El que avisa no traiciona, es la consigna que enarboló parte de la oposición dialoguista una vez aprobada en la Cámara baja la ley de Bases y el paquete fiscal. Si bien los proyectos tan reclamados desde el Poder Ejecutivo todavía continúan su peregrinar legislativo, a la espera de su tratamiento en el recinto del Senado, con su posterior y seguro retorno a la Cámara baja, cuando el último día de abril ambos proyectos consiguieron su aprobación por amplia mayoría a partir del apoyo de esas bancadas, algunas voces anticiparon desde el seno de las mismas que cumplido ese objetivo ahora comenzarían a trabajar con temas de su propia agenda.
Esto es, avanzarían con iniciativas tales como la nueva fórmula jubilatoria y los temas relacionados con la educación. Es lo que terminó sucediendo.
Recién al experimentar un fuerte traspié en la sesión del martes pasado en Diputados, el oficialismo más débil de la historia legislativa argentina pareció caer en cuenta de la adversidad que se le presenta delante en el Congreso de la Nación. Por cierto, no fue la del 4 de junio la primera derrota en las cámaras, pero sí la más dura, simbólicamente hablando.
Podría decirse que el primer traspié oficial fue en la sesión preparatoria de diciembre pasado en Diputados, cuando Unión por la Patria impuso el método por el cual se elegiría a los integrantes de las comisiones. Pero esa situación fue resuelta prontamente cuando La Libertad Avanza se alió con la oposición dialoguista y repartió con los más confiables las principales comisiones.
El segundo revés fue obviamente al devolver a comisión el 6 de febrero el proyecto de ley de Bases, cuando ya había logrado la aprobación en general, pero el debate en particular se le iba de las manos. Revirtió esa situación meses después, con la media sanción del 30 de abril pasado.
El golpe más duro hasta entonces lo vivió en el Senado, cuando la oposición rechazó el DNU 70/23; pero ese resultado no tendrá efecto real en tanto y en cuanto la Cámara baja no resuelva avanzar contra ese decreto, cosa que de momento no parece ser la idea.
Lo de la última semana fue impactante por la magnitud que revistió. Si bien la media sanción estaba cantada, lo que no esperaba el oficialismo era un resultado tan contundente en la votación, en la que la oposición alcanzó los dos tercios. Algo que ningún oficialismo puede permitirse nunca, por todo lo que ello implica. Contribuyeron a semejante traspié las ausencias: 7 del Pro, donde un sector se inclinaba por la abstención, pero se impuso la decisión de acompañar a La Libertad Avanza con el voto en contra. Se advierte un reproche a esa decisión en las ausencias, dos de ellas notorias: Silvia Lospennato y María Eugenia Vidal.
Eso no fue todo: los tres integrantes del bloque Independencia, nuevos aliados del oficialismo, pegaron el faltazo a la hora de la votación; también faltaron tres diputados alineados con los gobernadores del Pro Nacho Torres y Rogelio Frigerio.
No está bueno para ningún oficialismo acostumbrarse a perder en el Congreso. Ese resultado tiene que ser algo excepcional, y sin embargo es lo que sucederá cuando este proyecto de movilidad jubilatoria llegue a la Cámara alta, donde se superarán los dos tercios de los votos (52 senadores lo apoyarían). Lo que puede hacer la presidenta del Senado -y lo hará- será demorar el tratamiento de esa iniciativa. Pero inexorablemente sucederá, y cuando Javier Milei cumpla su promesa de vetarlo, ambas cámaras podrían rechazar tal decisión reuniendo los dos tercios cada una.
Esta última semana se demostró que pueden, y ese es el principal motivo de preocupación del Gobierno. Con todos sentados en sus bancas, La Libertad Avanza debería garantizarse la presencia de 85 diputados para bloquear toda posibilidad de dos tercios; contaría con 84. Debería garantizarse la anuencia de dos diputadas sanjuaninas que el martes se abstuvieron, para elevar ese número a 86.
Al presidente se le saltó la chaveta inmediatamente después del traspié. A través de las redes anunció el veto inexorable, e insistió con ello en dos apariciones públicas posteriores. Si solo eso hubiera hecho no era tan grave. Pero por el contrario, Milei acompañó su anuncio de veto con incalificables insultos contra los legisladores opositores. Les dijo “degenerados fiscales”, “chorros”, “casta inmunda” e “hijos de p…”. “Él es así”, justifican los mileístas moderados al ser interpelados por los opositores moderados. Esa argumentación comienza a cansar a quienes son los encargados de darle la gobernabilidad a este oficialismo carente de números en ambas cámaras y cada vez más enmarañado en materia de gestión.
Por caso, no entienden que el presidente se haya dedicado especialmente a pegarle a Miguel Pichetto, por su resistencia a votar la eliminación de la jubilación especial para presidentes y vices. En rigor, el excandidato a vice de Macri reaccionó porque “ya estaba acordado previamente que eso se eliminaba del dictamen”, explicó a este medio una fuente legislativa. Como eso no sucedió, intervino Pichetto. La situación obligó a todos a resolver sobre la marcha, y ahí por ejemplo se dio la curiosidad de que el bloque MID, satélite oficialista comandado por el expresidente del bloque LLA, Oscar Zago, votó dividido: dos contra el artículo 11 y una a favor. También votaron en contra Carolina Piparo y su cuñada Lorena Macyszyn, con quien forma un bloque de dos. Tanto Zago, como Piparo fueron entonces presas de la ira de los trolles libertarios, lo que hartó a la diputada, que se hartó de sus exsocios políticos a los que calificó de “enjambre de violentos, ignorantes e intolerantes”.
Milei sueña con tener una mayoría legislativa en 2025, pero a fuerza de internas e intolerancia, este gobierno no puede contener siquiera a los propios. Pichetto es un diputado clave capaz de tender los puentes que necesita el oficialismo para tener gobernabilidad. Hasta ahora, actuó como tal. “Pero pareciera que el Gobierno no quiere dejarse ayudar”, advirtió un miembro de ese espacio del medio.
La moderación que había mostrado el presidente en sus últimas presentaciones desapareció por completo. Era obvio que reaccionaría mal ante el resultado adverso del martes, tal su naturaleza. Y como se sabía que era imposible que el oficialismo pudiera revertir una derrota ese día, hay quienes imaginan que el anuncio bien temprano del fuerte aumento a los diputados tenía como fin darle elementos al presidente para más tarde castigarlos con mayor dureza.
No faltan quienes especulan con que la ira presidencial contra los legisladores podría haber sido sobreactuada por el mandatario, a fin de tapar el escándalo creciente que involucra a su ministra preferida, Sandra Pettovello.
No pareciera ser un buen negocio para el Gobierno la irascibilidad presidencial. Los mercados se hicieron eco de todo el combo: el traspié legislativo en Diputados; la demora eterna con la ley de Bases; la ira presidencial; las internas infinitas en el oficialismo; la impericia expuesta en la gestión del Ministerio de Capital Humano y, en definitiva, las dificultades por conseguir resultados concretos, salvo el laudatorio éxito que está teniendo con la inflación.
Tanto ruido generó Javier Milei con sus improperios contra los legisladores, que comenzó a percibirse un malestar creciente en el Senado, donde aún falta la aprobación de la ley Bases. Ante esas perspectivas, cuando ya se especulaba con postergar una semana más el debate para asegurarse los votos de los artículos más ríspidos, la presidenta del Cuerpo oficializó la convocatoria a sesionar: será este miércoles a partir de las 10 de la mañana. A cara o cruz. Con un Congreso sitiado por manifestaciones varias convocadas por los más duros para presionar a los senadores.
Con el presidente de nuevo en el exterior, Victoria Villarruel no podrá presidir la trascendental sesión del miércoles en el Senado. La sesión quedará a cargo entonces del presidente provisional Bartolomé Abdala, que es justamente quien manejó el plenario que debatió la ley. Salvo por privarse de la conducción de la sesión por parte de la vicepresidente, la situación no tendrá consecuencias para el oficialismo, ya que el reglamento le permite al presidente provisional votar, y hacerlo dos veces si es necesario un desempate.
Mientras tanto en el Congreso la oposición en su conjunto se apresta a dar otras batallas. El martes la esperan a Sandra Pettovello en la Comisión de Acción Social y Salud Pública, adonde fue convocada aunque no tiene obligación de ir. No lo hará. Hay una recomendación que en tiempos de Cambiemos la entonces enlace parlamentario Paula Bertol le hizo a ese gobierno: los funcionarios deben ir a las comisiones, pero asegurarse antes tener el manejo de las mismas. La comisión convocante debe ser conducida por el oficialismo, o de lo contrario armar un plenario con una que sí presida el partido gobernante. El presidente de esa comisión es Pablo Yedlin, un diputado de UP razonable y de buen diálogo con todos, pero opositor al fin. Y la oposición más dura espera a la ministra “con cuchillo y tenedor”…
Ya tomó nota el Gobierno de su vulnerabilidad en el Parlamento. De que los 2/3 es una alternativa alcanzable para la oposición. Ese número no es solo capaz de revertir un veto (cosa inédita en estos 40 años de democracia); también puede posibilitar habilitar un juicio político. Procedimiento que, por cautela, por ahora nadie cita en público.