El día después del debate presidencial nos enteramos de que tres desgraciados mataron de dos tiros a un chico de 8 años con Síndrome de Down, mientras dormía en su cama. Ya se trate de una venganza por un amorío o porque se querían quedar con el terreno, lo cierto es que se trata de un síntoma de enfermedad serio de nuestra sociedad.
Muchos pensarán que esto “pasa todo el tiempo”, y que las informaciones traen todos los días un drama parecido, y a la vez distinto, pero siempre con la carga de la fatalidad y el desenfreno de gente de carne y hueso, mente y alma descontroladas, antisociales sin límites, escoria de una sociedad en decadencia.
Con premeditación y alevosía pregunto: ¿apareció algo de esto en el debate presidencial? Digo, me refiero, a los dramas cotidianos de los argentinos. Dentro de la densidad de los porcentajes de pobreza, de la inflación, del valor del dólar, del estúpido carpetazo sobre una pasantía, de una mentirosa abstracción en torno a la opción “continuidad o cambio” por ambos lados, de la discusión por la inseguridad y el narcotráfico sobre si las fuerzas armadas deben o no intervenir, “¿entró la vida real de los argentinos?”.
El contraste suena antipático y hasta puede parecer forzado. No lo es. Lo más antipático de todo, lo más terrible, espantoso y lamentable es el bajo nivel de los dos candidatos que el próximo domingo se enfrentarán para disputar la presidencia de la nación, desde dos rincones igualmente deplorables. Ni siquiera puede considerase que están en juego las ideologías, porque se trata de dos pobres personalismos.
Mientras colegas y analistas tratan de sacarle punta a un lápiz que no tiene mina, buscando razones para afirmar que uno de los dos, Javier Milei y Sergio Massa, ganó la “pulseada” retórica, los argentinos viven otro mundo, más cruel y menos gracioso que la lectura de los gestos no verbales a que apelan para entender lo inentendible. Ninguno de los dos candidatos dio muestras de poseer virtudes elementales en esta chance: visión estratégica, un modelo de país, una resolución contundente para salir del hundimiento económico, capacidad de persuadir o generar una esperanza de largo plazo.
Ambos fueron cartón pintado. Ocupados como estaban en darse golpes bajos, figurando “estrategias de marketing” berretas -la de las preguntas por sí o no-, apenas intentaron manosear el egocentrismo del adversario para salvar el propio. Ni siquiera vale la pena rescatar un mínimo segmento de las exposiciones porque no dijeron nada relevante, solo repitieron lo mismo que en sus campañas. Ninguno de los dos sorprendió con el planteo de un horizonte diferente, tampoco marcaron el camino acerca de qué van a hacer para sacar a la Argentina del triste lugar al que fue a parar.
Todas fueron “medias tintas”, nunca una tinta entera. ¿Cómo es posible que al candidato inexperto Milei no se le ocurrió cuestionar duramente, desde su óptica economicista, los tremendos fallos de la gestión ministerial de Massa y la herencia que presumiblemente podría recibir si es electo presidente? Es de una obviedad flagrante. ¿Cómo es posible que el imberbe se haya prestado a responder el interrogatorio de alguien que es quien debe dar cuentas de su pésima gestión económica? Verlo, no entraba en ninguna cabeza. La escasa travesía política quedó en evidencia.
Pero Massa, ¿fue mejor que Milei o sólo salvó las papas? Seguir una estrategia marketinera para evitar hablar de su fracaso como ministro de economía, que a la vez puede convertirse en una herencia maldita para el otro, no lo hace mejor, solamente resalta alguno de sus peores defectos. A Massa no se le puede creer, trata de generar confusión con su “temple”, que no es otra cosa que una simple cara de piedra. Cara de piedra para convocar a una “unidad nacional” que constaría, apenas, de unos pocos dirigentes de distintos partidos residuales con buena caripela. Con uno de cada palo, listo el pollo para la unidad nacional.
El debate fue realmente aburrido, no movió el amperímetro de nada, por eso habrá que esperar hasta el domingo para saber cuál de estos dos, impresentables por distintas razones, gana una elección que más que parir un presidente será un aborto de la naturaleza.
¡Qué hemos hecho los argentinos para merecer esto!