No solamente el futbol encierra este mundial que se está jugando en Qatar, tan lejos de nuestra tierra, sino que es un fenómeno de instalación planetaria del tema de la soberanía de nuestras Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur a partir del accionar de la selección y de la hinchada nacional que con sus cantos populariza Malvinas y la Argentina dentro y fuera de los estadios.
Ciudadanos de distintos lugares del planeta entonan los cantos de aliento a la selección nacional de fútbol, repitiendo hasta el cansancio expresiones como: “En Argentina nací, tierra de Diego y Lionel, de los pibes de Malvinas, que jamás olvidaré”; “… doy la vida como lo hicieron los soldados en Malvinas”; “… la que de las Malvinas nunca se olvida…” entre otras muchas.
Un efecto de concientización mundial, ante la negativa del Reino Unido de sentarse a hablar con nuestro país sobre la soberanía en las Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, está llevando adelante nuestra selección y nuestra gente en Qatar.
Estoy convencido de que estas acciones desde lo deportivo están generando en el mundo una concientización y un acto de soberanía clara sobre nuestras islas irredentas más potente que todo lo que viene haciendo la diplomacia argentina en décadas, que carece de una política proactiva, continua en el tiempo y autónoma en cumplimiento de la Constitución Nacional en su disposición transitoria primera que establece: “La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino”.
A pesar de esta manda constitucional tenemos funcionarios que plantean la autodeterminación de los isleños, cuando todos sabemos que en las Malvinas hay una población implantada de nacionalidad británica; hay otros que tratan de imponer áreas marítimas protegidas, como la que se conoce como “agujero azul”, que terminan dándole mayor capacidad de explotación de los recursos naturales y consolidación de la usurpación territorial y marítima.
A ello se suma la falta de políticas claras de administración de pesca que permite depredación y falta de desarrollo sectorial y regional; falta de reacción ante decisiones y acciones del gobierno ilegal de Malvinas; colaboración en el desarrollo y sostenimiento de los isleños; ausencia de un modelo de desarrollo donde el mar asuma un rol protagónico en la matriz productiva e industrial garantizando la colonización y explotación de esa Argentina olvidada y desconocida que nos garantizará el crecimiento sostenido, sin sufrimiento, de nuestro pueblo y volver a estar dentro de los primeros lugares en el concierto de las naciones.
Intuitivamente nuestra gente sabe que el cambio está en el mar y por eso al mundo grita que: “Las Malvinas son argentinas”. Esperemos poder disfrutar la obtención de la tercera copa mundial de futbol y al levantar la misma dando la vuelta olímpica ensanchar el pecho de auténtico patriotismo sabiendo que Qatar fue testigo de un acto popular de soberanía sobre nuestras islas, y que el mundo seguramente acompañará los reclamos de soberanía en los foros internacionales con más conocimiento y decisión de la que se tuvo hasta ahora.