La mayoría de las personas, aún las más
informadas, afirman que la emisión monetaria es sinónimo de inflación. Una
verdad relativa no es real, máxime cuando hay evidencia de lo contrario. Este
sería el caso.
La emisión monetaria, cuya finalidad es la de proveer
recursos financieros para producir, bien dirigida, puede ser virtuosa y anti-inflacionaria.
Esto se explica en el ejemplo que cito a continuación.
El Estado provee dinero, a través del Banco Central, a
los bancos con líneas de redescuento, quienes prestarían a empresas que se
dedican al desmote de algodón, a las cooperativas y hasta al propio Estado
provincial, cuando sea propietario de usinas desmotadoras, las que volcarían ese
dinero a los acopiadores, quienes a su vez lo distribuirían al productor en
forma equilibrada para la compra de insumos y pago de mano de obra.
Recogidos los capullos, el productor llevará el algodón en
bruto al acopiador, pagará su cuenta y retirará el saldo a su favor. El
acopiador entregará la producción a la desmotadora a fin de pagar el préstamo y
retirar el excedente. El algodón se convertirá en semilla y fibra, y entonces se
exportará la fibra o se venderá como materia prima para la industria aceitera
(la semilla) o a la textil interna (la fibra). Esas ventas proveerán divisas y
dinero para amortizar el préstamo y recibir una ganancia que, como en todos los
casos anteriores, pagará impuestos y dinamizará la economía. El dinero, le dará
al banco un interés por su servicio y retornará al Banco Central cerrando
el círculo virtuoso de riqueza. Con más bienes que dinero circulante no habrá
causa monetaria que incentive la inflación, pero sí la producción y el bienestar
consecuente, producto de la sana y dirigida emisión monetaria destinada a
facilitar la creación de productos, la fabricación de bienes, generar ocupación
e impuestos.
Pasaron muchos años hasta que se logró por fin cambiar el
discurso de los monetaristas, quienes durante años provocaron estanflación y
desempleo. No creo que el culpable haya sido EEUU ni la oligarquía, sino la
falta de visión para entender la economía y la corrupción. Por años se emitió
por obligación para apagar incendios, sin planificar, a fin de hacer frente a
los presupuestos de la administración pública improductiva o el desempleo
disfrazado, lo que no es sano, porque siempre la inflación acecha.
Un caso emblemático de la corrupción son las contrataciones
del Estado, que paga todo más caro y encarece la mercadería. La falta de
controles en la administración pública es similar a la ausencia de vigilancia en
monopolios y cárteles empresarios.
La política fiscal debe contemplar criterios de mejor
distribución del ingreso, mejora social e inversión pública, pero sin descuidar
el apoyo a la producción privada, porque un mercado donde falte "oferta" frente
a la "demanda", será fuente de especulación y aumento de precios. Habrá
inflación por falta de competencia.
Actualmente los créditos son caros y sólo destinados al
consumo. No hay fuentes de financiamiento a largo plazo para la inversión nueva,
que requiere estudios y años de instalación. Hay riesgos y déficit de
infraestructura, lo cual significa horrores de costos adicionales, formación de
mano de obra y lento ingreso al mercado.
Si falta producción y sobra demanda, nos espera la
hiperinflación de nuevo. No hay tiempo, hay que invertir ahora, la demanda
crece y es bienvenida, pero en lugar de la producción crecen los precios, no la
cantidad de bienes. La inflación no espera, atacará y ya no habrá respuesta del
mercado competitivo para frenarla.
Angel Luis Bigatti