No hay ninguna razón, ninguna, para que el busto de la presidenta María Estela Martínez de Perón esté ausente de la galería de mandatarios de la República Argentina.
Sin embargo, hay una razón que justifica semejante falta. Una razón inentendible, imposible de aceptar: ¡alguien no quiso que ese busto esté ahí!
¿Por qué? Es la pregunta del millón de dólares. ¿Quién no quiso? Es la pregunta del millón de pesos.
¿Quién no quiso? Aquí hay una sola culpable de que la pieza de mármol de carrara con la figura de Isabel Perón, realizado por el escultor Enrique Savio, no esté donde debe estar. Esa culpable es Cristina Fernández de Kirchner, detractora de la voluntad de su propio marido Néstor Kirchner, quien había ordenado hacer la escultura mediante una licitación ganada por el escultor Savio.
Se han visto maldades de esta mujer durante los tres mandatos presidenciales de los que fue protagonista, hacedora y destructora. Pero la osadía de pergeñar la desaparición del busto de Isabel, ordenado por su mismísimo marido en 2007, la muestra de cuerpo entero en cuando al defecto más penoso que puede exhibir un ser humano: la envidia.
Siempre quiso ser la “primera presidenta de los argentinos”. Sin embargo, y mal que le pese, es y será por siempre “la segunda presidenta” porque Isabel Perón fue elegida por el pueblo como vicepresidenta. Al morir su esposo en 1974 se convirtió legítimamente en la primera mujer en alcanzar la presidencia en la historia de la Argentina.
No puedo dejar de preguntarme sobre el mecanismo psíquico de las personas que por ambición o codicia son capaces de cualquier cosa, incluso negar la historia nacional, odiar a mansalva como lo hizo también con Juan Domingo Perón, a quien le negó un monumento propuesto por el dirigente peronista Antonio Cafiero: “para ese viejo de mierda, ni un peso”, fue su respuesta. Y llenó su boca diciéndose “peronista”.
Pero lo de Isabel es de lo peor. Como siempre, mi admirada colega Claudia Pieró escribió la verdadera historia de la trama negacionista el 9 de setiembre de 2020, en Infobae. No la había leído y lamento el descuido. En esa fecha ya transitábamos el peor gobierno kirchnerista y el presidente que ahora se va, Alberto Fernández, no tuvo la voluntad de terminar una tarea que se propuso al asumir para reponer los bustos de Hector J. Cámpora y María Estela Martínez de Perón. En realidad, este hombre nunca terminó ninguna tarea, pero su vocación inicial movilizó en parte a los responsables en la Casa Rosada, quienes descubrieron que el busto de 75 centímetros de alto no estaba.
La historia del periplo de la escultura es aterradora, pero más sorprende la forma en que aparece y desaparece esa pieza desde 2007 hasta el 2020. Es inevitable asociar esa trama con una historia previa y aún más espeluznante: la desaparición del cadáver de Eva Perón. También esposa de Juan Perón.
Claro está que a Evita la “desaparecieron” unos militares que querían hacer una Revolución Libertadora en 1955. Pero al busto de Isabel lo hizo desaparecer una mandataria presuntamente democrática. Tan “democrática” que no admite ser “la segunda”.
Isabelita fue menos querida que Evita por el antiperonismo, y tal vez por algunos peronistas cuya excusa para su rechazo fue decir que “era débil” y “no estaba capacitada para la presidencia”. ¿Eso es todo?, porque muchos mandatarios argentinos fracasaron en sus gestiones.
¿Isabel fue la culpable del golpe militar de 1976 contra su gobierno para ser tan repudiada? ¿Cuántos van a reconocer de viva voz que deseaban la caída de su gobierno?
Claro, nadie recuerda que esa frágil mujer, inexperta en temas políticos, estuvo presa y jamás abrió la boca para delatar a nadie. No habló, nunca habló, nunca pactó, jamás recibió una visita porque no tenía familia. Se llenó de silencio durante seis años (¿se entiende?), seis años. Sólo cuando volvió al país para presenciar la asunción de Raúl Alfonsín habló para asegurarle que contaba con todo el respaldo del Movimiento Nacional Justicialista en el ejercicio de su mandato democrático, iniciado en 1983. “Por la unidad nacional”, le dijo a Alfonsín, quien reparó el daño causado por la dictadura con el reconocimiento de su jubilación, nunca pedida por ella ni por los dirigentes justicialistas.
La viuda de Perón fue calumniada sin piedad “por propios y extraños”, según decían los viejos peronistas. Para muchos fue una bailarina “cabaretera” que Perón sacó de un burdel. No conocen la historia verdadera: Isabel era bailarina clásica e integró varios ballets de nivel internacional. Además, estudió canto, piano y dos idiomas como el francés y el inglés. Pregunto: ¿cuántos presidentes argentinos hablaron fluido inglés o francés? Ah, y a Perón se la presentó un amigo en su propia casa, luego nació un romance entre una señorita de 25 años y un estratega de 60, a quien ella acompañó en sus peores momentos de vacas flacas.
María Estela Martínez de Perón debería ser una invitada a la asunción del nuevo presidente liberal Javier Milei. Corresponde. Como corresponde que su busto integre la galería de presidentes argentinos. Hay que llenar ese hueco atronador en las galerías de la Casa Rosada, con esa escultura que unos bandidos quisieron vender después que se ordenara su desaparición poco después del año 2007. ¿Quién gobernaba Argentina en esos momentos?
El busto estuvo desaparecido durante 12 años.