Para comenzar este nuevo año
de forma liviana —ya que pronto estaremos nuevamente metidos de lleno en la
suciedad que a diario destilan los gobiernos argentino y venezolano, además de
otros avatares políticos locales e internacionales— dedicaremos estos párrafos a
otro prohombre del chavismo que, como muchos otros de sus camaradas de la
élite bolivariana, contradice lo que pregona en voz alta, al ritmo de la
ideología impuesta por el presidente Hugo Chávez, con algunos gustos para
nada socialistoides y mucho menos antiimperialistas.
Se trata de Calixto
Antonio Ortega Ríos, diputado por el estado Zulia en la Asamblea Nacional
(Congreso). Es uno de los que más ha venido proclamando las bondades de la
“revolución socialista bolivariana” y atacado al “Imperio” que a juicio de
Chávez y compañía representa Estados Unidos. Con el agregado de que también es
uno de los impulsores de la frase “Ser rico es malo”, con la que
tanto martillean a los venezolanos los miembros del grupo que rodea a Hugo
Chávez, enarbolando una supuesta bandera contra la oligarquía y sus
riquezas.
Pero resulta que al hombre
le apareció una mosca en su sopa, como hace poco le sucedió al ministro del
Interior y Justicia, Pedro Carreño. Fue cuando estaba dando una
conferencia de prensa en la que precisamente pronunció aquella frase, y una
avispada periodista le preguntó si no contradecía a su figura socialista el
hecho de que en ese momento estuviera luciendo una camisa y corbata Gucci y
zapatos Louis Vuitton, con lo cual Carreño quedó tartamudeando y sin saber qué
responder.
Algo parecido había ocurrido
un mes antes, cuando el canal independiente Globovisión entrevistó a dos
estudiantes pro-chavistas que publicitaban el “Sí” a la reforma
constitucional propuesta por Chávez, y vestían remeras con inscripciones muy
“imperialistas” y zapatillas de las conocidas marcas Adidas y Nike. Hecho notar
esto por los entrevistadores, los chicos quedaron mudos y mirándose.
En el caso del diputado Ortega Ríos, éste tuvo la
mala suerte de que fuera visto por un ciudadano venezolano que se encontraba de
vacaciones en la ciudad norteamericana de Las Vegas, quien lo observó (y siguió)
paseándose por las instalaciones del hotel MGM Grand, haciendo “shópping” y
comprando ropa de primera marca, mientras luego concurrió a disfrutar del
espectáculo del Cirque du Soleil en el lugar, por el cual se abonaban entradas
que iban de los 69 a los 150 dólares (más impuestos).
Luego el ciudadano
venezolano devenido en detective averiguó que Ortega Ríos se hospedaba en el
Bellagio, uno de los mejores (y onerosos) hoteles de Las Vegas, junto a su
familia, esposa y dos hijas, pasando allí las festividades de fin de año.
Precisamente el hotel donde transcurre buena parte de la acción de la película
“La Gran Estafa”, en la que un grupo de simpáticos pícaros comandados por los
actores George Clooney y Brad Pitt realizan un audaz robo a las arcas del casino
del Bellagio.
No sabemos aún si el
diputado Ortega Ríos viajó a Las Vegas –abonando gastos en avión privado
(¿costumbres venezolanas y de ciertos argentinos?) ida y vuelta estimados en
alrededor de 6.000 a 8.000 dólares- para observar de cerca las maldades del
Imperio, o simplemente para superar el stress que les dejó a Chávez y su
pandilla la derrota en el referéndum del 2 de diciembre y tras cartón el
arresto en Miami de los empresarios “boliburgueses” que se abalanzaron
sobre Guido Antonini Wilson para que no abra la boca acerca del origen y
destino de los 800.000 dólares que llevaba en su maleta, en un ahora maldecido
vuelo –también privado- que llegó a Buenos Aires hace cinco meses.
Para colmo, al regresar a
Venezuela, otra de las fuentes escuchó a la esposa de Ortega Ríos hablar por
teléfono con un familiar relatándole, a grito pelado mientras esperaban el
equipaje en el aeropuerto, lo bien que lo habían pasado en las tierras de George
Bush y todo lo que habían comprado.
Otro ejemplo de las
contradicciones en que incurren Hugo Chávez y su equipo, proponiendo una
revolución socialista con todo lo que ella incluye mientras por otro lado suman
constantemente verdes billetes a sus arcas y, cual nuevos ricos, se rodean de
lujosas mansiones y bien pobladas cuentas bancarias —varias de
ellas en el propio “Imperio”, aunque a estas horas pueden estar bajo la atención
de los fiscales de Miami y el FBI—, automóviles de último modelo y marca y otras chucherías para nada socialistoides.
Para completar este panorama
—del cual tenemos no pocos ejemplos en la Argentina, comenzando por la propia
presidenta de la Nación— colocamos a continuación algunas fotografías, entre
ellas las que le tomó el ciudadano-detective venezolano con su teléfono móvil al
diputado Ortega Ríos en Las Vegas.
De
shópping en el MGM Grand
Saliendo
hacia su hospedaje en el Bellagio
El hotel Bellagio, de Las Vegas
Carlos Machado