El autoimpuesto límite de extensión me impide realizar un análisis pormenorizado del decreto de necesidad y urgencia (DNU) con el cual Javier Milei, emulando a Alejandro Magno, cortó de un sablazo el infernal nudo de leyes y normas intrincadas y confusas, de regulaciones y trabas a la actividad económica y de privilegios que nos han traído hasta este estado de postración y decadencia infinita; carente de apoyos propios en el Congreso, optó por poner en juego todo el poder que recibió de la ciudadanía. A partir del miércoles, nuevos aires de libertad y progreso circulan por nuestro país. Y el Presidente ya ha adelantado que esto que vimos es sólo el principio.
Hace apenas trece días –diez hábiles- que él y Victoria Villarruel se alzaron con el 56% de los votos (14 millones) contra el peronismo unido, que hizo la peor performance de su historia; todo el arco de la izquierda, ésa que tan agresiva se muestra en la calle, recogió únicamente 700.000 sufragios. Pero parece que a los perdedores el juego democrático los tiene sin cuidado y ya, descaradamente, van por la destitución de un presidente al que no pueden, por cierto, acusar de mentir para vencerlos.
La explicación es clara: han sido golpeados en su órgano más sensible, el bolsillo, que han llenado durante tantos años con el manejo de las obras sociales sindicales y la intermediación en la ayuda social a la pobreza. La libertad de elegir la obra social, por ejemplo, es un puñal en el corazón de los dirigentes sindicales pero mejora el servicio de salud a los afiliados, terminar con la industria del juicio lastima intereses de abogados y corporaciones pero permite a las pymes contratar nuevos empleados, acabar con las autorizaciones para operar en comercio exterior pone fin a la corrupción que tanto encareció los productos importados, etc.
El extenso DNU produjo una reacción sorprendente: la velocidad con que fueron leídas sus noventa carillas por quienes, segundos después de que Milei concluyera su mensaje, comenzaron a golpear cacerolas; se ve que ha mejorado sensiblemente la comprensión de textos. Bromas aparte, una sólida mayoría de argentinos demostró en las urnas que es muy consciente de la necesidad de desactivar la enorme cantidad de bombas de fragmentación que dejó la tríada de los Fernández² más Sergio Massa y, en especial, de la urgencia que reviste encontrar solución a los gravísimos problemas que nos aquejan; una muestra no menor es el fallo de la Juez Loretta Preska que exige que la Argentina garantice, antes del 10 de enero, el pago de US$ 16.000 millones por la impericia intencional de Axel Kiciloff para enriquecer a Cristina Fernández. Sin embargo, distintos legisladores salieron a rasgarse las vestiduras en los medios con la unánime queja por no haber convocado a sesiones extraordinarias al Congreso y enviar los proyectos de ley.
Si se hubiera hecho así, no hubiera bastado todo este mandato presidencial para alcanzar sus objetivos, aquéllos que descarnadamente anunció durante la campaña electoral y ratificó en su discurso de asunción ante el pueblo. Ahora, el DNU sólo podrá ser derogado si ambas cámaras del Congreso resolvieran anularlo íntegramente, una regla impuesta en 2006 por Cristina Fernández; con que sólo una no lo hiciera, conservará total vigencia mientras la Justicia no falle, eventualmente, declarando inconstitucional alguno de sus artículos. El cinismo se vio cuando, con la caradura que tanto los caracteriza, fingieron olvidar cuántos sapos tragaron, ante iguales actitudes del Poder Ejecutivo durante los veinte años de kirchnerismo (Néstor firmó 267 DNU’s, Cristina Fernández 123 y Alberto Fernández 145), mientras delegaban al presidente de turno inmensas potestades legislativas; uno de los más conspicuos quejosos fue el mismo que, ante un pedido de desafuero de Cristina Kirchner por sus múltiples procesamientos por corrupción, la blindó con el inmoral argumento de la disciplina partidaria.
Patricia Bullrich ganó la primera escaramuza contra un Partido Obrero sin obreros y sólo pocos trabajadores informales y muchos pobres extranjeros. Pero creer que venció la guerra que desatarán los damnificados sería pecar de iluso; no se han librado aún las verdaderas batallas, traducidas en manifestaciones masivas, paros nacionales (ya la CGT y las CTA están planificando el primero) y hasta atentados contra los medios de producción, como tantas veces sucedió en el pasado. Y el riesgo de que aparezcan disturbios generados por infiltrados de todos los colores, como se vio en Chile, en Ecuador y en Perú, no debe descartarse sin más.
Me preocupan algunas omisones del DNU, tal como el inaudito régimen de protección a las empresas de montaje de Tierra del Fuego y, sobre todo, las enormes “cajas” que aún quedan en manos del pero-kirchnerismo, como AySA, Enarsa, etc.; si se transformaran en prendas de negociación de apoyo político, el Gobierno perdería rápidamente sustento. Lo mismo sucedería si se mantuviera la inhabilitación para querellar para la UIF y la Oficina Anticorrupción que dispuso la administración anterior, tal como parece desprenderse hoy de los dichos del Ministro de Justicia. Todos estaremos dispuestos a tolerar el ajuste, siempre y cuando se persiga penalmente a los corruptos y se fulmine el gasto político improductivo.
Sólo me queda rogar a Dios que renueve su ancestral paciencia con los argentinos, que nos esforzamos en tropezar tantas veces con la misma piedra e insistíamos en suicidarnos; si tenemos la templanza necesaria para atravesar este túnel, aunque sea apretando los dientes, habremos dado un paso crucial hacia un futuro irreversible. Con esa esperanza en el corazón, tengan usted y todos los suyos una muy feliz y santa Navidad; y para los presos políticos, esos ancianos militares que nos salvaron del terror, pido con urgencia la prisión domiciliaria, injustamente denegada por venganza.