Poema/elévame a tu altura/gigante desolado
miserable papel blanco endiosado/me inclino cada noche/
cuánto le debo a mis rodillas/
¿Más que a mi orgullo?/¿Menos que al silencio?
La misma cosa escrita/desde antes de la palabra.
La prudencia y el bastón
caminan ciegamente. (Rolando Gabrielli)
LOS POETAS DE CHILE (Editorial Agua Fresca, Bogotá, Colombia,
Cisne Color Ltda. 96 páginas. 500 ejemplares. 50 numerados y firmados por el
autor. Año 2007)
La poesía chilena cuenta con su propio
pasaporte en el idioma castellano desde el siglo XX en adelante. Si bien podría
decirse que en poesía todo está casi escrito, un poema debe buscar y dar sus
propias señales. Explicar un poema es como hablar del silencio, porque si es
verdadero tiene más de una respuesta en sí mismo. Los poemas son para los
lectores y nadie mejor que ellos pueden responder por el texto que tienen
enfrente. Un libro se sostiene en el tiempo por las lecturas que de él hagan las
personas que lo escogen. La palabra puede superarse en el tiempo así misma, pero
nunca será igual a cuando fue escrita. Poesía podría ser lo que nunca antes se
había escrito. Son tantas y ninguna las definiciones como poemas que aún no se
han escrito. Me gusta la definición de Ezra Pound: poesía es el lenguaje cargado
de sentido. ¿Qué motiva a escribir poemas a las personas que suelen llamar
poetas? Es una manera de observar e interpretar el mundo, a la gente, a lo que a
uno le rodea, ve y toca, el silencio y la soledad. La palabra es una aventura en
sí misma. El poema es un mapa. La textura del poema es la variante de la palabra
en el lenguaje que adquiere definitivamente una forma y contenido inseparables.
Un libro suele ser un conjunto de poemas más o menos armónicos en su temática.
El poema es una búsqueda a partir de la página en blanco y en un principio se
constituye en una idea vaga que lentamente adquiere una forma real. El poema es
el cuerpo a través del lenguaje que es su experiencia. Cuando ha cristalizado la
idea, el poema ya no nos pertenece, adquiere vida propia. Un poema es un poema
tal vez, cuando al leerlo pareciera escrito por otro. Eso me dijo Jorge Tellier
una primavera en Santiago.
Los Poetas de Chile, nació como un libro experimental,
un juego, un homenaje a la poesía chilena y a algunos poetas conocidos con los
que compartí la vida, el vino y la poesía, una época. El 2002 comencé a rayar
los primeros borradores que intentaron interpretar la poesía y al hombre o mujer
que había escrito una obra poética singular, significativa. El libro se
desarrallò sin ninguna solemnidad, ni compromiso, humor, vinculación poética y
todo lo personal, discrecional de mi propia visión. También es un ejercicio para
ir ingresando a la "chilenidad", si en verdad existiera, pero sobre todo a una
época, una historia, una ciudad, un país, a quienes cruzaban la línea de la
poesía, en un presente casi anónimo, convulso, idílico, absolutamente
impredecible, que concluyó en lo predecible. La línea de fuego puso silencio a
la poesía chilena por un largo tiempo dentro de Chile en 1973.
La poesía chilena cuenta con numerosas antologías, críticas,
personales, interesantes, espantosamentes parciales, como ocurre en este género
en muchos países, pero Los Poetas de Chile, no es una antología, no nace
como una parcialidad fragmentaria de un todo, ni obedece a una canonización de
poetas y poesía. El imán de toda búsqueda está en la orilla, la marginalidad del
centro de las cosas, la hondura bajo la superficie, el río, el río que sólo
fluye, de orilla en orilla.
Toda selección es arbitraria de por sí y en Chile hay no pocos poetas
originales, interesantes, meritorios, dueños de una retórica propia, cuyas obras
se sostienen en cualquier antología, pero este libro no lo es, ni por principio,
ni fin. Me motivó también un paseo lúdico por la apuesta en vida y obra de los
poetas reseñados, pintados, coloreados en estas 96 páginas. Los Poetas de
Chile marcaron el territorio en castellano de la poética del siglo XX, dicho
y repetido casi como un slogan, y fueron antecedentes de la novelística que se
montó en el boom de la narrativa latinoamericana, según han afirmado Cortázar,
Carlos Fuentes y García Márquez.
La poesía chilena, que nace de distintos y variados troncos,
posee numerosas cabezas, cuerpos de alpinistas que no han cesado de escalar las
montañas nevadas de la Cordillera de Los Andes, o atravesar el océano Pacífico
como buzos solitarios asfixiados, convertirse en ríos silentes, lagos, desierto
y tan urbana como nosotros mismos ciudadanos del Tercer mundo y del siglo XXI,
un cristal de acero inoxidable. De origen español (castellana), anglosajona y
francesa, alemana y de los inolvidables e imperdibles clásicos griegos, la
poesía chilena busca su propio centro y se seguirá contaminando asímisma, como
todo lenguaje que aspira a ser verdadero, único, significar y comunicar.
Chile, una pobre capitanía al sur del Virreynato del Perú,
país desértico, salino, marítmo, volcánico, de ricos y de productivos valles,
con una geografía desmembrada y deslumbrante, lo primero que exportó fue su
poesía, más que los vinos, y fue reconocido durante años por sus dos poetas
laureados con el Nobel: Mistral y Neruda. No es una frase chauvinista, sino
real. Después del 11 de septiembre de 1973, Chile exportó, deportó, poetas. Hoy
algunos viven aún en Estados Unidos, México, Francia, Canadá, Suecia, Australia,
Argentina, Panamá, entre otros lugares, donde vuelve a renacer una y otra vez la
poesía.
Treinta y seis poetas integran la primera parte del libro,
con su sal y pimienta, pequeña historia, reflejo de su poesía, su tránsito por
Chile de alguna manera. Son poetas jugados en la palabra. La poesía es una
obsesión dentro de la escritura y eso lo vi y viví, conversando con Lihn,
Millán, Parra. La poesía se hace todos los días, no hay poeta de ocasión ni
dominical. Es esencial el humor, la ironía en el retrato de cada uno de los
poetas, porque se trata de ingredientes con tradición en la vida cotidiana de
Chile y de sus propios poetas.
Bajo el título: Vienen a robar el fuego, dedicado a
los que vienen llegando a la mesa de la poesía con sus manos untadas de
espanto/pájaros/sueños locos/insomnes en la página en blanco. Los días
personales, forman un tercer capítulo de esta historia poética, con un
extenso poema donde el autor se ubica y relata los acontecimientos después del
11 de septiembre de 1973. Los que se van, el que se queda: la primavera se
acerca para ser degollada. Sigue la historia su curso en el zig zag volátil y
sangriento de aquellos días y el poeta se pregunta: ¿La memoria del silencio es
eterna?. Epitafio, es el siguiente paso de un carrusel, cuyo trasfondo es
la poesía de Chile, los días en que la República se fue barranco abajo, pero
también un reconocimiento a poetas míticos desaparecidos prematuramente y que si
bien forman parte del gran abanico y panorama de la poesía chilena, pudieron ser
protagonistas que habrían enriquecido aún más la lírica nacional y del habla
castellana. La poesía puso sus muertos antes y después de los tiempos. El
Corolario de este viaje, reafirma que Los Poetas de Chile nacen bajo
las piedras en el siglo XX y retoma a los grandes volcanes, pero también fueron
magos de pueblo chico/duendes de baquelita/adanes tal vez/porque desnudaron la
palabra. Artesanos/fueron quizás/simples organilleros/con sus bombos/y platillos
provincianos. El país ya había sido fundado por La Araucana.
El Epílogo que ocupa un lugar antes del fin de este
libro, es un homenaje al editor argentino Armando Menedín, por esa maravillosa
colección de poetas El Viento en la llama, que dejó como legado a la poesía
chilena, fin del mundo, donde vino a arrastrar su propio poncho la palabra.
Post Chile, esa sección del poemario se inicia con un poema intitulado:
Pregúntale al polvo. No me crean/no me crean el Tata está vivo, así inicia ese
bautismal, fantasmal, infernal poema sobre el "inmortal", innombrable personaje
que fracturó hasta el día de hoy la sociedad chilena. Santiago del Nuevo
Extremo, forma parte de este capítulo, pero sobre todo de la fundación de
nuestros primeros pasos. La ciudad fue techo, sueño, santo y seña de la
realidad. No más allá de la montaña, no más acá de uno mismo. "Santiago no
existe. Es una historia muy larga atravesada en el sur. Un río mendigo y la
montaña que hace marco del paisaje. Todo lo demás fue un tiempo para el
miedo..." Se suceden cinco viñetas sobre Chile, Santiago, Neruda y Pinochet,
todas en cien palabras, un gesto de la memoria. En Defensa de la Poesía, es el
título de un poema de una sección que preside una serie de homenajes a poetas
chilenos. Flama o flauta, los ratones hacen fiesta, con las palabras de la
tribu. Los homenajes tienen todo lo de personal que deben tener y estos poemas
no son una excepción, ni pretenden serlo. Homenajes referidos también a la
poesía. Hágase el verso y la luz se hizo, Parra no deja descansar/a los dioses
en su Olimpo. Sobre sus cenizas se construirá la nueva poesía. El poema respira
libre/el aire/que la página en blanco /le concede/ al lector. El gusano de la
poesía sigue tejiendo el poema. Finalmente, el libro se cierra con El Lado
Oscuro. Poesía, poesía y Los Poetas de Chile concluyen con el poema
Mi historia, de quien escribió el libro.
Las solapas muchas veces hablan. La de la izquierda, subraya
que Los Poetas de Chile es un libro sin entrada, ni salida. La solapa
derecha aclara que es un pulso con las lecturas pasadas y futuras, Santiago, los
días personales, con los que no conoce el poeta y vienen. La poesía es lo que
llevamos puesto, un cuerpo contaminado.
Rolando Gabrielli
PD: La edición, bellamente impresa, se debe al esmero y dedicación del diseñador y fotógrafo colombiano, Hernán Santos.
Meridiano: “COPIHUE FLOR Y FRUTO” A: Mi tío abuelo IGNACIO VERDUGO Y CAVADA Poeta chileno del gran poema El Copihue Rojo Es Koskvia en la corte el mejor tambor su alma de coco enmiela el paladar Roja o rosada te arropa la flor surge tu frente en claro cipresal fruto maduro que endulzas la sal apetitosa y de agradable olor Envidia tu suerte al solo mirar llena vegetación amarantina cual cura de iglesia estas en tu altar frutos maduros que el huerto aglutina, que aun en el prado las van a cortar sea color limón o mandarina de Mulchen, eres el fruto soñado maduro copihue es sabor añorado. Dr. Rafael Mérida Cruz-Lascano “Hombre de Maíz” 2009 Rafael_merida@yahoo.com