La semana que pasó fue la mejor de Javier Milei en los seis meses que lleva de gobierno. Logró que el Senado apruebe la Ley de Bases, dividió a la oposición, y ganó la calle.
Además, China le renovó hasta el año próximo el swap por US$ 5.000, el Fondo Monetario Internacional (FMI) le aprobó la octava revisión de las cuentas fiscales, por lo que le desembolsará otros US$ 800 millones, y registró en mayo una inflación del 4,2%, la menor desde febrero del 2022.
En tanto, la oposición política parece la novela escrita hace un sigo por el italiano Luigi Pirandello “Seis personajes en busca de un autor”, donde un grupo de actores se le presentar el autor pidiéndoles que les de una vida, una función dentro de la obra.
Es que el triunfo, ajustado o como sea, de Milei en la Cámara Alta reflejó hasta qué punto está desquebrajada hoy la oposición y en algunos casos, hasta qué huérfana de ideas se encuentra.
Que la senadora de UxP, Juliana di Tullio pida la expulsión del del Partido Justicialista (PJ) de sus pares Edgardo Kueider y Carlos Espínola, quienes apoyaron el tratamiento de la Ley de Bases, suena más a impotencia que a realismo político.
Habrá que recordarle a la representante kirchnerista que fue el mismo Néstor Kirchner quien en el 2015 impulsó esta práctica, cuando logró “el pase” del entonces diputado Eduardo Lorenzo “Borocotto” desde el PRO al Frente para la Victoria.
Además, no queda claro qué “suerte”, según Di Tullio, deberían correr los legisladores misioneros, tucumanos, y catamarqueños del PJ que han apoyado esta Ley de Bases, el RIGI, y el Capitulo Fiscal, sin miramientos.
Que Di Tullio diga “no nos han vencido” luego del resultado, llama más a la mística que a la realidad, cruda y dura, y que es que un partido con 7 senadores y 40 diputados logró imponer parte de su agenda ante una oposición casi huérfana de alternativas.
Porque “los vientos de cambio” no comenzaron cuando Javier Milei llegó a la Casa Rosada, esos vientos lo depositaron allí. El propio Gabriel Rúbinstein, secretario de Política Económica de Sergio Massa tuvo la honestidad de afirmar que ellos también planteaban un ajuste. No especificó cuál, ni de qué manera – no era su función-, pero el modelo que se inició en el 2003 ya estaba agotado.
Lo sabe el titular del Frente Renovador y también su opositor en la sombras, Axel Kicillof, quien en septiembre, en medio de la campaña electoral “osó” decir que había que “componer una nueva canción”, y recibió la reprimenda del jefe de “La Campora”, Máximo Kirchner quien le contestó “yo no me dedico a la música, soy militante y dirigente”.
Otro sector de la oposición, el radicalismo, encontró a Martín Lousteau (foto) como crítico al “cómo se debe hacer el cambio” más que al cambio en si, posición en la que quedó encerrada el kirchnerismo.
Lousteau revive la figura de Raúl Alfonsín. Más allá de su convicción por el cambio – lo que no es poco – él tiene un “papel” en esta obra de teatro y es la misma que tuvo el ex mandatario en 1982 cuando fue uno de los pocos políticos que criticó la forma en que se reconquistaron las Islas Malvinas. Luego avanzó al entender que, en ese momento, la oposición entre “dictadura y democracia”, entre “la vida y la muerte”.
Pero el presidente de la UCR actuó casi en soledad, como muestra de un partido fragmentado, cuyo único valor es que los gobernadores negocien con el poder de turno, en este caso con La Libertad Avanza, mejoras para sus provincias. Sino que lo diga el correntino Gustavo Valdez.
Lousteau no la tiene fácil. Él pone en juego su cargo de Senador el año próximo y está en “el medio” de un tablero político un momento histórico en que las preferencias se polarizan. Además, carga con un “pecado de origen” al haber participado del primer gobierno de Cristina Kirchner, algo que aún le recriminan varios correligionarios.
En tanto el PRO navega entre el co-gobierno, que implican los ministerios ocupados por Patricia Bullrich y Luis Petri, al ser “dejados de lados” en el reparto de cargos por parte de LLA, que muchos cuadros no tiene.
Las versiones apuntan a que, una vez aprobado este paquete de leyes, Mauricio Macri y sus seguidores se pondrán “firmes” con los otros proyectos, pero no hay muchas precisiones sobre qué quiere decir eso. Una muestra de eso es que todavía Jorge Macri no pidió el embargo del dinero que el Gobierno Nacional le debe restituir a la Ciudad de Buenos Aires.
Milei goza de su Luna de Miel y espera confirmarla en breve con la aprobación de la Ley de Bases, el Paquete Fiscal y el RIGI. Luego vendrán otras batallas, como la integración de la Corte Suprema, con un juez, Ariel Lijo, apoyado por el kirchnerismo.
Quiere darle un cargo a Federico Sturzenegger, el hacedor de la desregulación, pero este prefiere seguir el juego “desde atrás”, lejos de cualquier posibilidad de juicio en su contra como funcionario público. Pero eso será en otro momento. Ahora es tiempo de festejar.