Lo más importante de todo lo que pasó esta semana no es tanto la ley, sino el aprendizaje que hizo el oficialismo para arribar a la aprobación en el Senado, más allá de las cosas que tuvo que resignar, y más allá del faltante tratamiento en Diputados. De todos modos, el Gobierno no debería quedarse dormido porque el diablo siempre puede meter la cola. Además, cuanto más tiempo pase, más probabilidad hay que haya un martes 13. Pero como ahora ya probó con éxito una metodología, es más difícil que ocurran contratiempos.
El presidente pasó de la amenaza de escrache frente a la sociedad, a comerse sapo tras sapo ya que al poder económico solo le interesan los resultados, no las buenas intenciones. Al final, alguna ley era mejor que ninguna ley con todo el dominó de especulaciones que se podrían haber disparado al no garantizar siquiera un logro legislativo. Como ya dijimos en esta columna, Javier Milei es loco, pero no come vidrio.
Más allá de todo lo que se diga, está claro que el mejor ministro es Guillermo Francos, quien tiene una semi “suma del Poder Ejecutivo”, al controlar inéditamente la Jefatura de Gabinete y el Ministerio del Interior. El tema es que el primer mandatario necesita más espadas políticas como el multipartidario heredero de Francisco Manrique. Dentro del esquema actual, lo que tiene más a mano en ese sentido es la Pato. El resto juega en una liga inferior y queda excluido de la consideración Toto.
Si el Gobierno es hábil en mantener el texto original que salió de Diputados, todo lo que se modificó en el Senado quedará en agua de borrajas. Tener que convencer a los dialoguistas a que modifiquen su proyecto ahora porque tomaron compromisos con algunos senadores es un dolor de cabeza (y tampoco le conviene el nuevo texto, que es menos ambicioso en reformas). Pero… ¿qué actitud tendrán en el futuro los senadores que dieron su voto a favor bajo algún compromiso de inclusión en el proyecto definitivo, pero que ahora no tendría validez? ¿Cómo y cuándo se cobrarán el destrato? Complejo.
El texto definitivo no se sabrá hasta el último minuto, más aún después del exitoso experimento de que los K astutamente hayan apoyado una iniciativa radical en Diputados con la actualización jubilatoria. Ese modelo podría hacer estragos en la votación en particular. En definitiva, la ley saldrá, pero cuál, no se sabe. Como contrapartida, el Gobierno puede ejercer el veto parcial, anulando algunos artículos que conspiren contra el espíritu de la ley, y armando el combo a su gusto. Y, como ya mencionamos en otra nota, después de todo eso están los decretos reglamentarios y las resoluciones ministeriales que pueden transformar a un caballo en un dromedario.
¿Villarruel gana poder político con su doble voto? Obvio que le sirve en su relación con los hermanos Milei, que no le podrán achacar falta de compromiso y disciplina. Sin embargo, Javier y Karina no parecen ser muy generosos con el sistema de premios (sí con el de castigos). De modo que quizá la vicepresidenta no debería entusiasmarse demasiado con alguna retribución sustantiva.
Otra de las preguntas que rondaban al final de la sesión es a qué juega Lousteau. Repasemos: 1) lo más importante dentro del radicalismo son los generales con mando de tropa, o sea los gobernadores (que conducen 2 de los 5 distritos más importantes del país; 2) el electorado radical quiere que le vaya bien a Milei para que no vuelva el kirchnerismo; 3) el senador termina su mandato el año que viene, pero como estalló Juntos por el Cambio, resulta difícil que esa alianza se vuelva a producir en CABA; 4) él representa una tendencia más socialdemócrata, más palpable en la dirigencia y la militancia que en los votantes; y 5) su imagen personal está algo deteriorada. Es cierto que la Capital no es un distrito muy favorable a “jamoncito”, pero si le va bien en lo económico, eso pondrá en aprietos tanto al presidente de la UCR como a los Macri (caramba, ¡qué coincidencia! diría Les Luthiers).
¿Le sirve al kirchnerismo la violencia callejera? Definitivamente no. No solo porque la inmensa mayoría rechaza la metodología, sino porque además quedó claro que la mayoría social no los quería más en el poder. La conducción debería recordar que una herramienta de lucha tiene sentido en tanto y en cuanto amedrente al adversario y obstaculice su accionar. Después de la famosa pedrada de diciembre de 2017 que sufrió Macri, Milei podrá cometer muchos errores, menos dejarse asustar por una barra brava política. “¿So what?”, diría Miles Davis. Solo sirve para que la propia tropa sienta que hay una épica de la resistencia. Stop. Demasiado costo para tan poco rédito.
La aprobación en el Senado, la vigencia del swap chino, el seguro desembolso de los 800 millones de dólares por parte del FMI y el 4.2 % de inflación de mayo, son 4 hermosos regalos de cumpleaños por los 6 meses del gobierno, sobre todo cuando había tenido fuertes dolores de cabeza en las semanas previas. Recuérdese que se está terminando el famoso “trimestre de oro” de la economía argentina, cuando fluyen las divisas de las exportaciones agrícolas. Por la estadística histórica sabemos que el segundo semestre es más complejo en el frente externo –sobre todo cuando se pretende usar el valor del dólar oficial como ancla anti inflacionaria- y que atrás de las tensiones cambiarias vienen las tensiones políticas (más aún si los productores siguen reticentes a liquidar sus granos). Por las dudas, Toto dijo que se acabaron las tasas de interés negativas (ahora que van a faltar dólares, mejor no tentar al demonio). La caída económica pudo haber tocado piso, pero la recuperación es una incógnita y eso afecta a la opinión pública.
Al final del camino, las sociedades votan liderazgos que tengan poder. De nada sirven las buenas intenciones si no se logran objetivos, cueste lo que cueste. Las épicas de lucha duran poco en la era de la política líquida. La épica más atractiva es la que está a un click en una app. Hoy el cierre no lo pone Bilardo, lo pone el Bambino: “la(s) base(s) está(n)”.