Los analistas políticos reconocen que un debate presidencial no mueve el amperímetro para la modificación del resultado electoral sino que, en todo caso, sólo puede tener algún tipo de incidencia sobre ausentes e indecisos.
Quizás, las emboscadas opositoras, los carpetazos de último momento y la aparición de un cisne negro es lo que podría alterar la tabla de resultados de las PASO.
Y, justamente, un día antes de que los cinco candidatos presidenciales se vieran las caras en Santiago del Estero, un ave palmípeda pareció asomar su largo cuello en las transparentes aguas del Mediterráneo.
Los puntos de rating de la transmisión televisiva representan la expectativa por ver cómo el candidato de UxP se reponía de una sucesión de tackles, cosa que no sucedió. Esto parece haber conformado al interior del partido y defraudado a los televidentes.
Se esperaba que el “yategate” se colara en el fórum como un convidado de piedra que desestabilizara a Sergio Massa, pero como buen animal político, el inoportuno episodio de corrupción no hizo mella en su performance.
Es bien cierto que le salió bastante barato al ministro de Economía en términos de esperables ataques de los contrincantes; como si los “precios justos” se hubieran trasladado de las góndolas al atril.
También es cierto que el formato del debate no hubiera permitido ni amplios ataques ni aguerridas defensas. Los cinco candidatos optaron por seguir el guión diagramado con el equipo de campaña.
La pregunta es si el caso Insaurralde sumado al escándalo en la Legislatura bonaerense fue un verdadero cisne negro o apenas una cría de patito feo color “chocolate” que merodeaba cerca de un lujoso yate.
Falta recorrer un largo camino todavía hasta octubre. Por lo pronto, ya vamos reservando un lugar privilegiado frente a la TV para ver qué pasa en la segunda parte del debate presidencial el próximo domingo.