La elección del lugar fue tal vez lo que confundió. El Teatro Argentino de La Plata es para el kirchnerismo un escenario icónico, a partir de haber sido el lugar elegido para el lanzamiento en 2005 de la candidatura de Cristina Fernández de Kirchner a senadora nacional por la provincia de Buenos Aires: lo que se conocería como “la madre de todas las batallas”. Dos años después fue donde se dio por terminado el juego “pingüino-pingüina” al anunciar allí ella su candidatura presidencial. Y en 2009, fue el lugar elegido para lanzar la Ley de Medios.
Por eso muchos tenían la impresión (o deseo) de que la vicepresidenta anunciara el jueves pasado, al cumplirse 20 años de la elección que terminaría consagrando a Néstor Kirchner presidente en 2003, que contrariando su anuncio de diciembre pasado sí sería candidata.
Quienes tenían algo de información, o bien se manejan con el conocimiento de quien suele ser previsible hasta algún punto, sabían que CFK no entraría en contradicción consigo misma. No ahora al menos. Faltan dos meses para el cierre de listas y queda bastante tiempo para esconder las cartas. Aunque en este caso no hay nada demasiado alentador para el Frente de Todos en el mazo.
En definitiva, la vicepresidenta no hizo anuncios en La Plata, ni tampoco dijo nada que moviera demasiado el amperímetro. Para sus críticos, muestra de que su poder de fuego ha menguado.
No podía esperarse tampoco que fuera a quemar las naves con el Fondo Monetario Internacional. Sí lo criticó, como siempre, adjudicándole a partir de ahora la responsabilidad de la inflación.
Novedad de este tiempo: mientras el presidente atribuye el alza de precios a la pandemia, la guerra y la herencia de Macri, ella sumó ahora al FMI. A su juicio, la causa está en el incremento del dólar, y en ese sentido la imposibilidad oficial de intervenir para frenarlo, según lo acordado por su ahora denostado Martín Guzmán con ese organismo.
En realidad, es lo que arregló Sergio Massa, pero no podía esperarse que esbozara alguna crítica hacia el ministro de Economía, a quien tampoco iba a complicar, cuando parece ser definitivamente el elegido para ofrecer como candidato presidencial por parte del FdT. Se nota en los modos como a él se refieren en el kirchnerismo y también se notó el jueves en las referencias de Cristina. “Sergio”, lo citó en tono coloquial.
Al presidente en cambio no lo nombró, ni siquiera hizo referencia alguna hacia quien aparece absolutamente desdibujado. Previsible, a partir de su anuncio de que no buscará competir. El tampoco se ayuda demasiado: el lunes, mientras el dólar escalaba a cifras inauditas, Alberto Fernández se desplazó hasta la casa de un artista militante en Caballito para concederle una entrevista, donde entre otras cosas sugirió a Robert De Niro para interpretarlo en una eventual película suya, y resaltó el “sacrificio” que impone la tarea de ser presidente, al punto tal de tener que resignar una siesta un domingo por la tarde por una reunión pautada…
Causó escozor ver su grado de disociación con la realidad en momentos tan complicados.
El grado de inquietud que debía reinar por esas horas en el seno del gobierno lo graficaría al finalizar la semana el ministro bonaerense Andrés “Cuervo” Larroque, al confesar que “el martes no sabíamos si llegábamos al viernes”. Sin embargo el presidente hacía la suya, como si la suerte de su gobierno ya no lo preocupara. De por sí, ya está claro que para él, eso ya no es su responsabilidad.
Curiosidades de un gobierno parcelado, donde el presidente percibe que no es el que manda y una vice que se siente ajena también. Durante su extensa “clase magistral”, se despegó todo el tiempo de esta gestión.
Sergio Massa es en la práctica el destinatario del poder real. Valorado por la vicepresidenta, como dijimos, y por el kirchnerismo también, que se va haciendo a la idea de que es “el elegido” por la Jefa, Massa ya no insiste con bajarse de una eventual candidatura que nunca dejó de anhelar. Ya sabe que es mejor no hablar del tema, como tampoco hacer pronósticos de inflación, como cuando habló de un abril cuyo índice confiaba que “comenzara con 3”, y hoy nadie imagina más bajo del 7.
¿Podría ser candidato con una inflación tan elevada?, se siguen preguntando muchos, pero la respuesta la daba esta semana -cuando el dólar comenzó a descender- un miembro de esta administración cercano al ministro: “Alcanzará con que sea el que evite el colapso”.
Íntimamente Cristina Kirchner está convencida de que es imposible que un gobierno con inflación de tres dígitos pueda ganar, pero eso no la lleva a no dar pelea. Si ella no compite -al menos para la presidencia- es porque sabe que no puede ganar y no piensa arriesgarse a que su último capítulo en la política sea con derrota. Juega a mantener el poder dentro del peronismo, a una fuerza fuerte en el Congreso y a retener la provincia de Buenos Aires. Son sus tres apuestas para esta elección, y para eso necesita a un candidato dispuesto a inmolarse, pero competitivo.
Y mientras tanto, deja señales como una frase que deslizó sobre el final de su mensaje en La Plata, cuando se refirió al litio, la nueva panacea argentina: “Tenemos que ver cómo vamos a manejar nuestros recursos. Chile acaba de presentar un plan estratégico del litio. Tenemos que saber qué vamos a hacer con el litio; si lo vamos a declarar recurso estratégico y conformar una asociación con privados, con provincias que son las que manejan los recursos”. Palabras que generaron inquietud entre los inversores.
Para muchos, el dato saliente de la exposición de CFK del jueves fueron sus referencias a Javier Milei. Sin nombrarlo, tal es su estilo, lo subió al ring. Fue al hablar durante toda la primera parte de su “clase” sobre dolarización, caballito de batalla del líder libertario, convertido el tema en su plataforma de campaña, aunque el diputado de Evolución Radical Alejandro Cacace le advirtió que él no es el padre de la idea, recordando que él fue quien el 28 de marzo del año pasado presentó concretamente un proyecto de ley para implementarla.
Cristina lo emparentó en ese pasaje con Domingo Cavallo, de quien los Kirchner llegaron a ser muy cercanos. En rigor, la vicepresidenta defenestró en su discurso a la convertibilidad, pero la reivindicó fuertemente durante los años dorados del sistema. Volvió a referirse a Milei sobre el final, incluso sin reparos en admitirse miembro de “la casta”.
Hay dos razones para su actitud: por un lado, la certeza de que el líder de La Libertad Avanza está creciendo en electorados que el kirchnerismo considera propios, la juventud y el conurbano bonaerense. Por otro -y sobre todo-, la deliberada intención de subirle el precio frente a Juntos por el Cambio, al que ninguneó. La posibilidad de que Milei termine escalando hasta aventajar a la principal oposición lleva al kirchnerismo a ilusionarse con un balotaje con Milei. Si eso sucede, dan por descontado que pueden ganar perfectamente.
En este marco la principal oposición ha tomado nota de que “la marca Juntos por el Cambio está estancada en las encuestas”. El internismo extremo, las peleas recurrentes que solo las PASO podrán enmendar, han hecho mella en las posibilidades de una oposición que hasta ahora se imaginaba gobierno a partir de diciembre. Hoy eso está opinado, y la responsabilidad está en el partido principal de la alianza, el Pro. Por eso la reunión del viernes pasado, que sirvió tan solo para la foto y para que volvieran a verse Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta, después de la decisión del jefe de Gobierno sobre las elecciones porteñas, que rompió la relación entre ambos.
La multiplicidad de candidatos para distintos rubros conspira contra esa fuerza, a ojos de una sociedad desencantada con la política. No se ponen de acuerdo ni siquiera en el principal distrito que gobierna el Pro, la Ciudad de Buenos Aires, donde Larreta sigue apostando a Fernán Quirós y no baja a Soledad Acuña. A estas alturas, el expresidente esperaba que su primo Jorge Macri fuera el único candidato del Pro. El jefe de Gobierno mantiene a sus referentes para negociar la imparcialidad de Mauricio Macri con Patricia Bullrich. En este contexto crecen las chances de una alternativa que citamos hace dos semanas: la de María Eugenia Vidal como prenda de unidad en el distrito. No es lo que quiere ella, que siempre se vio como la más capacitada para la candidatura presidencial del espacio, pero ella misma confirmó esta última semana estar dispuesta a poner en juego su capital político “desde el lugar que lo tenga que hacer”. Podría ser la candidata unificada a suceder a Rodríguez Larreta.
Sería un golpe de efecto de los que necesita JxC. Antes, o simultáneamente, Vidal se bajaría de la candidatura presidencial.