Esta semana se cumplieron 21 años de la derogación de la “Ley de Convertibilidad del Austral”, esa ley que fue sancionada un 27 de Marzo de 1991 y que dio paso (acompañada de una profunda reforma del Estado y un proceso de desregulación de la economía) a casi 11 años de estabilidad económica.
La convertibilidad dio por tierra con niveles de inflación cercanos al 3.079% durante el año 1990 y de 2.314% durante 1989 y con un deterioro económico que parecía no tener fin.
Originalmente se habían planteado billetes de 1, 5, 10, 20, 50 y 100 pesos, que se lanzarían a partir del año siguiente: el 1 de enero de 1992 iba a nacer el peso argentino que reemplazaría al Austral con una tasa de cambio de $1=10.000 Australes. A su vez, cada peso estaba respaldado por 1 dólar en el Banco Central y su paridad se mantenía por ley. Todo un desafío en un país donde la inflación siempre había sido parte de la historia.
El billete de 2 pesos también fue parte de la emisión aunque tuvo una particularidad, surge en virtud del olvido de aquellos que eran responsables de la elección de los próceres respectivos a cada denominación: el General Bartolomé Mitre no había sido tenido en cuenta. Ante esta situación y a último momento se decide incluir el billete de 2 pesos para subsanar el “error”.
El primer año de la convertibilidad ya muestra sus primeros frutos: el año 1991 cierra con una inflación anual cercana al 84%. Luego la historia es conocida pero vale recordar que en 1992 la inflación ya se situó en el 17,6% interanual rompiendo finalmente la barrera psicológica de las dos cifras en el año 1993, cuando la inflación culmina en algo más del 7%.
Independientemente del debate acerca de las causas que originaron el final de la misma para el año 2002 (aunque ciertamente algunos días anteriores a su derogación con el “corralito” y el “corralón” la ley estaba en los hechos terminada) lo cierto es que es el último período que se recuerda sin incrementos de precios en la República Argentina.
A partir de su derogación hasta hoy la inflación se tornó incontrolable: en estas algo más de dos décadas se acumularon 20.500% de inflación y el peso argentino (además de haber dejado de ser convertible) ha perdido el 98% de su valor.
En estos años hemos duplicado el gasto del Estado, multiplicado en decenas de veces la cantidad de planes sociales, hemos creado artificialmente un millón y medio de empleos públicos y el déficit fiscal se ha transformado en una constante. La degradación y falta de previsibilidad han destacado los últimos 21 años de historia económica argentina.
Con los niveles de inflación actuales es difícil pensar en una Argentina pujante. Si a esto le sumamos la crisis institucional –devenida de los ataques del Poder Ejecutivo a la Corte Suprema- la falta de seguridad jurídica, la presión impositiva y lo alejados que estamos de ser competitivos para poder insertarnos en el mundo, entenderemos rápidamente porque la pobreza y la decadencia crónica seguirán –al menos por un tiempo- siendo parte del paisaje.