Dijimos en este espacio en vísperas de las generales, que estábamos ante una elección con final incierto. A nadie debió sorprender entonces que el resultado fuera tan asombroso.
Curiosidades del domingo 22 de octubre: en la previa, todo el mundo daba como el resultado más predecible un balotaje, no un triunfo en primera vuelta de Javier Milei, como el candidato de la motosierra se animaba a predecir. Y que esa segunda vuelta, en base a lo que indicaba la mayoría de las encuestas, sería entre el libertario y Sergio Massa. ¿Por qué sorprendió entonces que jueguen la final esos dos contendores que casi todos daban por sentado que se verían las caras el 19 de noviembre?
¿Por qué razón, si todas las encuestas anticipaban con certeza que un balotaje entre Milei y Massa sería pan comido para el primero, ahora se piense con tanta convicción lo contrario?
Lo disruptivo de esta elección es que los detalles le imprimieron a este resultado previsible un carácter absolutamente inesperado. Lo que cambió fue el orden: se daba por descontado que Milei estaría en el balotaje, pero salvo un par de encuestas que en vísperas de la elección dieron a Sergio Massa primero -sin que en general se les prestara mayor atención-, todas tenían al libertario adelante. La novedad fue que el líder de La Libertad Avanza se estancara en su 30%, mejorando apenas unas décimas respecto de las PASO, y el ministro de Economía escalara quedando primero y sacándole 6 puntos al segundo. Ese simple hecho inesperado generó el efecto ganador que en agosto se le había asignado al economista; ahora se da por sentado que Massa tiene todas las de imponerse.
Los libros de historia indagarán respecto de las razones por las cuales el ministro de Economía de un gobierno con tres dígitos de inflación, dólar a mil, colas para cargar nafta, sin insumos médicos y pobreza en alza -entre tantas penurias-, logró dar vuelta esta elección. Y la pregunta obvia es qué cambió para que él sea favorito, cuando la lógica que llevó a las encuestadoras a vaticinar que un balotaje entre Milei y Massa sería ganado por el primero simplemente porque la mayoría de los votos de Juntos por el Cambio irían en ese caso hacia el libertario. La respuesta es que el resultado del domingo 22 cambió el efecto ganador que traía Milei.
Se notó en los días posteriores al sorpresivo resultado, cuando el bisoño candidato pronunció palabras que no debe decir: que no se baja del balotaje. En esos casos se termina generando el efecto contrario: da que pensar que esa alternativa puede ser posible.
Juntos por el Cambio era favorito para las PASO y salió segundo; Milei era candidatazo en las generales y lo relegó Massa… ¿Por qué no pensar que el favoritismo le juegue ahora una mala pasada al candidato oficialista? Puede pasar, sí, por eso las usinas massistas no han parado un minuto desde el triunfo del domingo. A su gente le atribuyen la difusión de esas versiones que sugerían la posibilidad de que Milei se bajara de la segunda vuelta, que de hecho continúan. Además, ya están trabajando fuerte en la fiscalización, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, donde los intendentes ya no tienen mucho interés pues ya obtuvieron lo que necesitaban.
Saben además que ese es el punto más flojo de La Libertad Avanza. Lo fue el 22-O, lo será más el 19-N, cuando ya no estará tampoco Luis Barrionuevo, si algo hizo en la fiscalización de esa elección.
Los reproches no paran contra el dirigente gastronómico, cuyo papel en el equipo de Milei fue en definitiva breve. Para muchos de los propios, resultó una suerte de “caballo de Troya” sumado a la campaña para hacer algo que no cumplió. Insidiosos, recuerdan que justo antes de recalar en el team Milei, ofreció sus servicios a Eduardo “Wado” de Pedro, candidato presidencial por un día, hasta ser desplazado por Sergio Massa.
Vale recordar que los inicios en el peronismo del candidato presidencial de UP -después de su paso por la UCeDé- fueron en San Martín y sus padrinos políticos el matrimonio Barrionuevo-Graciela Camaño… Mera coincidencia, seguro.
Hace bien el candidato oficialista en no confiarse por el resultado de las generales. El balotaje es otro partido y muchos advierten que Massa ya consiguió todo el voto disponible para UP; tal vez no haya más dónde hurgar, habida cuenta de que entre una elección y otra obtuvo 9 puntos más.
Milei, como dijimos, creció apenas más de un punto; Juan Schiaretti +3; y Myriam Bregman solo una décima. Patricia Bullrich fue la única candidata presidencial que retrocedió, de una elección a otra: algo más de 4 puntos. Tomando siempre la sumatoria de JxC, pues ella por sí misma había cosechado el 13 de agosto 17%. Habrá que pensar que parte de los 11 puntos que ese día tuvo Horacio Rodríguez Larreta fueron a parar a las arcas de Massa; aunque también recibió Schiaretti, quien le debe a los debates la popularidad que le permitió hacer una elección más que decorosa. Esos 7 puntos del gobernador cordobés son mirados con avidez por el ministro de Economía. ¿Recordarán los votantes de Schiaretti que existió una gran cercanía entre ambos hasta 2019? La realidad es que si ese voto del gobernador no se fue en las dos elecciones previas a Milei, tampoco lo hará ahora. En última instancia, una parte irá a la abstención.
Massa confía en el voto de la izquierda, que por rechazo a Milei iría en su dirección sin mayor esfuerzo; pero opera con interés ahora sobre los votantes de Juntos por el Cambio, aunque los mismos puedan tener más puntos de contacto con el libertario.
Con el objetivo de ganar, todos los recursos del Estado están puestos al servicio del candidato de UP. Por eso resiste trasladar el feriado largo de ese fin de semana electoral, con la idea de darles a aquellos votantes ajenos la oportunidad de no tener que votar si no lo desean, aprovechando para irse unos días bien lejos. Mejor voto nulo o ausente, que voto libertario.
Tampoco es novedad la implosión de Juntos por el Cambio. Siempre se supo que la misma noche de la elección, o al día siguiente, el espacio que quedara afuera del balotaje viviría sus peores días. Le hubiera pasado a Massa, cuya carrera política hubiera terminado ese mismo día de haber tenido un traspié que dejara de manera inédita al peronismo gobernante fuera de la segunda vuelta. El ministro/candidato se jugó un pleno ese domingo y acertó. Habrá que reconocerle el buen ojo a la vicepresidenta, que lo llamó “fullero” allá por fines de junio, cuando el último acto de campaña que compartieron.
A la luz de los hechos, solo un triunfo podía evitar el estallido de Juntos por el Cambio. Surge del nivel de los cruces entre las partes, que incluyen sorprendentes agravios. El encono no involucra a todos, y hasta podría delimitarse estrictamente a Mauricio Macri con Gerardo Morales y Martín Lousteau, y viceversa. Pero como una onda expansiva se extendió al resto del espacio. Para incomodidad sobre todo de muchos actores radicales que ven cómo el alejamiento se tornará definitivo, contra su real convicción e interés. Sorprendió, sí, la rapidez con la que se desató la escandalosa ruptura. Tuvo que ver la rapidez también con la que el tándem Morales-Lousteau operó la noche de la derrota sobre la fallida candidata para que no solo tomara distancia de Massa y Milei, sino también de Mauricio Macri. Cuando el expresidente lo supo -de boca de la propia Bullrich-, decidió apurar todo.
Igual no se hubiera demorado mucho; a lo sumo esta semana habría sucedido lo que terminó activándose a partir del miércoles.
Si bien todas las partes coinciden en aclarar que el “pacto de Acassuso” no incluyó reparto de cargos en un eventual gobierno, va de suyo que lo que se ha puesto en marcha es una alianza permanente, de derecha, entre el Pro macrista y La Libertad Avanza. Si bien los referentes de Juntos por el Cambio -incluso aquellos que ya se han pronunciado abiertamente a favor de apoyar a Milei, como Cristian Ritondo– se resisten a confirmar la ruptura de la que por ahora sigue siendo la principal oposición, el propio Macri la confirmó de hecho cuando al negarla sugirió que se refería al JxC que él creó.
Lo que vaya a prosperar en ese marco dependerá del resultado del 19 de noviembre. Si gana Milei, está claro que el acuerdo se transformará en una alianza de gobierno; si pierde, Macri y Bullrich serán los derrotados y tendrá alguna chance un último intento de los dialoguistas de uno y otro lado para mantener vigente JxC. Será difícil.
Dicho sea de paso, le habrán regalado en ese caso a Massa poder afirmar que le ganó a toda la oposición unida, desactivando lo que hasta ahora podía decirse de que el 65% votó contra el kirchnerismo.
Lo cierto es que juntos representan una estructura no menor en la actualidad, con 94 diputados nacionales, un tercio del Senado, una decena de gobernadores y cientos de intendentes y legisladores provinciales en todo el país. Separados, la sumatoria no es tan generosa y está claro que minan definitivamente sus chances de ganar una elección. En el camino que van, estarían generando una profecía autocumplida respecto de lo que citan como “20 años de massismo”. Habrá que ver la presión de los gobernadores propios, que son los menos interesados en una división del espacio opositor.
Así y todo, si La Libertad Avanza se transforma en gobierno, no es tampoco demasiado lo que vaya a poder aportarle el Pro a ese oficialismo. Menos de medio centenar de diputados y 3 o 4 senadores. Ninguna ley podría avanzar sin consenso.
Por lo pronto, Milei espera que le aporten capacidad de fiscalización, y ese acuerdo está; pero tampoco es mucho lo que pueda hacer al respecto una tropa de fiscales en la que no podrán contar con el aporte radical.