Quizás pienses que el título es engañoso y que tiene como único fin llamar la atención. Bien, es cierto que busca llamar la atención, pero no es engañoso en absoluto. La igualdad es una de las formas en la que se expresa la diferencia.
Las diferencias en una relación entre elementos similares, pueden ser en más, en menos o en igualdad. Voy a utilizar ejemplos muy simples de las matemáticas para mostrarte a que me refiero.
Si digo que 2 > 1, estoy expresando una diferencia en más.
Si digo que 1 < 2, estoy expresando una diferencia en menos.
Y si digo que 2 = 1+1, estoy expresando una diferencia en igualdad.
2 y 1+1 tienen el mismo valor, aunque se expresan en forma diferente, tienen su propia identidad. Esta igualdad matemática entre diferentes, es similar a la igualdad de derecho entre personas diferentes en la vida en sociedad.
La igualdad de derecho respeta las identidades individuales. En cambio, la igualdad de hecho o igualitarismo posmodernista, pretende convertirnos a todos y cada uno de nosotros en idénticos, pretende que todos seamos 2 o que todos seamos 1+1, pretende destruir nuestra identidad individual y para ello utiliza diferentes tácticas.
Por un lado, desde lo material, impone la idea de la injusta justicia social distributiva, o sea, proponen repartir la riqueza en partes iguales sin importar quién la generó, o como les gusta decir, quieren realizar una distribución más justa y equitativa de la riqueza; y acá está la trampa. Apelan a nuestras emociones mientras falsean el significado de justo y de equitativo.
Justo quiere decir, según la clásica definición de Ulpiano, “dar a cada uno lo suyo”, o sea, dar a cada uno lo que produce con su esfuerzo. Por su parte equitativo quiere decir “con igualdad de ánimo”, o sea, con las mismas reglas, no los mismos resultados. Esta igualdad de ánimo solo es posible, si existe libre competencia en igualdad de derechos.
Como podemos ver, la progresía es especialista en falsificar el sentido de los conceptos y de las palabras. Cuando hablan de una distribución justa y equitativa de la riqueza, en realidad están reformulando la famosa máxima del comunismo, o de su impostor democrático el socialismo: “de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”.
Pero más grave aún, el posmodernismo desprecia la individualidad y adora la uniformidad de los colectivos. Camuflado en el discurso del respeto por las diferencias, impone un culto homogeneizador que condena a quien se resiste a recitar como un mantra el catecismo igualitario de la pos verdad. No respetan a quienes piensan diferente, solo validan como diversos a los que piensan en forma idéntica, a quienes repiten sin pensar el impensado mantra hipnótico del wokismo bien pensante.
Los sacerdotes de la pos verdad son la evolución Gramnsiana de los paladines mesiánicos de las revoluciones tercermundistas y de los líderes totalitarios pseudo-republicanos europeos. Estos sacerdotes entendieron la famosa máxima de Gramsci: “Tomen la educación y la cultura, y el resto se dará por añadidura”. Es por eso que cambiaron el entrismo social, sindical y partidario de la vieja izquierda, por el entrismo en el lenguaje, la cultura, las artes, los valores y la rescritura de la historia posmodernista.
Por todo esto, frente a este nuevo formato de sometimiento psicológico, la pregunta que debés hacerte es: ¿Qué prefiero?, ¿Qué me traten idéntico que a los demás y que me respeten como diferente?, ¿o prefiero que me traten diferente a los demás y que me invisibilicen como un número más, idéntico a todos?