Veintinueve veces nombró a Macri Agustín Rossi durante el informe que brindó el martes pasado en la Cámara de Diputados. No importa que el expresidente no sea candidato: para el oficialismo, su figura sirve para englobar a la oposición en tiempo de campaña y alertar sobre lo que puede llegar a suceder si “la derecha” vuelve al poder. El funcionario insistió una y otra vez en descartar una devaluación y, por el contrario, le pidió a la oposición que sus economistas dejen de anticipar que propiciarán una devaluación, pues a su juicio con eso complican más la situación actual.
“Lo que están haciendo el Gobierno y el ministro (Sergio) Massa, a mi criterio eficientemente, es ver cómo recomponemos los niveles de reservas para evitar una devaluación”, dijo el jefe de Gabinete, que nuevamente atribuyó a la sequía y a los presagios de devaluación que generó ese fenómeno climático tan adverso el hecho de que se revirtiera la baja de la inflación que venía dándose cuando el ministro de Economía se animó a vaticinar un índice que comenzara con 3 para el mes de abril.
Devaluar es el verbo que bajo ningún concepto quiere conjugar esta administración. Ese es el límite que trazó la vicepresidenta y que el ministro de Economía respeta a rajatabla. Si logra evitar esa alternativa, será otra medida que quedará para el próximo gobierno, sea del signo que sea.
No será la única medida antipática que quedará para el que sigue: la semana terminó con un aumento del 4,5% en los combustibles, pero las petroleras no están conformes. Querían 7,5, cuestión de acompañar más o menos a la inflación. Massa se negó rotundamente y -palabras más, palabras menos- les dijo que se lo cobren al gobierno que venga después.
Sobre esas bombas que encontrará el gobierno que asuma el 10 de diciembre hablan asiduamente Hernán Lacunza y Luciano Laspina, quienes hoy ofician como ministros de Economía en las sombras de Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, respectivamente. Se reúnen todas las semanas, dejando claro que al menos en esa área no hay grieta entre los principales precandidatos de Juntos por el Cambio. El exministro de María Eugenia Vidal y de Macri (en ese orden) y el diputado nacional son amigos y gane quien gane las PASO, terminarán trabajando juntos si el 10 de diciembre le toca a alguien de Juntos por el Cambio suceder a Alberto Fernández.
Quien hoy manda en el Palacio de Hacienda todavía no ha confirmado si viajará a Washington para reunirse con la gente del Fondo en los próximos días. La negociación viene complicada y si bien todos descartan que el FMI no contribuirá a que la Argentina se precipite al abismo, el arreglo parece lejano. Hay un vencimiento inminente y faltan dólares para pagarlo, por lo que se imagina que el organismo liberará fondos para que nuestro país pague, con la condición de no intervenir con ese dinero en el mercado.
Mientras esto sucede, Sergio Massa debe atender un frente que le interesa tanto o más que el financiero externo: el electoral. De cara al cierre de listas del próximo sábado, persisten las dudas en el seno del oficialismo respecto de quién será el candidato bendecido por Cristina Kirchner. Por momentos crecen las acciones de Eduardo “Wado” de Pedro; hay lapsos en los que vuelve a sonar el nombre de Axel Kicillof, y esta semana circuló la especie de que Massa se bajaba de una candidatura. Nada más alejado de la realidad. El ministro de Economía es de los que piensan que al tren hay que tomarlo cada vez que pasa. Cuentan que cuando un amigo empresario le confió al tigrense lo que se estaba rumoreando, el ministro se sonrió y solo deslizó que no va a trabajar para otro.
La vicepresidenta tenía pensado anunciar el nombre del candidato el Día de la Bandera. Como siguen las dudas, tal vez se demore el anuncio.
De momento, la novedad la da Daniel Scioli, que no se baja de la interna. Tampoco Rossi, y resultaría raro que el oficialismo tuviera PASO con más de dos contendientes. Aunque el jefe de Gabinete ya ha dado muestras de tozudez, por ejemplo en 2021, cuando decidió confrontar en las PASO contra el candidato de Cristina y Omar Perotti en Santa Fe.
La otra novedad fue el cambio de denominación de la coalición oficialista, a la postre una admisión del fracaso de esta gestión, de la que el kirchnerismo no quiere hacerse cargo a pesar de manejar los recursos del 71% del Estado nacional. El anterior Gobierno también cambió de nombre en 2019, aunque no tan rotundamente como el Frente de Todos ahora. Igual perdieron.
Con todo, Cristina Kirchner sigue hablando como si la gestión actual le fuera ajena. En Santa Cruz, donde dio un nuevo discurso el jueves pasado, hizo referencias a “los 12 años y medio de nuestros gobiernos”, desentendiéndose de la experiencia actual. También transparentó las razones de su decisión de no competir. Cuando la militancia cantó “una más”, referencia recurrente a una nueva postulación suya, ella respondió: “Créanme que si yo creyera que esa es la solución, nunca le he escapado”. Nada dijo de la “proscripción” que enarbola como razón para no ser candidata.
No nombró esta vez a Javier Milei. El ninguneo tal vez obedeciera a que estos días el economista cotiza a la baja. Los resultados de sus candidatos en las provincias que han adelantado elecciones lejos están de ser alentadores para La Libertad Avanza; más bien todo lo contrario. El de Ricardo Bussi el domingo en Tucumán fue un verdadero mazazo. Menos de 4 puntos; casi diez menos que en su anterior postulación.
Encima se le cayó el candidato a gobernador, un intendente que venía estableciendo acuerdos con colegas del Frente de Todos para recolectar candidatos. Se bajó sin dar razones. No es sencillo para ningún candidato presidencial lograr los recursos necesarios para instalarse en todo el país. Menos para un partido unipersonal, que es lo que representa la experiencia inédita de Javier Milei. Está claro que lo único taquillero de su propuesta es su propia figura, descontándose que cuando estén su nombre y fotografía en las boletas le irá mucho mejor y seguramente sea el candidato individual más votado el 13 de agosto. Pero también es cierto que deberá conseguir una red de fiscales lo suficientemente amplia y capaz para proteger sus votos. No alcanzará con el acuerdo tácito que pueda llegar a haber con el oficialismo. Más allá de la orden que vayan a bajar desde la conducción de UP, un conocedor de esas lides advertía que los fiscales tienen como finalidad original cuidar sus votos; luego, ver si pueden quedarse con votos ajenos… Que además deban “cuidar” votos ajenos podría ser demasiada exigencia.
La semana complicada de Milei terminó con el escándalo que levantó Carlos Eguía, periodista y excandidato a gobernador de Neuquén por La Libertad Avanza, que lo trató de “basura, hipócrita y mentiroso”, además de llamarlo “loco psiquiátrico”, luego de que los armadores del libertario se desentendieran de los acuerdos con él en esa provincia y exploraran nuevos horizontes. Milei puede estar descubriendo ahora que una cosa es asumir el papel de “rockstar” y otra muy distinta -engorrosa y onerosa- armar una estructura partidaria que le permita ir más allá de lanzar consignas taquilleras y gritar fuerte.
No por nada Nito Artaza recordaba estos días el espectáculo que le produjo a Milei en teatro hace algunos años, donde la obra terminaba cuando aparecían unos actores personificando a enfermeros que se lo llevaban con un chaleco de fuerza.
En este marco, la semana de Juntos por el Cambio terminó más calmada que lo que se presumía, con un cierre de alianzas normal en el que el sector de Larreta, Morales y Carrió resolvió postergar para más adelante sumar al peronismo cordobés como aliado, y decidieron conservar la denominación original de Juntos por el Cambio.
Venían dulces luego de un fin de semana favorable, en el que celebraron en tres de las cuatro provincias donde hubo elecciones, aunque en la única que perdieron, Tucumán, el resultado fue mucho más abultado de lo esperado y perdieron además la capital, cosa que ya se ha dado en otras ciudades importantes, como la capital riojana. Dieron la nota, eso sí, en San Luis, donde finalmente se puso fin a la hegemonía de los Rodríguez Saá.
Pero la armonía no fue total. En Santa Cruz, donde JxC ganó en las legislativas y tendría serias chances para imponerse, se rompió Juntos por el Cambio por la intención del PRO de sumar al gremialista y diputado nacional Claudio Vidal como candidato. El hombre representa al gremio de los petroleros y es avalado por Horacio Rodríguez Larreta, en el marco de su intención de sumar peronistas para ampliar la base de sustentación de la oposición. Pese a que en la provincia hay Ley de Lemas, no hubo acuerdo, por lo que irán divididos y le facilitarán así al kirchnerismo retener la gobernación.
Vidal -que fue kirchnerista en el pasado- forma un interbloque con el también peronista riojano Felipe Alvarez, que auspiciado por Larreta fue candidato a gobernador por JxC en su provincia. Sin embargo el comportamiento legislativo de Vidal permite albergar dudas: mientras Alvarez se mostró estos años alineado con JxC a la hora de votar o no dar quórum, Vidal generalmente se abstuvo o estuvo más cerca del Gobierno.
El sector expansivo de Juntos por el Cambio pone el ejemplo de Claudio Poggi, gobernador electo en San Luis, pero él ha participado con JxC de las últimas cuatro elecciones y siempre votó alineado, dentro del interbloque que también integra. Cuestiones sustanciales a la hora de diferenciar entre sumar y amontonar.