La violencia política y la represión de la última dictadura que enlutó a la Argentina por más de una década es un aspecto que sigue generando controversia a casi 40 años del retorno de la democracia. Hay quienes preferirían que se dé vuelta la página, otros que tratan de explotar políticamente aquellos sucesos, pero también hay quienes creen que todo aporte al conocimiento de la verdad y a mantener viva la memoria histórica es algo bueno para la sociedad porque la verdad es siempre sanadora y su toma de conciencia ayuda a que los hechos no se repitan.
En aquellos años la Iglesia católica fue un actor relevante al punto que no faltan quienes consideran que, de alguna manera, se trató de una “guerra religiosa”. Los que piensan así argumentan que muchos de los conspicuos miembros de la organizaciones Montoneros provenían de las filas del catolicismo, más específicamente de la Acción Católica -además de que había sacerdotes que aprobaban la lucha armada-, mientras que del lado de las Fuerzas Armadas se afirma que estaban defendiendo a la nación “occidental y cristiana del marxismo ateo”.
El papel de la Iglesia católica -que tenía peso político- siempre suscitó muchas críticas de parte de quienes consideran que no estuvo a la altura de los acontecimientos ante la represión ilegal. O, para decirlo más directamente, que no denunció con firmeza las violaciones a los derechos humanos, posibilitando que la cantidad de secuestrados, muertos y desaparecidos fuese aún mayor. Incluso se culpa a capellanes castrenses de haber confortado a los militares que torturaban o participaban de los llamados “vuelos de la muerte”.
Desde la vuelta a la democracia, los obispos hicieron una autocrítica y un pedido de perdón por su actuación en aquellos años, pero sin quedar muy claro, particularmente a las nuevas generaciones de prelados, acerca de qué se había pedido perdón. Esto llevó en la última década a la Conferencia Episcopal -que agrupa a todos los obispos del país- a encargar a un grupo de reputados historiadores y teólogos un estudio sobre su papel a partir del acceso a los archivos tanto de la Iglesia argentina como del Vaticano.
Si bien en el caso de los de la Iglesia argentina ya se permitía a familiares de desaparecidos y abogados su acceso, se trataba de la primera vez que estos archivos se desclasificaban. En el caso de los del Vaticano se trataba de una excepcionalidad porque según las normas no se puede acceder a ellos hasta que pasen 70 años. Pero el Papa Francisco autorizó su apertura. Entonces, unos 30 expertos revisaron durante cinco años en la Argentina y en Roma una cantidad impresionante de papeles que -sumado a una serie de testimonios- dio paso a la redacción de tres voluminosos tomos.
Así nació “La verdad los hará libres”: La Iglesia católica en la espiral de violencia de la Argentina entre 1966 y 1983 -cuyo primer tomo ya está en las librerías- con la firma de quienes encabezaron la investigación: el sacerdote Carlos Galli, decano de la facultad de Teología de la UCA; el padre Luis Liberti, coordinador de investigaciones de la facultad de Teología de la UCA; el sacerdote Juan Durán, director del departamento de Historia de la Iglesia de la UCA, y el laico Federico Tavelli, doctor en Teología con especialización en Historia de la Iglesia.
”Esta investigación lo que muestra con toda claridad a través de la documentación a la que accedimos son las distintas posiciones en los diversos niveles de la Iglesia”, dijo Tavelli en declaraciones al diario Clarín desde Alemania, donde reside. Y agregó: “Muestra qué es lo que se sabía al inicio y cómo van cambiando a medida que conocían más cosas y qué decisiones van tomando. Y está hecho con toda crudeza, con mucha honestidad, reflejando todo ese pasado tan oscuro y doloroso que por tantos años estuvo silenciado”.
Tavelli señaló que la investigación lo conmovió porque abordó “una época de mucho dolor”. Precisó que se encontraron con “muchísimas cartas de miles de personas que recurrieron a la Conferencia Episcopal, la Nunciatura y el Vaticano tratando de dar con sus familiares detenidos o desaparecidos que abrumaron a las autoridades de Iglesia”. “Hacemos un relevamiento sobre la atención que le se les dio. Hay también, por caso, cartas de Videla. Y, por supuesto, nos encontramos con entretelones de episodios conocidos”, aclaró.
En cuanto a si encontraron pistas sobre el destino de los desaparecidos, dijo: “Una vez conversando con un abogado que se ocupa de estas cuestiones me decía que tal vez hay datos entre los archivos que a nosotros nos pueden parecer irrelevantes, pero si se juntan con otras que no tiene la Iglesia pueden ser muy importantes”. Y aclaró que una parte muy sensible de la documentación consignada en el segundo tomo la entregaron a la Conferencia Episcopal que, a su vez, se la presentó en la Justicia.
Las distintas reacciones de los obispos frente al asesinato del padre Carlos Mugica y del obispo Enrique Angelelli, a la masacre de los padres palatinos y al secuestro de las dos monjas francesas, entre otros casos, también está consignada en la investigación. Como también la votación que decidió por mayoría no recibir en el recinto del plenario del Episcopado a las Madres de Plaza de Mayo y que, en cambio, sean atendidas en la recepción por una delegación de tres obispos.
Tavelli admitió que “el temor (al supuesto avance del marxismo) hace que las decisiones (de los obispos) no sean tan definidas. Nosotros mostramos a quienes no vieron cómo eran las cosas o lo vieron y actuaron de otra forma por temores u otras razones, pero también mostramos a aquellos que en una época muy temprana se dieron cuenta de lo que estaba ocurriendo y tuvieron posturas claras. Aunque -reconoce- es verdad que éstos quedaron un poco aislados”.
Con respecto a las críticas a la Iglesia por su papel, afirmó que “hubo fallas en la conducción que quedan a la vista en el tomo dos”. Y acerca de por qué no emitieron denuncias públicas más fuertes y constantes, señaló que los obispos privilegiaron “las gestiones más privadas en vez de severas acciones públicas por temor a que pudiera acceder al poder el marxismo y otros militares aún más duros”.
Finalmente, Tavelli negó que hayan recibido indicaciones para no difundir alguna cosa, en cuyo caso no hubiera sido parte de la investigación. Subrayó que como historiadores intentaron comprender lo que pasó sin tomar partido ni por un lado ni por el otro y contribuir a la memoria para que esta tragedia no se repita.