Aunque mucho de lo que muestra no es enteramente real, sino más bien parte de la construcción del personaje que ha forjado a través de su breve carrera hasta la presidencia de la Nación, Javier Milei es muy cristalino en muchos aspectos. Bastaría con citar la sinceridad brutal con la que se expresó en su campaña, confirmada en los hechos en el marco de la gestión, contrariando las enseñanzas de su admirado Carlos Menem –“si hubiera dicho lo que iba a hacer, no me votaba nadie”-, pero la verdad es que el presidente es bastante gráfico por ejemplo en sus preferencias.
Lejos está de ser Milei un “todoterreno” en materia política. Durante su paso por el Congreso, quedó claro que la actividad legislativa no es de su interés. En la gestión, los temas que le interesan realmente y a los que les pone el cuerpo son economía y seguridad. Por eso su diálogo permanente es con Luis “Toto” Caputo y Patricia Bullrich.
No quiere decir que no hable con otros; con Sandra Pettovello su relación es muy estrecha, más no se mete en su cartera. La rosca política se la deja a Guillermo Francos. No hay nada que abura más al presidente.
Obviamente el expertise de Milei pasa por la economía; ahí opina e interviene, si cabe. También escucha. En materia de seguridad es más lo que escucha que lo que ordena, pero se involucra especialmente. Tiene sentido en alguien tan dependiente de la opinión pública: todas las encuestas ubican a la economía y la seguridad en los primeros lugares de la preocupación ciudadana.
El resto de los temas le son bastante ajenos. Y de hecho, su administración prefiere no hacerse cargo de cuestiones tales como la salud y la educación. Les compete a las provincias, dice para desligarse de esos temas. Pasó esta última semana con el dengue, cuando por fin se le conoció la voz al ministro Mario Russo, quien en lugar de calzarse el traje de sanitarista, se puso el de libertario, emprendiéndola contra los laboratorios, los medios y la casta… Su principal sugerencia en la materia terminó siendo evitar los pantalones cortos como método de prevención.
Para explicar qué hacer ante esta emergencia, los medios seguirán convocando a Fernán Quirós.
De más está decir que otra característica saliente de esta gestión es desligarse de las culpas. Incluso cuando no cumple una promesa, como la de dolarizar, cosa que endilgó a los políticos que -aseguró esta semana a la agencia Bloomberg– en caso de haberlo hecho lo hubieran acusado de “negocio turbio” y él terminaba en la cárcel. Eso sí, de haberlo hecho, garantizó que “la estrategia hubiera funcionado a la perfección”.
En esa misma entrevista reconoció que “los salarios son miserables”. Pero no es culpa de su gobierno, afirmó, sino de los “20 años de populismo”.
Pero volvamos a sus preferencias; citamos dos, vale sumar otra: las relaciones exteriores. Milei no ha participado aún de cumbres internacionales y ha salido poco del país, pero el alineamiento que quiere para la Argentina está muy claro y, sobre todo, lo obsesiona su proyección internacional. Dejando de lado la economía, pocas cosas lo entusiasman más que el atractivo que su figura genera en el exterior. Incluso en sus detractores; el rechazo lo retroalimenta.
Por eso su cierre de esta semana corta, con dos encuentros con la jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, Laura Richardson. Incluida la sobreactuación del jueves, cuando decidió viajar a Ushuaia para reparar el desplante del gobernador Gustavo Melella que no solo no recibió a su encumbrada visitante, sino que la calificó como “persona no grata”.
Más allá de eso, Milei dejó claro en su discurso que quiere convertirse fronteras afuera en un adalid de “las ideas de la libertad”. Ya había arrancado con eso en Davos.
Defensa tampoco es lo suyo. De hecho, en tiempos de campaña delegó ese área en su compañera de fórmula, aunque al llegar al poder cambió de parecer. Así y todo ve allí a un electorado que considera propio y hace lo necesario para mantenerlo. Al encabezar los actos por Malvinas, el presidente arrancó la semana ponderando a los militares, incluso por sobre la política, todo un signo de los nuevos vientos que corren. “La política los hostigó y humilló”, dijo, de ahí que le pidiera a la sociedad “reconciliarse” con los uniformados. Y terminó la semana calzándose el uniforme para confirmar su fuerte alineamiento internacional con Estados Unidos -más allá de los riesgos que pueda tener en la relación con China-.
El Pacto de Mayo
Faltando menos de 50 días para suscribir en la Docta el acuerdo sobre 10 políticas de Estado, pareciera que todo está aún por hacerse. La condición sine qua non que Milei estableció para que exista el Pacto de Mayo es la aprobación de la ley de Bases y el paquete fiscal. El debate sobre ambos temas aún no se ha reiniciado oficialmente, aunque sí han avanzado las negociaciones a puertas cerradas para garantizar que no pase lo del verano.
En la agenda de comisiones conocida para esta semana hay 17 reuniones previstas, pero ninguna de ellas para reanudar ese debate. La explicación que algunas fuentes dan es que ahora solo se necesita asegurar los votos en el recinto, y para eso toda la atención está en la confección del texto. No quieren reiniciar el debate en comisiones sin eso definido, de ahí que se tomen todo el tiempo posible y eso implicaría que la búsqueda del dictamen quede para la semana siguiente, cuestión de ir al recinto entre el 22 y el 26 de abril.
Pero los mismos que hacen esa interpretación no descartan otra intención que preocupa. Conocedora del paño, una fuente equidistante de las partes, advirtió que lo que más le importa al Gobierno es el DNU 70/23. Mientras el mismo esté vigente, “no necesitan más”. Salvo algunos sectores, que esperan la nueva ley de hidrocarburos, la realidad es que “no hay ninguna ley que este año sea de vida o muerte para Milei”. Así las cosas, una interpretación que muchos se hacen es la de que el presidente juega un juego extraño, pero curiosamente “eficaz” para sus intereses: si le aprueban la ley, bien; si eso no sucede, contribuirá para instalar la idea de que Milei es un outsider al que la casta no le aprueba ninguna iniciativa. Razón de más para votarlo en las próximas legislativas, cuestión de “echar del Congreso a aquellos parásitos que complican la gestión y darle las herramientas que necesita para gobernar”, tal la jerga libertaria.
Esa estrategia se desmoronaría si Diputados le voltea el DNU. Cosa difícil, por cuanto un sector del bloque de Pichetto y la mayoría del radicalismo se resisten a hacerlo, para no quedar como “conspiradores”. Pero tampoco es que falten tantos votos para llegar al número necesario, y dependerá de que el humor social no cambie.
¿Y la Corte Suprema? Los dirigentes consultados por este medio descartaron que el Tribunal Superior vaya a expedirse sobre el mega decreto, pues siguen pensando que ese es un tema que debe resolver la política. “Si el Senado ya resolvió la mitad, ¿para qué se van a meter?”, razonó una fuente consultada.
En este marco, el Gobierno da la sensación de garantizar sus objetivos con muy poquito. “Con un litro de nafta”, graficó un experimentado exdiputado nacional. Que agregó, como dato clave: “Asentado en el fracaso del resto de la política”.
Atentos a esa posibilidad de que el Gobierno solo esté esperando una excusa para patear el tablero, los gobernadores que siguen autopercibiéndose de Juntos por el Cambio y fueron el jueves a la Casa Rosada, manifestaron su intención de acompañar el proyecto de ley de Bases. Como eso se dijo de entrada, sirvió para distender el ambiente de una charla que no se extendió demasiado. Uno de los temas más ríspidos está en el paquete fiscal y es la vuelta del impuesto a las Ganancias. Muy resistido por los gobernadores patagónicos, más los de Santa Fe y Córdoba. La llave de la solución estaría en la elevación del mínimo no imponible, que el Gobierno quiere llevar a $1.200.000. El resto de la solución pasaría por la continuidad de la obra pública. El Gobierno estaría dispuesto a rever su postura de frenar todo, dándole luz verde a aquellas que cuenten con financiamiento y aun algunas que no lo tienen, pero están muy avanzadas.
Mientras tanto, desde la oposición siguen dándole señales a un gobierno que así no debería romper puentes con la oposición amigable. Los senadores radicales -aquella mayoría que no siguió al presidente de su partido que votó en contra del DNU- presentaron esta última semana un proyecto para declarar a la educación como servicio público esencial. La iniciativa va en línea precisamente con lo que establecía el mega DNU (en su artículo 97) y que la Cámara del Trabajo declaró inconstitucional a instancias de un amparo cegetista, y muestra la disposición que existe de una parte de la oposición dialoguista para garantizar su aprobación en el recinto.