“Democracia de la derrota”
El conflicto es gravemente inquietante, estructuralmente delicado. Con sutilezas difíciles que derivan en dilemas institucionales.
Remite a la deplorablemente rica relación que se registra entre el presidente Javier Milei, El Psiquiátrico, y el gobernador Axel Kicillof, El Gótico.
Otro enfrentamiento cultural e ideológico entre la presidencia de la nación y la gobernación de Buenos Aires, La Provincia Inviable.
El episodio frustrante de Malvinas resultó fundamental para precipitar el renacimiento de la democracia inaugurada en 1983.
“La democracia de la derrota”, como sintetizó el pensador Alejandro Horowicz.
En 40 años, solo en dos oportunidades convivieron presidente y gobernador de distintos ámbitos políticos.
En 1988 -y parte del 89- el peronista Antonio Cafiero, Tony Sanardi, fue el gobernador mientras el radical Raúl Alfonsín, El Providencial, estiraba la presidencia.
Y en 2000 hasta la tragedia de finales de 2001, cuando gobernador fue el peronista Carlos Ruckauf, Colgate, y presidente fue Fernando de la Rúa, El Radical Traicionable.
Consta que ni Cafiero-Alfonsín, ni Ruckauf-De la Rúa, mantuvieron diferencias que implican peligros. Al contrario.
Los gobernadores Cafiero y Ruckauf coincidieron en estimular sus propios proyectos presidenciales truncos.
A Cafiero le perforó el proyecto el tsunami de Carlos Menem. El Emir, 1988. Para quedarse desde 1989 en la placidez del poder durante 10 años.
Y en diciembre de 2001, cuando el embajador Esteban Caselli, El Cacho, preparaba al gobernador Ruckauf para jurar por la presidencia.
Pero se le interpuso el senador Eduardo Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas). El jefe real.
Aquel Duhalde fue el paréntesis más expresivo de la historia. Antecesor inmediato de Los Kirchner.
Néstor, El Furia, y La Doctora superaron la cronoterapia de Menem. Persistieron 12 años.
Un decente para la provincia del pecado
Axel es, acaso, el dirigente mejor posicionado de la actual patología peronista, en versión kirchnerista.
Consta que ni siquiera alcanzó a conocer a Néstor. Creció políticamente desde la economía, después de la osada impertinencia del Furia. Morirse.
El Gótico fue ministro de La Doctora y se transformó luego en la apuesta más transgresiva.
Consistió en apostar, en 2019, para gobernar la provincia del pecado, por un economista teórico de 47 años.
Redactor de complejos ensayos de investigación sobre un tal John Maynard Keynes.
Un rusito con aspecto de ideólogo claramente bolchevique.
Desde 2015 Axel emprendió, a través de un Clío, la epopeya pintoresca de la campaña electoral.
Acompañado por dos o tres escuderos. Cómplices suyos desde las adolescentes travesuras estudiantiles del grupúsculo “Tontos pero no Tanto”.
El Gótico traficaba el atributo relativamente discutible de la decencia administrativa.
Cultor de la austera limpieza que contrastaba pavorosamente con la conjunción de cajas dulces que tentaban con énfasis en la provincia adicta al pecado.
La caja misteriosamente sofisticada de “la Bonaerense”, que portaba la consigna repugnante:
“Quien la acepta pasa a ser eterno rehén”.
La caja del juego, tanto del clandestino como del oficial.
La caja inagotable de los chocolates transversales de la Legislatura.
Por donde se aprieta en la provincia aparece, de manera casi mágica, el esplendor de una caja. Salta pus.
Trío Melodías
El Gótico recuperó para el peronismo la provincia inviable. Desalojó a la señora María Eugenia, La Chica de Flores de Girondo.
Del mismo modo que La Doctora -a través de Alberto, El Poeta Impopular- recuperó la presidencia para el peronismo tras vencer a Mauricio, El Ángel Exterminador.
Entonces El Gótico coexistió con el presidente Alberto durante el tramo más temible de la pandemia.
Conformaron el afiatado “Trío Melodías” con el macrista Horacio Rodríguez Larreta, Geniol.
Larreta se encargaba por entonces de despachar los caramelos surtidos del Maxiquiosco.
Mientras tanto Alberto crecía asombrosamente en las encuestas.
Seducía con las filminas entrañables que anticiparon el inexorable desmoronamiento.
Bajo la protección espiritual de La Doctora, El Gótico obtuvo de Alberto los fondos indispensables para gobernar sin robar. Una proeza en la provincia del pecado.
Para ser reelecto en 2023. Pese al desperdicio de la gestión de Alberto y al deseo obstructivo de Máximo, El Principito.
Máximo pretendía alejar a Axel del territorio del pecado. Prefería subastarlo como candidato presidencial.
Otra anécdota, acaso para recrear cuando se detallen las magníficas hazañas eróticas de Martín Insaurralde, El Jessico, convertido en el Don Juan de la Seducción Rentada.
La consagración presidencial de Milei, el astuto panelista y animador del argumento televisivo, instaló a la Argentina en la cadena de la extrema derecha ultra capitalista.
El Psiquiátrico adhería frontalmente al fundamentalismo de la utopía del mercado.
Describía al Estado como una mera asociación criminal. Destruía la ilusoria concepción de casta. Valoraba la capacidad de liderazgo de la señora Margaret Thatcher, mientras llegaba a las grandes ligas acompañado por la señora Victoria Villarruel, La Cayetana (Álvarez de Toledo), malvinera tan refinada como racionalmente sentimental.
La edad del poder. Los 50
Menos interesante que el origen de la confrontación entre Milei y Kicillof es el fenómeno de la confrontación en sí.
Tienta reducirla al combate teóricamente técnico entre los keynesianos (ideología que inspira a los muchachos del Clío), con los pensadores mitológicos de la escuela austriaca, que son aún venerados por El Psiquiátrico.
Para El Gótico aquellos austriacos pensaban un mundo que ya estaba agotado en la segunda mitad del siglo XIX.
Ambos -Psiquiátrico y Gótico-, participan de la meritoria edad del poder. Los 50 años.
Milei fragilizó con hidalguía a Kicillof al despojarle el Fondo de Fortalecimiento.
Pero Kicillof se obstina en ridiculizarlo con frecuencia. Al aludir (y condenar) el concepto del “Estado desertor”.
El antagonismo resulta con frecuencia hasta ingenioso. Pero cuesta mantener la tensión intelectual durante 44 meses más.
Las representaciones que ambos arrastran son demasiado pesadas.
En la patología persistente del peronismo no queda solo Kicillof para encarar la batalla en la edad del poder.
Se proponen otros dos. Martín Llaryora, El Pituco, la referencia moral de Córdoba.
Y Sergio Massa, El Profesional, aún inoxidable. Con 51 años carga la experiencia de tres derrotas al hilo.
Pero siente obstinadamente que le queda paño, en el carretel, para otra derrota más.