derecha y el ser humano automáticamente establece la
relación de los opuestos derecha – izquierda, bueno – malo.
De autores
y polémicas
Robert Ambelain (1907–1997), un autor francés que revivió el
ocultismo de su país, masón, martinista y confieso derechista, encara el tema en
su obra El Auténtico I Ching(3) de una forma bastante particular:
“Hay un detalle que no deja nunca de revelar la
orientación espiritual de una corriente o de un rito, su adhesión a la derecha o
a la izquierda en cuanto a la mano activa en esa corriente o ese rito.
En su libro Le Roi du Monde, René Guénon -otro autor
francés- nos recuerda que, según san Agustín y otros Padres de la Iglesia, la
mano derecha representa la misericordia o la bondad, mientras que la mano
izquierda, sobre todo en la Divinidad, representa la justicia, es decir, el
rigor. Mientras que la ‘mano de justicia’ es uno de los atributos ordinarios de
la realeza, la ‘mano que bendice’ es un signo de la autoridad sacerdotal, que
aparece en ocasiones en ciertas monedas galas.”
Como bien menciona el autor, vale destacar que la figura del
Demonio, la de Satanás, en las catedrales es representada por estatuillas o
imágenes en donde figura con dos manos izquierdas, lo que remite a la esencia de
su concepción según la cristiandad, su incapacidad de realizar bendiciones, de
llevar la palabra de Dios, o como bien lo dice el Ambelain, su “inclinación
inexorable a ejercer el rigor.”
Asimismo, se remonta un poco más en el tiempo y explica que
esta distinción surge de la simple observación del amanecer. “Si se sitúa
uno frente al oriente en el momento en que el Sol se libera y se alza en el
horizonte, tendrá el sur a mano derecha, ángulo en que estará el Sol unas horas
más tarde, al llegar a su cenit. En cambio, en ese momento del orto (sic) solar,
tendrá el norte a su izquierda.” Según él para los cultos religiosos,
la medianoche se sitúa al norte, porque en ese punto geográfico es
en el que “las tinieblas alcanzan su máximo”. Es por esto que las pilas
bautismales en las iglesias son situadas al norte, “allí donde el sacerdote, en
cada bautismo, pronunciará a favor del niño que se le presenta el exorcismo
liberador de la mancha original.”
Pero el simbolismo va más allá de las representaciones
materiales y geográficas. Para mucha gente el usar la mano derecha o la
izquierda es determinante a la hora de realizar una acción. O bien, no sólo qué
mano usan, sino el recorrido que realizan sus movimientos desde el origen al
fin.
Respecto a este último punto ejemplifica: “(…) Hacia el año
200, el signo de la cruz era de uso corriente en toda la cristiandad, según
afirmaban Orígenes, Agustín y Tertuliano. Se hacía invariablemente con la mano
derecha, y su línea transversal iba de derecha a izquierda. Las Iglesias de
Oriente han conservado este uso, y sólo la Iglesia romana lo traza de izquierda
a derecha, cosa que empezó a hacer en el siglo XI, tras la ruptura en 1054 con
las primeras, ruptura que en ese momento deseaba subrayar.
La brujería medieval perpetuó hasta nosotros el hacer la
señal de la cruz a la inversa, con la mano izquierda y del pecho a la frente,
cuando se trataba de invocar al Demonio.”
Más adelante completa Ambelain: “(…)En todas las religiones,
las bendiciones se llevan a cabo con la mano derecha. Cuando se utiliza
el pulgar para efectuar unciones de óleo, se trata siempre del derecho. Si se
unen las manos después de la unción, se pone la mano derecha encima de la
izquierda. Los obispos llevan el anillo en el cuarto dedo de la mano derecha
y sostienen el báculo episcopal en la mano izquierda, a fin de dejar libre la
derecha para las bendiciones, pero debido también a que el báculo, arma
episcopal, corresponde a la izquierda, el lado del rigor.”
Fiel a la tradición machista del medioevo, las mujeres
también fueron discriminadas por el lado que debían ocupar. Connotación negativa
mediante, obviamente les tocó estar a la izquierda del hombre.
El masón martinista nos recuerda que “a partir del siglo VII,
las mujeres se colocaron en el lado izquierdo de la nave de las iglesias, el
lado del Evangelio, mientras que los hombres se colocaban a la derecha, el lado
de la epístola.”
El lector podrá pensar que tal vez éste sea un análisis
quisquilloso, detallista, crítico (que de hecho lo es) y tendencioso. Pero podrá
ver que esto se torna más que serio cuando la condición natural del hombre entra
en juego. Vale otra vez citar al polémico Ambelain: “El derecho canónico excluye
de la ordenación sacerdotal a todos aquellos a quienes una lisiadura natural
o una deformación hacen inaptos para el servicio del altar. El zurdo
forma parte de los excluidos, a no ser que se corrija previamente. La misma
exclusión se observa en el hinduismo (ritos védicos) y en el budismo amarillo.”
Remitiéndose a épocas mucho más lejanas, el polémico pensador
justifica sus dichos afirmando que “la antigüedad pagana rechazaba igualmente
la siniestra. Los misterios órficos enseñan que el alma que llega a una
encrucijada en la ruta que siguen los difuntos ha de elegir entre dos caminos.
Uno de ellos conduce hacia un ciprés blanco, que da sombra a una fuente de la
que mana el agua del olvido, aniquiladora de la personalidad. El otro conduce al
agua fresca de lago de Memoria. Y el myste, el adepto, ha sido avisado de
antemano de que debe tomar el camino de la derecha, el que va al lago.”
Pero esto no sólo es una cuestión religiosa o mitológica.
Poco a poco, el fenómeno fue propagándose por otras áreas de la cultura mundial.
“La francmasonería tradicional ha conservado la costumbre de situar la
entrada de la logia a la izquierda, a fin de tener a su derecha el altar
central, como en el mundo antiguo. Y la salida se hace también por el lado
derecho, para seguir teniendo el altar central a la derecha.
La cadena de unión masónica no se forma cruzando una muñeca
cualquiera sobre la otra, sino precisamente la derecha sobre la izquierda.
Por el contrario, en los grados llamados ‘de justicia’, incluso a veces ‘de
venganza’, es decir, los grados de cordones negros, es la muñeca
izquierda la que se apoya sobre la derecha.(…)
(…) Victor Henry, en su obra La magie dans l’Inde antique,
confirma esta regla inmutable:
‘En los ritos de magia negra, la derecha cede ante la
izquierda. Si se toma un objeto, se hace con la
mano izquierda; si se adelanta un pie, es el pie izquierdo. Se presenta entonces
el costado izquierdo al fuego o a cualquier otro accesorio en torno al cual se
gira’ ”
Particularmente, éste pensador derechista, que pierde el
sueño haciendo énfasis en el desprestigio histórico de todo lo que esté alineado
a su izquierda, muestra su lado contradictorio al admitir que “la esvástica
dextrógira [la que se ilustra al revés de la utilizada por los nazis]
corresponde al número 360, número del Logosada, el Abraxax de los gnósticos,
mientras que la esvástica senestrógira, la del nazismo alemán,
corresponde al numero 666, el número de la Bestia según el Apocalipsis (13,18),
número igualmente de Sorath, demonio del Sol (cf. H. C. Agrippa, De Oculta
Philosophia, II, iii). La esvástica senestrógira es también la de los
Bons-Pos, o ‘Gorros Rojos’ tienen ritos que se le asemejan, como el
ro-lang y el tchod.” Parece que el autor no consideró que al difamar
tanto a lo izquierdo podría encontrarse identificado con ciertas facetas…
En su interpretación, que ya podemos considerar como
agudamente pareidólica(4), Robert Ambelain observa que “siempre se ha
achacado un sentido propicio a la rotación de los astros por la derecha, curso
aparente del Sol. El sentido contrario, en cambio, se calificaba de siniestro (sinister,
izquierdo). Los augures latinos juzgaban favorablemente el vuelo de las aves
hacia la derecha, y desfavorable su vuelo hacia la izquierda. Hace
unos años, se descubrió un undécimo planeta, difícilmente controlable debido a
que se halla perdido en la luz de la masa estelar. Al parecer, gira en
sentido contrario a los demás planetas, lo que no es de buen augurio para los
tiempos que se aproximan.”
Además de las acepciones de las palabras “izquierda”,
“zurdo”, “siniestro”, “derecha” y “diestra” citadas anteriormente, vale mostrar
las que el propio Ambelain encontró en su mataburros de cabecera. Así lo
edita en su libro: “El idioma ha dado un sentido peyorativo a los términos
que derivan de izquierda y de la palabra latina sinister. Por ejemplo:
-izquierdista: anarquista, nihilista, exaltado peligroso;
-siniestro, a: inclinado a lo malo, avieso y malintencionado; infeliz, funesto o aciago;
-siniestro: catástrofe, desgracia, pérdida importante; resabio, vicio o mala costumbre.”
Hasta aquí muchos podrán considerar que Ambelain sólo hizo
una investigación del tema a la que no le aporta una opinión explícita de su
postura política o religiosa. Visto desde un punto inocente sería válido, aunque
el verdadero oficio del periodismo enseña a investigar todo y no creer en todo
lo que se escucha, es decir, leer entre líneas.
Desde el comienzo de las citas, pudimos mostrar la tendencia
que el autor del libro quiso darle a su trabajo, pero lo que termina dando forma
a nuestra sospecha es la conclusión. La “sutileza” que Ambelain quiso mostrar
desde un principio es desparramada violentamente por el precipicio cuando en la
conclusión deja ver descaradamente su opinión. Es necesario destacar que los
autores de esta nota creen en la libertad de expresión y que cada individuo
puede sostener las ideas que considere más apropiadas para el funcionamiento de
su mundo. Pero hay ciertas palabras, ciertas frases y ciertas “ideas”, si
es que podemos tomarlas como tales, que han hecho mucho mal a la humanidad, y
sin ir más lejos, los argentinos lo vivimos en carne y hueso. Tal vez los
genocidas que nos gobernaron desde 1976 a 1983 copiaron estos argumentos para
diseñar su “plataforma gubernamental”. Éstas son las palabras que Robert
Ambelain utiliza para argumentar su tesis: “los zurdos escriben
inevitablemente muy mal y son incapaces de convertirse en calígrafos,
aunque a veces sean muy buenos diseñadores, cosa que no tiene nada que ver con
lo anterior. En cuanto a los buenos tiradores, considerados como ‘zurdos’,
son casi siempre diestros en cuanto a la mano, sólo que, al ver mejor con el
ojo izquierdo, disparan apoyando el arma a la izquierda.
El periódico France Soir publicó –cita el autor-, en
su número del 1 de septiembre de 1989, un artículo de Claude Massot en el que
afirmaba que, de acuerdo con un estudio que duró diez años, llevado a cabo por
el profesor Stanley Cohen, director del Departamento de Psicología de la
Universidad de Vancouver, en el Oeste canadiense, los zurdos tienen una
esperanza de vida menor que los diestros. Sufren del 25 al 50% más de
accidentes diversos que los diestros, y en muy contados casos sobrepasan
los ochenta años. Se debe a que nuestro mundo ha sido concebido para los
diestros. Los coches, las máquinas, los instrumentos, etc, no están
diseñados para facilitar la vida corriente de los zurdos.
Naturalmente no es posible invertir las cosas y recrear el
mundo a favor de los zurdos, ya que entonces serían los diestros los que
ocuparían la zona de riesgo. Y no siempre resulta posible crear utensilios
destinados a ambos, ni cambiar en este sentido el conjunto de la vida moderna.
Lo que hay que hacer, evidentemente, es desterrar la corriente, impuesta en
general por psicólogos femeninos, según la cual se ha de dejar a los niños
pequeños libres de ser zurdos o diestros. Si se corrige desde muy pronto a los
niños zurdos (yo mismo lo he sido…), el cambio no les traumatiza nunca. No
faltan ejemplos que lo demuestren. Pero esto forma parte del laxismo general,
surgido en primer lugar en los Estados Unidos hace alrededor de medio siglo,
cuyos frutos empezamos a cosechar en Europa.
Por lo demás, dicha característica influye, sin que los
individuos se den cuenta, sobre su comportamiento político. Por ejemplo, una
encuesta realizada en Estados Unidos ha puesto de manifiesto que existen más
‘gente de izquierdas’ entre los zurdos que ‘gente de derechas’.
La cuestión se explica quizá por una sugestión inconsciente. El
individuo zurdo, a fuerza de decirse que lo es, acaba por convencerse de que su
interés está ‘a la izquierda’, tanto política, como social e ideológicamente.”
No hay mejor adjetivo calificativo que darle a éstos
“argumentos” como el de peligrosos.
En la
Argentina también
Para reforzar la teoría de la connotación negativa adjudicada
a los términos “izquierdo”, “zurdo”, “siniestro”, es fundamental no quedarse
sólo con una visión, por eso a continuación vamos a mostrar otro pensamiento
prejuicioso, esta vez, de un investigador local. El reconocido licenciado en
filosofía Francisco García Bazán en su trabajo La derecha y la izquierda como
categorías religioso-políticas tradicionales(5), hace ciertas
distinciones cualitativas acerca de los hechos ocurridos en Francia en épocas de
revolución.
“(…) Tan demócratas en lo esencial eran los jacobinos como
los girondinos, pero sus comportamientos diferentes hicieron que sus respectivos
apelativos, pronto se consideraran como sustantivos antónimos. Pero no sólo
debe hacerse esta advertencia, sino que asimismo puede observarse que las
designaciones opuestas y valorativas de “izquierda” y “derecha” que se les
adscribieron no eran la obra del azar, sino que respondían a los dictados
de una caracterización cualitativa que correspondía relativamente a cada una de
las facciones y que, por lo tanto, más allá de las circunstancias se
adoptaba a los tipos de contrapuesto significado simbolizados por la izquierda y
la derecha: el jacobino como síntesis del individuo extremista
y radicalizado, a causa de su carácter demagogo, exaltado y sanguinario;
el girondino igualmente propulsor de los derechos y progresos
libertarios, pero apoyando su postura sin hostilidad hacia el pasado y con
estudiada mesura”
Si hay algo que no le falta a García Bazán es subjetividad y
capacidad de hacer juicios de valor más que falaces sobre ciertos aspectos de la
historia que tal vez no se alinean con sus expectativas.
Obviamente, todo hombre de letras se aferra a sus libros a la
hora de argumentar. No fue ésta la excepción para el filósofo argentino, que
entre otros textos eligió a un pitagórico para darle forma a sus dichos. De paso
sirve al lector para poder apreciar más facetas sobre esta visión.
“De entrada resulta sugestivo advertir que esta
identificación de la derecha con lo bueno se pudiera descubrir entre los
pitagóricos como lo señala Simplicio: ‘Por lo tanto llamaban bueno a lo situado
a la derecha, arriba y adelante’. El vocablo se utilizaba también como sinónimo
de “benévolo” (eunoús) y conveniente (epitédeios) y tiene a sus
espaldas la tradición homérica de considerar que los presagios malos o
desfavorables provienen de la izquierda, mientras que los afortunados o
propicios vienen de la derecha, siempre en relación con la interpretación del
vuelo de los pájaros y observando sus circunvoluciones mirando al Norte.”
Si bien García Bazán ya había explicitado su postura en las
líneas citadas anteriormente, culmina ésta parte de su trabajo de la misma forma
que lo hace su primo político Robert Ambelain. Vale la pena prestar atención a
los imprudentes comentarios del autor en el segundo punto de sus conclusiones:
“(…) b)en las democracias europeas, hijas de un pasado histórico reciente,
turbulento y revolucionario, por lo tanto, políticamente ideologizadas, la
derecha y la izquierda conviven en un equilibrio inestable, que se inclina y
desliza fatalmente hacia la izquierda y que, por ello, los mensajes
políticos que se generan en sus centros, que son las fuentes del cambio, la
izquierda eurocomunista y la democracia-social, proclaman que la convivencia no
sólo es posible, sino que es un hecho. Es la postura moderada que hemos visto
trasmitida en algunos enunciados de la Clave y también por la instrucción
de los pares de opuestos que se superan escatológicamente de las
Pseudoclementinas y que, en tal sentido, por espíritu de tolerancia,
esperanza de conversión y respeto por el misterio de la historia, adoptan muchos
católicos, sólo que aquí entendida perversa y subversivamente, como etapas
prehistóricas en relación con una meta final, la de la gran comunión socialista.
(…)En nuestras horas, entonces, tornan a tomar actualidad las
intuiciones frescas de los primeros cristianos, a los que una fe clara en la
venida del Señor les ofrecía de contragolpe los signos de la tiniebla por la
resistencia satánica del Maligno, la ofensiva del Príncipe de este mundo, la
repulsa de la luz, la instauración del “camino del Negro”, desbordante de
“altivez de poder” y de “doblez de corazón”.
Cuando García Bazán subestima “el equilibrio inestable que se
inclina y desliza fatalmente hacia la izquierda” –que salvo contadas excepciones
esta apreciación no es acertada, o bien para el autor la derecha europea se
encuentra a la izquierda de su ideología extremista- expresa una visión
apocalíptica de su concepción ideológica sobre la realidad tanto latinoamericana
como europea. Luego arremete con una frase que nos remite a las épocas más
nefastas de persecución ideológica de nuestro país: “sólo que aquí entendida
perversa y subversivamente, como etapas prehistóricas en relación con una meta
final, la de la gran comunión socialista.” Hablar de “etapas
prehistóricas”, es una forma totalmente inválida para descalificar a un tipo de
pensamiento, mucho más teniendo en cuenta que habla de la utópica “gran comunión
socialista”, que muchos ideólogos de derecha no adhieren a ella sólo por su
condición de utópica. Pero lo más repugnante de los dichos de este filósofo
resulta leer “perversa y subversivamente”, adjetivos que dicen mucho a la
hora de analizarlos. Está más que claro que el autor busca imponer una sensación
totalmente negativa sobre la izquierda, y la prejuzga como algo “perverso”, una
palabra utilizada para juzgar a un violador, un asesino o un genocida, pero
nunca a un grupo de personas que tienen un pensamiento de equidad, fraternidad,
libertad y respeto por el ser humano como tal. Peor resulta usar el término
“subversivo”, palabra que puso de moda la oligarquía de extrema derecha
argentina. Según Bazán, la izquierda es subversiva, o sea que subvierte la
realidad, es decir, para el autor, los de izquierda son unos disléxicos que no
ven las cosas como realmente son. Con este criterio, los de izquierda
tranquilamente podrían decir que los “subversivos” son los de derecha.
Cosa que no resulta así porque como todos sabemos, el mundo está comandado a
diestra, lo que implica, como ya es de saber popular, que las innovaciones
intelectuales provendrán de la izquierda. Esto no significa que los de derecha
sean menos capaces que los de izquierda, pero al ser los que están al mando del
poder, no necesitan tanta fuerza intelectual ni mucho menos revolucionar su
propio sistema, repetimos: ellos tienen el poder.
No aclares
que oscurece
Con motivo de profundizar un poco más el análisis y dar más
ejemplos del uso del lenguaje con fin de dominar del pensamiento, analizaremos
palabras relacionadas a la izquierda y la derecha empleadas cotidianamente por
los medios, la sociedad, los políticos y el poder.
Primero tomaremos uno de los ejemplos más comunes y de los
que tienen una relación más familiar con la derecha. Este es el caso del término
“conservador”:
conservador, ra. (Del lat.
conservātor, -ōris).
1. adj. Que conserva. U. t. c.
s.
2. adj. Dicho de una persona, de un partido, de un gobierno, etc.: Especialmente favorables a la continuidad en las formas de vida colectiva y adversas a los cambios bruscos o radicales. U. t. c. s.
3. m. En algunas dependencias, hombre que cuida de sus efectos e intereses con mayor representación que los conserjes en otras.
.
El lector podrá observar que la definición proporcionada por
la Real Academia Española es más que acertada y afín a la realidad. De la
forma que se encuentra redactada, da a suponer que se presenta como “amistosa”
al interlocutor y persuasiva para que, tal vez, pueda ser implementada con
normalidad por los hispanohablantes.
El antónimo inmediato de “conservador” es
“reformista”, aunque usualmente, en la lengua política se utiliza
“progresista” o un término más extremista y prejuicioso, que es “subversivo”.
“Progresismo” era utilizado comúnmente para referirse al tipo
de sistema propuesto por el marxismo, pero al volverse más natural en la
sociedad, poco a poco fue tomado hasta por ciertos sectores de “centro derecha”
que están muy lejos de lo que la palabra implicaba en su principio.
En su reemplazo, a los “progres”, les cambiaron el envoltorio
rápido y les pusieron “subversivos”, la famosa palabra que tanto hemos criticado
a Bazán por su empleo. Resulta obvio que el término no tiene el mejor de los
significados, basta con chequear el diccionario:
.subvertir. (Del lat. subvertĕre). 1. tr. Trastornar, revolver, destruir, especialmente en lo moral.
.subversión. (Del lat. subversĭo, -ōnis). 1. f. Acción y efecto de subvertir.
.subversivo, va. (Del lat. subversum, supino de subvertĕre, subvertir). 1. adj. Capaz de subvertir, o que tiende a subvertir, especialmente el orden público.
Algunos quizá nunca supieron que la palabra que utilizaban de
vez en cuando, tenía semejante definición. Pero muchos otros sí. Incluso a los
mismos “zurdos” les gusta denominarse como subversivos, que no está mal. Porque
buscan transformar la realidad, cambiar el orden social y reformar las bases de
la sociedad, según ellos tan desigual, dependiente, maltratada y explotada. Pero
el poder de turno (y aquí vale hacer un llamado ya que mañana el
poder lo tiene otro y cambian todos los significados nuevamente) no los llama
“reformistas”, los llama “trastornadores, destructores, especialmente de la
moral.” Todos estos adjetivos connotan negativamente la definición del
término “subversivo”, plasmando implícitamente en la mente del receptor
“neutral” una idea repulsiva de la manera a referirse a la izquierda.
En este breve apartado podemos concluir que la palabra
subversión no estaría mal empleada para referirse a los sectores que buscan una
reforma en la sociedad, siempre y cuando se la utilice con este sentido. Pero
lamentablemente, este término ya está totalmente contaminado y cargado de maldad
desde que los sectores militares de ultra derecha lo usaron para referirse de
manera despreciable a los que solamente pensaban distinto. Así es como quedó
impuesto hasta entonces, con personas como García Bazán que lo siguen utilizando
igual que lo hacían los uniformados de verde. Habría que explicarles que en ese
sentido “trastornador”, “destructivo” y “desmoralizante”, el término podría ser
empleado para los mismos que trastornaron, desmoralizaron y destruyeron pueblos,
tribus, comunidades y personas con sus políticas racistas, de discriminación,
erradicación, explotación, colonización y eliminación de “lo distinto” para
imponer el sistema ortodoxo, cosmopolita, inmaculado y eclesiástico
occidental. Y como grandes conservadores, conservaron estas prácticas
a lo largo de la historia.
La adopción del discurso
Algo que
juega un papel muy importante en este fenómeno del “uso del lenguaje como
dominio de la población”, es la persuasión. Este factor es fundamental a la hora
de lograr que los hablantes tomen como propio un sistema de palabras y, en
consecuencia, un sistema.
La
persuasión, si se quiere analizar desde la Psicología, está ligada a la
emotividad de un receptor que asimila la ideología emitida mediante un
proceso de identificación.
Para
comprenderlo mejor, es necesario establecer que la conducta es toda acción que
ejerce el ser humano con una intencionalidad. Está delimitada por las
capacidades propias de cada ser, sumado a las oportunidades que el mismo
ambiente nos presenta. Es una forma de adaptación al medio que nos rodea y lo
que nos permite lograr vínculos.
Maria
Cristina Davini, Silvia Gellon de Saluzzi y Ana María Rossi, en su libro
Psicología General explican: “Desde que nacemos no dejamos de
conducirnos. Surge de una necesidad y con ella una conducta que busca
satisfacerla a través del vínculo con los demás. La forma en que logremos
vincularnos dependerá de lo que los demás nos posibiliten y de nuestra capacidad
de acción”.
(…) “A lo
largo de la vida, cada ser humano va desarrollando una forma peculiar de
conducirse, de vincularse con el medio, fruto de la interacción entre ambos. La
experiencia que adquiera no se pierde, sino que se incorpora a e influyendo en
sus conductas posteriores.
De esta
manera se ira conformando un estilo propio de conducta o vincularse. El término
personalidad designa, precisamente, esa forma particular de vinculo con los
otros seres”.
Para
continuar, es necesario entender que cada manera de proceder obedece a una
motivación.
Las escuelas
antiguas de Psicología definían al ser humano como un elemento fuera de un
ambiente, lo que las escuelas contemporáneas objetaban diciendo que “el
hombre es un ser en situación”. Por lo tanto no se lo puede estudiar
como aislado, sino que todo aspecto de su conducta está estrictamente
relacionado al ambiente que lo rodea. Además, cada relación interpersonal está
delimita por los vínculos que haya en común con los demás.
Esto lo
podemos apreciar claramente como está explicado en el libro Psicología
General(6), en donde se argumenta que el problema del vínculo
entre personas, es el de la comunicación afectiva entre los hombres. Aquí se
manifiesta el carácter relacional de la conducta, ya sea entre dos individuos o
en grandes grupos.
“Los
vínculos afectivos están cargados de tensión, de energía, que moviliza o impulsa
la conducta en un sentido u otro. Es decir dicha energía puede ser canalizada
hacia la simpatía o antipatía, hacia la unión o desunión, hacia el amor y el
odio.
La fuerza
afectiva es, de este modo, motor que impulsa la conducta, causa y justifica
nuestras acciones”.
Aquí se
pueden dar varios ejemplos: la mujer que compite con otra, la madre que abraza a
su hijo, el compañero que culpa al otro, el lector que defiende a su diario,
etc.
A través de
estos sentimientos se produce la identificación, que es esa atracción que surge
entre personalidades afines.
El texto
continúa: “La identificación es el proceso afectivo de unión por una
corriente de simpatía. Su aproximación sentimental lleva a que ambos puedan
sentir juntos”.
Uno de los
procesos de la identificación es la proyección, o sea, darle al otro
características que son propias.
“La
identificación no es, por lo tanto, una imitación, sino una incorporación
transformada de las conductas de otros en uno mismo.
Entendemos
entonces que, la identificación en el aspecto social, se produce en el grupo en
el que estamos insertos. Cada integrante del grupo asumirá las características
del conjunto en si, que a su vez le dará un status determinado.
“Las
identificaciones colectivas se dan entre los miembros de un grupo en relación
con otros grupos.
Cada
miembro se vincula afectivamente con los demás dando origen a una vasta red de
intercomunicaciones afectivas. Es precisamente esta red de comunicaciones la que
crea en el grupo una estructura afectiva que nos permite diferenciarlo de otros.
Pertenecer a un grupo humano no significa de ninguna manera perder las
identificaciones personales, individuales, sino por lo contrario el grupo brinda
la posibilidad de llevarlas a su plenitud.
El
intercambio de relaciones afecta el comportamiento particular de cada individuo.
Ocurre lo
mismo con las metas y normas. Las identificaciones son colectivas porque sus
integrantes comparten sentimientos similares respecto de sus normas o metas. Se
pueden compartir las mismas metas altruistas o egoístas, las mismas pautas
morales”.
Una vez
explicado el proceso de identificación puede afirmarse que la propagación de la
ideología, o manera de pensar de un grupo, se asimila mediante la
identificación-proyección de la persona, en este caso, el receptor del mensaje.
Finalmente,
el receptor asimilará todo aquello que lo relacione afectivamente con el emisor
y produzca la simpatía indispensable para lograr la identificación colectiva.
Algo
sumamente relacionado con el sistema de identificación es lo que Eliseo Verón
describe como “Contrato de Lectura”(7), con el que el lector o espectador
tiende a comprar tal periódico o mirar cierto programa porque siente una
identificación con el medio. Por lo tanto, está adoptando la “línea editorial
del mismo”.
Martínez
Albertos la describe en su libro, Curso general de redacción periodística(8):
“La línea editorial esta marcada por los propietarios, que suelen delegar en
una persona concreta el cargo del editor, es decir, el hombre que representa
ante la Redacción los intereses generales de la empresa: intereses políticos,
económicos, etc.”
De esta
manera, podemos establecer una fuerte relación con el fenómeno de los términos
“derecha” e “izquierda”. Sin ir más lejos, los diestros se identifican con la
forma de pensar del grupo en conjunto, como también lo hacen los zurdos. Es así
cómo entre los dos habrán distintas concepciones políticas, económicas,
sociales, culturales y hasta históricas.
Pero en lo
que no podemos afirmar que hay una amplia diferencia, es en el sistema
lingüístico empleado por estos. Como repetimos a lo largo de este informe, el
grupo que esté al poder es el que controla y ejerce el dominio de la sociedad,
por lo que también impone una forma de hablar y comunicarse. Es por esto que
tanto la izquierda y la derecha, asumen un mismo modo de comunicación, que como
aquí demostramos, es tendencioso para un solo lado.
La última
palabra
Para concluir y terminar con una visión más abierta del tema,
vale citar al prestigioso intelectual francés René Guénon (1886-1951), que en su
obra Tradición y tradicionalismo(9) habla de la interesada
tergiversación de ciertos términos a lo largo de la historia.
Así lo expone el pensador:
“La falsificación de todas las cosas, que es, como
hemos dicho, uno de los rasgos característicos de nuestra época, no es todavía
la subversión propiamente dicha, pero contribuye muy directamente a
prepararla; lo que lo muestra quizás mejor es lo que podemos llamar la
falsificación del lenguaje, es decir el uso abusivo de ciertas palabras cuyo
verdadero sentido ha sido tergiversado, uso que es impuesto de alguna manera
mediante una sugestión constante por parte de todos aquellos que, por una u otra
razón, ejercen una influencia del tipo que sea en la mentalidad pública. No
se trata aquí solamente de esa degeneración a la que aludíamos antes, y por la
cual muchas palabras han llegado a perder el sentido cualitativo que tenían al
principio para no guardar más que un sentido totalmente cuantitativo; se
trata más bien de una tergiversación mediante la cual las palabras se aplican a
cosas a las que no corresponden de ninguna manera, y que incluso son a veces
opuestas a aquellas que significan normalmente. Hay aquí, ante todo, un
síntoma evidente de la confusión intelectual que reina por todas partes en el
mundo actual; pero no hay que olvidar que esta misma confusión es deseada por
aquello que se oculta detrás de toda la desviación moderna; esta reflexión se
impone especialmente cuando se ve surgir, de varias partes a la vez,
tentativas de utilización ilegítima de la idea misma de tradición por gente que
querría asimilar indebidamente lo que ella implica, a sus propias concepciones
en un ámbito cualquiera. Entiéndase bien, no se trata de sospechar en esto
de la buena fe de unos u otros, ya que, en muchos casos, puede muy bien no haber
aquí más que incomprensión pura y simple; la ignorancia de la mayor parte de
nuestros contemporáneos con respecto a todo aquello que posee un carácter
realmente tradicional es tan completa que no ha lugar incluso para asombrarse;
pero, al mismo tiempo, nos vemos obligados a reconocer también que estos
errores de interpretación y estas confusiones involuntarias sirven demasiado
bien a ciertos planes como para que no esté permitido preguntarse si su
creciente difusión no será debida a alguna de esas sugestiones que dominan la
mentalidad moderna y que, precisamente, tienden siempre en el fondo a la
destrucción de todo lo que es tradición en el verdadero sentido de esta
palabra.”
Guénon nos ayuda a encontrar la respuesta que buscamos desde
un principio. Es obvio que nuestro lenguaje, como cualquier otro, no es un
fenómeno innato. Los significados de las palabras tampoco. Hubo alguien que se
sentó a escribirlo. Contrariamente a lo que nos quieren hacer creer con tanta
ingenuidad en los medios masivos, podemos decir que como toda expresión
proveniente de un sujeto, toda expresión lingüística es subjetiva. A costa de
la escandalización de algunos, afirmamos que el diccionario de la Real
Academia Española es ampliamente subjetivo como cualquier otra manifestación
del lenguaje. Y para los más inocentes, teniendo en cuenta que el
diccionario es subjetivo, qué se puede esperar de los medios de comunicación
masiva que se venden descaradamente como “objetivos e independientes”.
Lo que convierte a esta subjetividad en polémica, es el
sentido que se le propicia a ciertos términos cargados de connotación política,
ideológica, religiosa y cultural. Como expusimos a lo largo del trabajo, muchas
facetas de los términos “derecha” e “izquierda” dejan bastante que desear. Con
esto no queremos decir que el equipo que puso por primera vez el significado no
sabía lo que hacía ni mucho menos. Pero sí que estaba altamente influenciado por
ciertos sectores del poder que fueron determinantes a la hora de pulir detalles.
Uno de los conceptos que se manejó implícitamente a lo largo
de este informe, y que a continuación se explicitará, es el del dominio de las
masas mediante el uso del lenguaje desde el poder de turno. Como todos sabemos,
en la cúspide del mundo se encuentran unos pocos y, a fin de cuentas, todos
patean para el mismo lado. Hay que destacar que esta “elite” es la que nos
gobierna y busca seguir gobernando, perpetuarse en el poder. Para ello, le es
esencial tener todo bajo control, y esto va más allá de la imposición del miedo,
la fuerza y el sometimiento. La manipulación de la información juega un papel
más que importante.
A lo que se apuntó desde un principio en este trabajo, fue
desmenuzar este fenómeno para llegar al concepto que ya hemos denominado
anteriormente como “el dominio de las masas mediante el uso del lenguaje”.
Insertos en el sistema por convención o a la fuerza, como
sociedad no nos queda otra que acatar las normas y utilizar esta codificación
que es la más compatible con nuestros procesadores mentales. Pero vale la pena
desde ahora tener en cuenta, a qué nos referimos verdaderamente cuando usamos
ciertos términos o qué nos quieren decir entre líneas cuando nos hablan
tendenciosamente sobre ciertas corrientes ideológicas. Un ejercicio más que útil
resulta separar los conceptos políticos de “derecha” e “izquierda” de los
asociados con la superstición. Tanto neutrales, como diestros y siniestros
podrán ver que en la esencia de los significados, nada tiene que ver con las
acepciones tendenciosamente asociadas en la significación de las famosas
palabras que tratamos en esta investigación.
Paula Vivar y Mariano Gaik Aldrovandi
-Ficha técnica de producción del
informe
Profesionales que realizaron la investigación: Paula Vivar y Mariano Gaik Aldrovandi
Profesionales que redactaron el informe: Paula Vivar y Mariano Gaik Aldrovandi
Productor general: Néstor Genta
Bibliografía y otras fuentes
(1) Diccionario de la Real Academia Española, Vigésimo segunda edición, 2001; http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=derecho
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=diestro
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=izquierda
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=zurdo
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=siniestro
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=conservador
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=subversivo
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=subvertir
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=subversión
(2) “El libro de los Salmos”, Antiguo Testamento, http://www.vicariadepastoral.org.mx/sagrada_escritura/biblia/antiguo_testamento/39_salmos_01.htm
(3) AMBELAIN, Robert; “Yang e Yn: Mano derecha y mano izquierda”, El auténtico I Ching, Barcelona, Ed. Robin Book, 1992, pp. 35-40
(4) GENTA, Néstor; “¿Ilusiones de la vista? Pareidolia y nazismo argentino”, Tribuna de Periodistas, 22/10/2007, https://periodicotribuna.com.ar/Articulo.asp?Articulo=3266
(5) GARCIA BAZAN, Francisco; “La derecha y la izquierda como categorías religioso-políticas tradicionales”, Filosofar Cristiano, Buenos Aires, 1989, pp. 27-41
(6) DAVINI, María Cristina, Silvia GELLON DE SALUZZI y Ana María ROSSI, Psicología General, Buenos Aires, Ed. Kapelusz, 1993. pp. 18-20; 41-59.
(7) VERÓN, Eliseo, El análisis del ‘Contrato de lectura’: un nuevo método para el estudio del posicionamiento de los soportes de los medias, París, IREP, 1985.
(8) MARTÍNEZ ALBERTOS, José Luis; “Los estilos y los géneros del periodismo escrito”, Curso general de redacción periodística, Barcelona, Mitre, 1993. pp. 237-249
(9) GUÉNON, René; “Tradición y tradicionalismo”, El reino de la cantidad y los signos de los tiempos, Barcelona, Ed. Paidós, 1997 pp. 185-190