En un
artículo publicado en diario La Nación, Andrés Oppenheimer le preguntó a Alan García,
presidente peruano, sobre el financiamiento del gobierno venezolano a grupos
políticos en América Latina: “García, un ex populista de izquierda, me
dijo en una entrevista en su despacho que hay unas 200 Casas de la Alternativa
Bolivariana de los Pueblos, o Casas del Alba operando en Perú. El gobierno
peruano sospecha que estos locales, en su mayoría residencias privadas con
carteles del ALBA en sus frentes, son lugares de reunión para grupos de la
izquierda radical y cocaleros que en muchos casos tienen vínculos con grupos
violentos. Las Casas del Alba dicen que se dedican a obras de caridad, como
haber enviado a unos 5000 peruanos a operarse de cataratas en Venezuela. 'Hay un
conjunto de indicios que muestran que las Casas del Alba tienen una vinculación
con el gobierno venezolano', dijo García. Horas antes de la entrevista, el
Congreso peruano había iniciado una investigación sobre si las Casas del Alba
tienen vínculos con grupos terroristas o si otro gobierno 'está interfiriendo en
los asuntos internos' de Perú. La comisión investigadora del Congreso tendrá 90
días para emitir su veredicto. García me dijo que si se comprueba una injerencia
externa en las Casas del Alba, tomará 'las medidas correspondientes'.
-¿Cerrar las casas del Alba?
pregunté.
-Entre otras cosas, respondió.”
Siguiendo con esta línea de
análisis, claramente parcial, Oppenheimer afirma: “después de años de sospechas de que Chávez estaba financiando a los actuales
presidentes de Bolivia, Ecuador y Nicaragua, así como al derrotado candidato
peruano Ollanta Humala, el presidente narcisista-leninista de Venezuela acaba de
ser puesto en evidencia en varios países al mismo tiempo.” Lo que
Oppenheimer no hace, es analizar dicha compleja situación que él bien conoce,
llamada política internacional desde un punto de vista objetivo, pues aquel que
omite algo tan grande está desinformando a la opinión pública. En Perú, sólo por
citar un ejemplo, miles de actores internacionales interfieren en la política
interna, desde empresas multinacionales, hasta embajadores de los principales
países.
El
financiamiento de Chávez a grupos políticos de izquierda afines es un acto tan
común a la política mundial como lo es el financiamiento de Estados Unidos a
sectores políticos afines a sus intereses estratégicos. No es ningún pecado en
sí mismo, sino un hecho que en ciertos casos puede trascender los límites de la
ley, y en otros no.
Autores del establishment intelectual de EEUU como Robert
Keohane y Joseph Nye, entre otros, aseguran en clásicos de la literatura sobre
relaciones internacionales que hay una cosa llamada “poder blando”, que se
diferencia del “poder duro”. Este último, referido a los atributos de poder
clásicos de los Estados Nacionales como el poder militar, se diferencia del
primero, que refiere al poder que tienen los Estados, mediante estrategias
indirectas, para tejer una red de hegemonía global. En esta línea, se agregan
las compañías trasnacionales o las ONG que invierten millones en ayuda a países
subdesarrollados, y con ello logran determinados objetivos políticos siempre en
sentido de sus intereses.
Durante la Guerra Fría entre EEUU y la Unión Soviética se financiaba política
externa vinculada a los intereses de cada una de estas superpotencias militares.
Así, la URSS financiaba al campo socialista y actores políticos de izquierda
dentro de países enmarcados en la órbita estadounidense, y Estados Unidos hacía
lo propio con lo suyo, siguiendo hasta el día de hoy.
Para
ser precisos, nada está más cerca de la realidad que las dictaduras de corte
fascista que sufrió América Latina durante las décadas de 1960 y 1970, incluida
la Argentina, el vaciamiento industrial y financiero dirigido bajo la hegemonía
norteamericana de las décadas de 1980 y 1990, y su continuidad en la actualidad.
Asimismo, EEUU apoya grupos rebeldes en Medio Oriente, África, y hasta en
Europa, que entre otras consecuencias animan el problema kurdo tras la guerra de
Irak, o el problema de los Balcanes luego de la independencia de Kosovo.
Si
bien se pueden justificar o no estas acciones, de acuerdo a la ética y las
convicciones políticas de cada uno, y a las leyes locales que deben ser
respetadas, lo que Hugo Chávez hace, no varía tanto de las prácticas comunes en
la diplomacia actual, y responde a una estrategia política propia, que muchos de
los países americanos no tienen, sirviendo a las argucias del poder mundial.
Daniel Blinder