El escrutinio de los votos se escribe con sangre.
Con la legitimación oficial del Consejo Nacional Eleccionario (CNE), el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, se aseguró la reelección por seis años, luego de una tormenta de denuncias de fraude desde la oposición. Pero las actas oficialistas están en el Tribunal Superior y las de la oposición solo en el ciberespacio. La violencia callejera fogoneada desde Estados Unidos y sus aliados regionales produjo un saldo de veinte muertos, los guarimbas y mercenarios exportados desde los países limítrofes incendiaron edificios y vehículos y derribaron la estatua de Hugo Chávez. Los dos mil detenidos confesaron que fueron contratados por dinero y drogas. Ahora, están en cárceles de alta seguridad, afrontando condenas de hasta treinta años de prisión por terrorismo.
Redes asesinas y cibergolpismo a la carta.
Un ataque informático masivo provocó el retardo de la transmisión de las actas eleccionarias y la divulgación de resultados y se sumó la quema de oficinas, centros de votación y atentados de falsa bandera. Granjas de bots y grupos de trolls, inteligencia artificial y actas falsas, saturaron la opinión pública y los medios para desinformar sobre las tendencias, a boca de urna primero, y del resultado después del cierre. Luego, movilizaron las calles, activando sicarios y vándalos para crear caos y una simulación de justa revuelta popular contra el supuesto fraude. Pero, ni los candidatos opositores Edmundo González Urrutia ni Corina Machado pudieron presentar ninguna prueba, ni se presentaron a la citación del Tribunal Electoral.
La guerra informática y callejera alcanzó su máxima destructividad, y aún sigue hasta hoy. Las amenazas de un grupo antichavista llegaron a mi persona, con fotos de un presunto arsenal de armas de guerra, para liquidar a “la plaga chavista, como yo” (sic). Existen grupúsculos que claman por un levantamiento militar y hasta la intervención del comando sur norteamericano, una ultraderecha desatada, que es pronóstico de extrema violencia.
Legitimando el fascismo con la liga reaccionaria.
El presidente argentino Javier Milei, con su enfermizo afán protagónico, ya convocó a una cumbre de presidentes regionales, buscando condenar y esmerilar a Nicolás Maduro, y lo acompañan otros como Ecuador, Perú, Costa Rica, Chile, El Salvador y Panamá. Todos, meneando el rabo, buscando complacer a los Estados Unidos, promotor central del golpismo contra Venezuela. Esto ha generado una crisis diplomática sin precedentes. Se suman siete países europeos al coro de agitadores, mientras hiede la neutralidad de Brasil, Colombia y México.
Tanto Milei como Mauricio Macri postearon en las redes, reclamando un golpe de estado militar, un grave delito que la justicia argentina parece no observar.
Prontuarios y traseros sucios, avalados desde la Casa Blanca.
Los candidatos opositores tienen un prontuario denso, más que un curriculum vitae: Edmundo González “el matacuras”, fue un instigador responsable de los escuadrones de la muerte en El Salvador y del asesinato de seis sacerdotes tercermundistas, incluido Monseñor Oscar Romero.
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Corina Machado, la dama de hierro, participó en los intentos de golpes de estado contra Chávez (abril 2002), fue inhabilitada para participar en cargos públicos, por realizar actividades perjudiciales para el Estado, como ser, pedir la intervención militar extranjera para golpes de Estado (hasta ahora). Corina, una mezcla de Margaret Thatcher y Victoria Villarroel, ahora está junto a González en la clandestinidad, fogoneando violencia.
Estados Unidos coloca candidatos así, para llegar al poder y apropiarse del oro negro. Las reservas petroleras venezolanas estimadas es más de trescientos cuatro mil millones de barriles. Al imperio no le interesa en absoluto el imperio allí, sino el saqueo petrolero extractivista.
Chavismo y teología de la liberación: el socialismo del siglo XXI.
El comandante y expresidente Hugo Chávez fue un ferviente partidario de la teología de la liberación (TL). Su legado revolucionario incluía la fe cristiana junto a la opción por los pobres y la lucha clasista.
Los documentos de Santa Fe de la CIA en los ochenta decían que el objetivo era “combatir por todos los medios la TL”, aumentar la creación de sectas evangélicas fundamentalistas y detener así la expansión del chavismo en la región.
El resurgimiento de la TL católica y la región sur viene con una nueva generación de sacerdotes para relanzar al chavismo y contrarrestar el eje neofascista encarnado en Milei, Bukele y otros personeros de la derecha más rancia.
El pueblo bolivariano más las comunidades eclesiales de base son hoy un solo frente para frenar al golpismo. Maduro cita a Jesucristo en todos sus discursos, hay una ebullición social y la configuración de una teología bolivariana de la liberación.
Hugo Chávez dijo: “Cristo fue el primer gran socialista de nuestra era… Cristo antiimperialista, un rebelde, uno de los más grandes revolucionarios socialistas.”
Este neochavismo de Nicolás Maduro busca las raíces de la TL, un proyecto socialista, humanista y antifascista para su país. Al Papa Francisco no le disgusta la idea, aunque también ahora pide transparencia y paz social, reclamos difíciles en una Venezuela que intenta parirse de nuevo a sí misma, sin intervención extranjera. El tablero geopolítico y el juego es a todo o nada.