Tanto se cuidó ella durante toda la pandemia y al final terminó contagiándose. Así se lamentaban allegados que recordaban las fotos que la mostraban durante este tiempo al frente del Senado de la Nación en reuniones concretadas sobre todo los días de sesión, donde se la veía siempre en un extremo de la larga mesa, y el o la visitante del otro lado. Pero se relajó, como todo el mundo, y el fatídico martes 6 de diciembre, día del anuncio del fallo que ella misma anticipó hace meses sería condenatorio, se contagió. Seguramente durante el asado que compartió con un selecto grupo de dirigentes.
Fue en Punta Lara, con el intendente ultra K Mario Secco como anfitrión y organizador. Estuvieron Máximo, Axel Kicillof y el nucleo duro, y se dedicaron a hacer catarsis luego de esa jornada tan intensa. Y comenzar a madurar el anuncio sorpresivo de La Jefa: ya no será candidata en 2023.
Cualquier médico o psicólogo dirá que a Cristina Kirchner le bajaron las defensas y ese mismo día se debe haber contagiado de Covid. Dos días después, como pasa con este virus, se confirmó el diagnóstico y se suspendió el acto y la movilización prevista para este lunes al CCK, donde le habían armado un escenario poblado de figuras internacionales afines para exponer su situación judicial y solidarizarse con ella. Será la semana que viene. El día después del final del Mundial, que para alborozo de los argentinos en general y alivio en particular del gobierno, ha tenido a nuestro seleccionado como protagonista y participante hasta el final. Si Argentina fuera campeón del mundo, de más está decir que el evento del lunes tendrá mínima relevancia. Maldito Covid, que obligó a postergar la fecha original, dirán los K…
La noche del martes en Ensenada comenzó a hablarse de las alternativas electorales sin Cristina candidata. Una posibilidad que nadie en el oficialismo imaginaba, más allá de que a muchos les hiciera ruido una eventual candidatura presidencial. Siempre se dio por descontado que, como mínimo, traccionaría desde la lista de senadores nacionales bonaerense. Incluso llegó a especularse con la posibilidad de que encabezara la de diputados nacionales. Debe decirse al respecto que a ella nunca le gustó esa Cámara. Allí pasó cuatro años, entre 1997 y 2001, hasta que volvió al Senado en la primera elección en la que los miembros de la Cámara alta fueron elegidos por voto directo.
“Todos los cargos a los que accedí fue siempre por el voto popular”, remarcó la vicepresidenta en su mensaje del martes, post condena.
La realidad es que Cristina bajó anticipadamente su candidatura por la falta de certezas. Pocos dudan de que si las encuestas le auguraran un destino presidencial promisorio, no se habría bajado de nada.
Está dicho que el espejo que ha adoptado es el de Lula, y su sueño era volver a gobernar de manera contemporánea con el hombre que asumirá el 1° de enero en el país vecino. Cuentan que cuando en 2017 ella lo consultó sobre si ser o no candidata, hablando en primera persona él le dijo que habiendo sido presidente dos veces, no podía aspirar a un cargo menor. Ella decidió igual ser candidata, y dos años más tarde lo hizo de nuevo, poniendo delante a un elegido. Cristina suele consultar, pero resolver según considere conveniente. Y no suele acertar, está claro. Le pasó en 2011 con su vice; le pasó ocho años más tarde con su presidente elegido. No reconoce tanto el primero, pero sí se lamenta mucho por el segundo. Su autocrítica suele ser selectiva.
Ahora ha decidido no ser candidata y no todos le creen. Pero quienes mejor la conocen no pueden sino pensar que no volverá sobre sus pasos. Su fortaleza es el apego a sus convicciones, y si ella dijo que no estará en las boletas de 2023, eso hará. Simplemente porque todo el tiempo le endilgarían haber asumido un cargo legislativo para tener fueros; distinto sería volver a ser presidenta. Pero hasta ella asume que por más equivocadas que puedan llegar a estar las encuestas, no hay indicios que pueda atravesar un balotaje. Prefiere, en ese caso, bajarse ante la condena de una “justicia mafiosa”, antes que derrotada por un opositor.
“Justicia o mafia” es el eslogan que el kirchnerismo piensa marcar a fuego y fue la alternativa que expresaron este sábado en las redes sociales al conmemorar el Día de la Democracia. Cristina ha optado por victimizarse en función de “una Justicia corrupta”. Asumir una culpa que espera dejar claro no le corresponde.
En su discurso del martes, donde mostró el impacto que le causó el fallo -por más esperado que fuera-, volvió a despegarse de actitudes de su esposo. Nuevamente recordó que Néstor Kirchner facilitó la fusión de Cablevisión y Multicanal. Esta vez agregó, para dejar claro que no siempre pensaba igual que su compañero: “No estuve de acuerdo con ellos, pero el presidente era él… Pero a mí nunca me pudieron sacar Telecom”.
La Cámpora siempre se asumió heredera del poder. Sin embargo el camino a edificar candidaturas le ha resultado mucho más pedregoso que lo esperado. Nunca lograron sus miembros edificar ante la ciudadanía una gran imagen positiva y ese ha sido su karma. Comenzando por su líder, Máximo Kirchner, a quien en el amanecer de esta gestión imaginaban presidenciable en 2023 o 2027. Los gobiernos suelen imaginarse eternos, al menos en la primera parte de sus gestiones, y por entonces las dudas pasaban por si en 2023 sería el turno de Axel Kicillof. Siempre imaginaron a Alberto Fernández un presidente de transición.
Hoy el gobernador bonaerense no quiere moverse de la provincia y es reconocido como el candidato que más voto cristinista retiene. Sabe que la presidencia es un territorio hostil para el Frente de Todos en el próximo turno y por eso prefiere postularse en un distrito donde el kirchnerismo sigue siendo muy fuerte y no hay balotaje.
El hijo de los Kirchner la tiene aún más complicada. Deberá renovar su banca el año próximo, aunque cada vez soporta menos el trabajo legislativo. Hay quienes insisten en que vaya por la gobernación santacruceña, pero hace tiempo que ese distrito ha dejado de ser electoralmente confiable. El kirchnerismo suele perder ahí, sobre todo en las elecciones legislativas. Aunque como allí existe la anacrónica Ley de Lemas, no se descarta que termine siendo el camino elegido.
El problema del kirchnerismo es necesitar tantas certezas cuando decididamente no las hay.
Eduardo “Wado” de Pedro es una alternativa viable y deseada para la vicepresidenta, más no es garantía de triunfo. Hace tiempo que vienen fortaleciendo su figura para un eventual desafío de ese tipo, mas las encuestas no le garantizan nada. El sí dio un indicio que no puede pasar desapercibido, cuando en el programa “Verdad/Consecuencia”, de TN (territorio considerado hostil por el kirchnerismo duro, pero al que concurrió sin dramas) le preguntaron como “prenda” del programa: “Candidato en 2023 para el Frente de Todos, ¿Massa o Wado?”. “Los dos”, contestó el ministro del Interior y fue todo un dato que no rechazara la posibilidad de ser candidato.
¿Y Sergio Massa? El ministro de Economía insiste en que cumplirá su palabra de no ser candidato el próximo año. Lo dijo incluso en el Congreso, cuando presentó el proyecto de Presupuesto 2023 y habló de estar dando sus últimos pasos en la política. Nadie le creyó entonces y pocos creen que si llega a tener alguna posibilidad el próximo año desaproveche esa chance con un peronismo aún unificado. Pero la verdad sea dicha, él le ha reiterado los últimos días a quienes se lo han consultado que su decisión se mantiene firme. Depende, imaginan todos, de cómo le vaya con la economía en general y la inflación en particular.
Efecto dominó, la decisión anunciada por Cristina Kirchner tendrá efecto sin lugar a dudas del otro lado de la grieta. En particular, con su némesis: Mauricio Macri. El exmandatario se alejó de la política cotidiana el último mes, para asistir al Mundial, y desde allí ha tenido centralidad igual, aun sin hablar demasiado. A su manera, él mostró también una señal de desprendimiento cuando le preguntaron en el diario Marca de España si prefería un Messi campeón del mundo, o un Macri presidente de nuevo, y el creador del PRO optó por lo primero.
Como sea, así como Lula es el espejo donde desea mirarse Cristina, el de Macri es el chileno Sebastián Piñera, que volvió a ser presidente después de un turno. Sin embargo no le pasó desapercibido a Macri lo tortuoso que resultó para su amigo chileno ese segundo paso por la presidencia, en un país mucho más ordenado que la Argentina. Y no quisiera repetir la parábola. Menos si del otro lado ya no está Cristina.