El pueblo argentino es un pueblo manso, pero hasta los mansos tienen un límite, y ese límite es el hartazgo.
Hartazgo de sufrir una inflación que en el mes de febrero fue del 6,6%, y se anuncia mayor para marzo. Que ya es del 102% anualizada. Para ser clase media una familia tipo (2 adultos y 2 menores), necesitan si son propietarios, $269.050; si alquilan 3 ambientes, $144.000, más.
Hartazgo porque para no ser un indigente se necesitan hoy $98.186, mañana se necesitaran más. Las petroleras están aumentando un 3,8% y todo anda sobre ruedas, ende todo aumenta por lo menos un 3,8%. Hartazgo de tener como única certeza que la plata no alcanzará.
Hartazgo por la inseguridad. Hartazgo por los asesinatos para robar un celular, zapatillas, bicicletas o autos o lo que sea. Hartazgo por vivir encerrados, enrejados, con cámaras de vigilancia y aun así correr constantemente y a cualquier hora, el riesgo de morir o ser herido por delincuentes.
Hartazgo con los piqueteros y los acampes que impiden la circulación de aquellos que van a trabajar para mantener a piqueteros que reciben planes. Piqueteros que cobardemente ponen en 1ª línea a mujeres y niños.
Hartazgo por pagar impuestos que no vuelven en servicios. Hartazgo de una educación cada día peor y además, militante. Una educación que depende de la voluntad de un solo individuo, Baradel. Alguien que decide que no hay clase por el calor o por ser el día del guanaco.
Hartazgo porque los chicos son cada día más ignorantes, será imposible que compitan mañana con el resto del mundo. Hartazgo porque la salud, ya no se puede pagar la prepaga, depende de hospitales públicos con buenos médicos mal pagos y turno para dentro de 4 o 5 meses.
Hartazgo por los agobiantes cortes de luz que en algunos casos duran días. El calor es insoportable, al no haber luz deja de haber agua. Hay personas mayores electro dependientes o que no pueden subir escaleras, hay niños, hay comida que se tira y que costó mucho comprar.
Hartazgo porque hijos o nietos o ambos emigran buscando el horizonte que el país no les da. Y padres y abuelos se alegran por ellos y se les parte el corazón. Los antepasados vinieron con hambre de trabajo y de comida, hoy los descendientes hacen el viaje inverso.
Hartazgo porque la nación ha sido invadida por narcotraficantes mientras el gobierno, con mucha amabilidad para juzgarlo, dejó entrar y permitió crecer de manera exponencial, sin hacer nada al respecto. Rosario es el epicentro pero el problema es nacional.
Hartazgo por la corrupción que existe, más sofisticada, pero existe. Escribe Carlos Pagni que AYSA, dirigida por Malena Galmarini, mujer de Massa, abre una licitación para comprar pluricloruro de aluminio. El presupuesto es de US $127 millones. Se entregaría en 2024.
Hartazgo porque se podría licitar para comprar sulfato de aluminio, que cumple la misma función. Pero el pluricloruro tiene un solo oferente en el país, Mauricio Filiberti, gran amigo de la pareja Massa/Galmarini, y el sulfato tiene varios oferentes. Una licitación dirigida.
Hartazgo creciente. En 1974, Arthur Laffer, economista, en Washington, en un restaurante llamado “Two Continents”, sobre una servilleta dibujó y llenó de números lo que sería la famosa curva de Laffer, conocida por todos los estudiantes de economía.
La curva de Laffer es una curva impositiva. Simplificando, la curva empieza con una línea que podría ser la ladera de una montaña, llega a un punto determinado y de pronto, empieza a descender con rapidez. La curva de Laffer se puede aplicar al hartazgo de los argentinos.
Hartazgo, hasta acá se llegó. Basta. Se declararon dos guerras, una contra el narcotráfico y la otra contra la inflación. El ministro de seguridad, Aníbal Fernández, reconoció que los narcos habían ganado. Los sufridos habitantes de Argentina saben que la guerra contra la inflación se perdió. No necesitan que nadie lo reconozca.
El hartazgo argentino tiene una ventana a la esperanza en el horizonte, el 13 de agosto son las PASO y el 22 de octubre las elecciones generales.