En estos días que transcurren del primer mes del año 2008, el presidente venezolano Hugo Chávez Frías sigue dando un traspié tras otro, luego de terminar el año anterior con dos rotundos fracasos que hicieron que debiera aumentar sus habituales dosis de litio: la derrota en el referéndum por la reforma constitucional y la fallida entrega, por parte de la organización terrorista colombiana FARC, de las rehenes Clara Rojas y Consuelo González, papelón internacional en el que envolvió a un grupo de delegados de otros países que juraron nunca más volver a prestarse a ese juego, entre ellos el ex presidente argentino Néstor Kirchner y un enviado especial del mandatario brasileño Lula Da Silva.
Finalmente, y como se recordará, Chávez pudo dejar momentáneamente de transpirar cuando ambas rehenes fueron devueltas hace pocos días, aunque en esta oportunidad le fue evitada su intervención en el terreno y el consabido show mediático por parte del presidente colombiano Alvaro Uribe Vélez, quien volvió a anotarse otro triunfo más en la seguidilla que viene sosteniendo respecto de su par venezolano.
Quedan aún sujetas a investigación las circunstancias sobre el lugar real en que se encontraban las rehenes -ya que hay firmes sospechas de que pudieron haber estado en Venezuela y no en Colombia e introducidas unos kilómetros en la selva de este país para montar la escena-, como así también sobre el excelente estado físico y anímico que presentaban tras seis años de cautiverio en condiciones muy precarias. Además de otras dudas no menos llamativas respecto de los supuestos terroristas que las entregaron, abonadas por su manera de desenvolverse en esa situación y por los uniformes que utilizaban, que no tenían ni el habitual logo adherido a ellos donde se lee “FARC-EP” ni la bandera colombiana sobre la manga izquierda, y más bien eran similares a los que dejó de usar el ejército venezolano al cambiarlos por los actuales. Uniformes que por otra parte lucían como muy nuevos y hasta con los dobleces marcados por un buen planchado, que no se compadecen con un ajetreado uso y una supuesta caminata de veinte kilómetros por la selva, como dijeron los chavistas luego del rescate.
Temas éstos que seguramente nos insumirán algunas horas más de investigaciones y consultas para tratar de ratificarlos o rectificarlos.
El presidente Hugo Chávez, nuevamente en alto su ego por esta “victoria pírrica” (así había llamado a la de la oposición cuando en el referéndum del 2 de diciembre último hizo triunfar con sus votos al “No” a la reforma constitucional), volvió de inmediato a las andadas con su incontinencia verbal, y a emprenderla contra el presidente Uribe y los colombianos que están hartos y son víctimas de las FARC, al no surgirle mejor idea que proponer que, al igual que Venezuela –obviamente la Venezuela chavista que él controla-, el mundo entero reconozca a las FARC como “ejército beligerante” y dejen de ser llamadas “grupo terrorista”, ya que a su ¿juicio? “ellos quieren desenvolverse dentro de espacios políticos”.
Este pedido de reconocimiento a nivel mundial de la organización que sí es terrorista le significó a Chávez otro revés: prácticamente la comunidad internacional en pleno se negó a avalar ese exabrupto, incluso amigos suyos como el matrimonio Kirchner en Argentina –tragando saliva y esta vez mediante declaraciones del jefe de Gabinete, Alberto Fernández- y Rafael Correa, el mandatario de Ecuador. Hasta el gobierno que encabeza en España el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, que hace poco propuso incluir a Chávez en la Internacional Socialista, se vio obligado a seguir lo declarado por la Unión Europea en su conjunto, oponiéndose al delirio del “comandante bolivariano” y, ya oficialmente, decidido amigo de las FARC.
Una sola cosa es cierta: esta organización ya dejó de ser “guerrillera” hace rato, permutando sus ideales marxistas-leninistas con los que se lanzó en 1964 a su largo raid de sangre y fuego por algo que les viene resultando mucho más productivo: el narcotráfico.
Las FARC actualmente manejan el negocio de la cocaína de manera tal que superan incluso a los famosos carteles de la droga que también asolaron Colombia en las décadas de 1970, 1980 y parte de la de 1990. Los barones de la droga en Colombia ya no se llaman Pablo Escobar Gaviria ni los carteles más poderosos son los de Cali y Medellín. Ahora los nombres de la droga son Manuel Marulanda, Iván Márquez, Rodrigo Granda o Javier Calderón, y el cartel más importante es el de las FARC. Que además, como organización delictiva que es, ejerce el terrorismo como su mejor arma para imponerse y sembrar el miedo en las poblaciones que se encuentran en su ruta, y además realiza secuestros extorsivos, roba ganado, impone “vacunas” –una especie de impuesto o pago por protección a los ganaderos de ambos lados de la frontera- y cobra un “impuesto al gramaje” a los agricultores que cultivan la planta de coca y cosechan, más de una vez al año, las hojas que tras el tratamiento químico adecuado derivarán en la infernal cocaína con la cual inundan Estados Unidos, Europa y el resto de América del Sur.
Por ello no se entiende muy bien aún el por qué de tantos secuestrados en poder de las FARC -se calcula que son 700 o más-, ya que sólo una parte son rehenes a la espera de una cantidad de dinero por su rescate. El resto son dirigentes políticos, como Ingrid Betancourt y los once diputados cruelmente asesinados por la espalda cuando se acercaron fuerzas del ejército colombiano para rescatarlos, o algunos policías y soldados, o ejecutivos y empleados de alguna empresa multinacional con proyectos en Colombia, como los cinco norteamericanos que también tienen en cautiverio.
También tienen en su poder a numerosos venezolanos –se estiman en unos 65-, pese a que el delirante presidente Chávez no sólo nunca se ocupó de ellos sino que acaba de manifestar, sin ruborizarse, que “las FARC no tienen a un solo venezolano como rehén”. Como corolario a sus palabras, cabe destacar que las FARC acaban de secuestrar a seis ciudadanos colombianos, uno con nacionalidad noruega, en medio de una excursión turística, quizás para compensar el déficit de inventario que les produjo la devolución de Clara Rojas y Consuelo González.
Y hasta hay un ciudadano argentino secuestrado por las FARC de quien, en sus recientes andanzas integrando la brigada rescatista, no se ocuparon ni Hugo Chávez ni Néstor Kirchner, y que probablemente ya no esté con vida.
Se trata de Jorge Gillanders Millers, nacido el 18 de marzo de 1926 en Buenos Aires, y secuestrado el 6 de marzo de 2006 cuando estaba por cumplir en esos momentos 80 años de edad. Según reveló en su momento su hijo, Jorge Gillanders Romero, residente en la isla Margarita, desde aquel día su padre pasó a ser un rehén del Frente 59 de las FARC. El argentino secuestrado, propietario de una finca con unas 120 reses en el municipio de Mara, en el fronterizo estado Zulia, se había negado a pagar una “vacuna” a los terroristas por considerarla excesiva, y se lo llevaron.
Ante los pedidos de su hijo, el gobierno argentino había asumido que el secuestro fue obra de las FARC, y con suma cautela para no perjudicar a Hugo Chávez ante sus enojos por las numerosas acusaciones existentes de que él protege al grupo armado, Néstor Kirchner iba a plantearle el tema a Chávez en la última visita de éste a la Argentina, en agosto del año anterior. Sin embargo, el escándalo de la maleta con 800.000 dólares que acababa de estallar copó febrilmente la agenda bilateral, y Jorge Gillanders Miller, el argentino secuestrado por las FARC hace casi dos años, quedó olvidado por ambos presidentes, incluso -como se dijo antes-, en su último encuentro, que desembocó en la abortada entrega de las rehenes al finalizar el año 2007 que dio en llamarse “Operación Emmanuel”.
En las últimas horas pudimos acceder a la fotografía de Antonio José Canchica Gómez, el quinto implicado por el FBI y los fiscales que en Miami tienen en sus manos la causa contra los empresarios boliburgueses Carlos Kaufmann y Franklin Durán, el abogado Moisés Maionica –vinculado al recientemente desplazado vicepresidente venezolano Jorge Rodríguez-, todos ciudadanos venezolanos, y el uruguayo Rodolfo Wanseele Paciello, acusados de presionar y amenazar a Guido Antonini Wilson para que no abra la boca sobre el origen y destino de los 800.000 dólares que trajo en la ya famosa maleta en un vuelo privado que llegó a Buenos Aires el 4 de agosto del año último, acompañado por otros cuatro venezolanos y tres funcionarios argentinos dependientes del ministerio de Planificación que aún conduce Julio De Vido.
Ese quinto hombre, Antonio José Canchica Gómez, nacido el 8 de diciembre de 1970, con cédula de identidad V-11.195.448, es un militar del ejército venezolano de 37 años de edad, experto en sistemas de comunicaciones y cuyo último destino conocido había sido la DISIP, uno de los organismos de inteligencia de Venezuela comandado por el general Henry Rangel Silva, quien sería precisamente quien lo envió a reforzar la “brigada de convencimiento” que presionó a Antonini Wilson y que a su vez llamó a éste personalmente bajo el apodo de “Arvelo”.
No hay dudas que el status militar de Canchica Gómez, su pertenencia a la DISIP y las imputaciones contra el director de este organismo de inteligencia venezolano, quien acaba de ser formalmente acusado también por la fiscalía actuante en Miami, complica aún más la incómoda posición del gobierno de Hugo Chávez, ya bastante zarandeada con el caso de la maleta y la detención de los cuatro implicados en las presiones a Guido Antonini Wilson.
Esta es la fotografía de Antonio José Canchica Gómez -quien habría sido convenientemente “refugiado” por el gobierno chavista probablemente en la embajada de Venezuela en La Habana-, la cual ya ha comenzado a dar la vuelta al mundo:
A continuación, la fotografía de una reunión efectuada en Caracas hace unos dos años en la que se observa, entre otros, al presidente Hugo Chávez, al ministro de Planificación argentino Julio De Vido (al lado de Chávez), al ministro de Energía venezolano Rafael Ramírez (detrás de Chávez), a la embajadora argentina saliente y actual ministra de Defensa argentina Nilda Garré (detrás de De Vido), y a su reemplazante Alicia Castro (al fondo). El único que está de pie, cerca de esta última, sería Antonio José Canchica Gómez. Ello puede comprobarse al comparar la fotografía anterior, tomada hace varios años, con la más actual:
Comparación foto de Canchica Gómez (de unos años atrás) con la de la reunión.
Coincidencias: cabello y línea capilar de la frente, grosor del cuello, cejas, boca, orejas.
Conclusión
Es sabido que las noticias corren muy rápido. Muchas veces más rápido de lo que tarda un artículo en ser escrito y publicado. Es por ello que corremos el riesgo de que estos detalles aquí brindados ya sean algo antiguos cuando lleguen a conocimiento de los lectores.
Corren muy rápido las equivocaciones ya diarias de Hugo Chávez. Corren muy rápido los acontecimientos en que se ven involucrados su gobierno y las FARC, no del todo separados. Corren muy rápido los fiscales que en Miami están a punto –si ya no lo hicieron al ver la luz este artículo- de presentar la contundencia de las pruebas que involucran a los empresarios y al abogado venezolanos, a su ladero uruguayo, al prófugo Canchica Gómez y al propio gobierno venezolano en el caso de la maleta de Guido Antonini Wilson, que al parecer no era de él sino de “otros”. Por no decir de los remezones que, al aportarse esas pruebas, sacudirán también al gobierno argentino.
Lo cierto es que los más que amistosos vínculos de Chávez con las FARC, que el propio presidente venezolano acaba de reconocer con su habitual e incontrolada verborragia, y el caso de la maleta dolarizada –al menos la que fue descubierta- que viajó desde Caracas a Buenos Aires, prometen avanzar hasta alcanzar aristas muy incómodas para los habitantes del Palacio Miraflores y la Casa Rosada.
Como suelen decir los venezolanos con su simpatía caribeña: “Esto pica y se extiende”...
Carlos Machado