Tal cual le pedían, Javier Milei le puso el cuerpo a las negociaciones. Aunque lo fastidia hacer política, participó de encuentros sucesivos con diputados y senadores, y los resultados fueron bastante aceptables. Estuvo cerca de coronar una semana casi perfecta, pero… pasaron cosas, y el Gobierno terminó con un sabor agridulce. Pudo ser peor.
Habíamos dicho que la administración mileísta se encaminaba a vivir otra semana negra en el Congreso; entre miércoles y jueves podría acumular tres derrotas contundentes, sino cuatro. La cuarta -improbable pero posible- era la aprobación de la Boleta Única de Papel, que podía fracasar por desaveniencias en el seno de una mayoría que la vicepresidenta forjó en diciembre pasado, pero se le desordenó en el verano.
Los otros tres temas eran los que concentraban toda la atención del oficialismo, que arrancó la semana reuniendo a los aliados más cercanos de la Cámara baja en la Casa Rosada. Esta vez sin el presidente, pero con la presencia de El Jefe, Karina Milei, ocupando el rol de Guillermo Francos, que el domingo debió ser internado por una indisposición que todos vincularon a la malasangre que se hizo por la desautorización pública que no pudo digerir con el tema del decreto sobre Acceso a la Información.
Al día siguiente Milei sí estuvo en el encuentro sorpresa que encabezó con cinco miembros del bloque radical de Diputados. Una reunión en Casa Rosada donde tampoco estuvo Francos -aún recuperándose-, pero sí Karina y Patricia Bullrich, lo que dio lugar a muchas interpretaciones sobre un rol distinto de la ministra de Seguridad en esta gestión. En rigor, ella fue clave para concertar esa reunión con radicales que le son cercanos desde la interna salvaje que ella protagonizó con Horacio Rodríguez Larreta. Al lado de Bullrich se sentó en la Casa Rosada su excompañero de fórmula, el hoy también ministro Luis Petri. La excandidata presidencial de JxC debió salir a aclarar luego que no estaba buscando el puesto de Guillermo Francos, pero terminó la semana con raspaduras como consecuencia de los excesos en la represión del miércoles en Congreso.
Ese encuentro resultó clave para el éxito oficialista en la sesión del miércoles en Diputados. Sobre todo porque allí estuvieron los cinco miembros del bloque UCR que votaron a favor del veto presidencial. Y cinco fueron los votos que tuvieron por arriba del tercio de los presentes, que según la asistencia a la hora de la votación se alcanzaba con 82 diputados: 87 fueron los votos que le aseguraron el éxito a La Libertad Avanza el miércoles. Son los “87 héroes” que Milei ahora quiere invitar a comer un asado para celebrar lo que algunos ya presentan como la alianza táctica “anti 2/3”; y algún exagerado considera el resguardo contra un juicio político.
Esa reunión resultó ser la contracara de una realidad que venía viéndose en los últimos tiempos en un oficialismo que en lugar de sumar estaba siendo expulsivo. Signado por insólitas y salvajes internas, los ya de por sí hiper reducidos bloques oficialistas de ambas cámaras se habían achicado más por expulsiones inéditas en los oficialismos, que suelen ser expansivos. En cambio la imagen del martes, con radicales sonrientes sacándose selfies con los libertarios, demostró ser una versión corregida de un gobierno que sigue siendo favorecido por las encuestas. La cual continuó exhibiéndose el viernes, con la incorporación formal a La Libertad Avanza del bloque de dos compuesto por Carolina Píparo y su cuñada, lo cual le permite al oficialismo recuperar la condición de segunda minoría de la Cámara perdida precisamente esta semana a manos del Pro, cuando el bloque de Cristian Ritondo sumó una diputada entrerriana en reemplazo de un radical que renunció para asumir un cargo en un ente binacional. Esa foto no lo tuvo al presidente, pero sí a su hermana, clave en este acuerdo, y al presidente de la Cámara Martín Menem.
Hizo política el oficialismo estos días y eso se tradujo en un contundente triunfo el miércoles en Diputados, a pesar de que formalmente el resultado fue derrota en una votación en la que la oposición necesitaba dos tercios para rechazar el veto presidencial a la Movilidad Jubilatoria. Una ley que trabajosamente había conseguido la oposición con sendos triunfos por 2/3 en las dos cámaras, pero que ahora quedó en la nada.
Ese mismo miércoles, por la mañana, hubo otra foto en la Rosada, de nuevo con Milei en la cabecera, el regreso de Guillermo Francos y la novedad de Victoria Villarruel al lado del presidente (y en consecuencia sin Karina Milei, fuertemente distanciada de la vicepresidente). Sentados todos frente a ocho senadores de la oposición dialoguista, con quienes se intentó así revertir las dos derrotas que se anticipaban para el jueves.
Hubo sonrisas en ese encuentro y al cabo de otra jornada marcada por las negociaciones en el Senado, el Gobierno creyó haber coronado un acuerdo que disipaba la posibilidad de la derrota que más los inquietaba por lo simbólico: por el DNU de los fondos reservados para la SIDE. Las partes creyeron tener garantizada la postergación de ese debate con la oferta de una sesión secreta a la que asistirían el titular de la SIDE, Sergio Neifert, y los ministros Bullrich y Petri. Allí les explicarían para qué necesitaban los cien mil millones de pesos pedidos a través del DNU, pero no repararon en que el reglamento de la Cámara establece la necesidad de contar con la aprobación de una mayoría de 2/3: artículo 18, inciso a) del reglamento del Senado que se ve que no leyeron… Obviamente el bloque Unión por la Patria no les concedió tener esa sesión, e inesperadamente el radicalismo se sumó para restituir el debate del decreto en el temario del jueves.
“Nos negamos a tener una sesión secreta acá, porque es una maniobra de dilación. Hay algunas cosas de las que nos damos cuenta; no somos tan despistados”, advirtió en su tono histriónico y punzante el senador José Mayans ya en la madrugada del viernes, a poco de una votación que arrojó una contundente derrota oficialista por 2/3, con todo lo simbólico que la misma tuvo: por primera vez en la historia, un gobierno vio rechazar un decreto de necesidad y urgencia.
El resultado, registrado a las 2.19 de la madrugada del viernes, marcó el cierre de una sesión que terminó con dos derrotas para el oficialismo y una victoria, la de la Boleta Única de Papel, que vuelve a Diputados. El otro traspié fue con la Ley de Financiamiento Universitario, que el viernes el presidente confirmó que vetará.
Si a priori al Gobierno le hubieran propuesto ese resultado de dos traspiés -con Financiamiento y el DNU- y una victoria (pírrica, pero victoria al fin) con el veto presidencial, sin dudas hubiera firmado al pie. Pero sucede que el miércoles por la noche se engolosinaron y creyeron ver un escenario exitoso, pues la postergación del debate del decreto lo hubiera sido. La realidad es que el éxito obtenido al confirmar el veto presidencial con una ley del tenor de la previsional, debería ser valorada por el alcance simbólico. Con solo 37 diputados propios, lograron neutralizar los 2/3 sobre una ley de semejante peso.
Y de cara al debate por el veto inminente para el aumento para las universidades nacionales, fuentes radicales admitían el viernes que les sería aún más difícil frenar el veto, a pesar de tratarse de un tema tan caro para los miembros del radicalismo. “Si el Gobierno reúne a sus 87 héroes (ni siquiera a todos ellos) ya bloquea”, admitió con pesar una fuente del partido centenario consultada.
Sin pausa, el presidente coronará esta semana de protagonismo legislativo yendo personalmente a “la cueva de la casta”, para escenificar una inédita presentación del Presupuesto 2025. Será el primero de su gestión, luego de que el año anterior pactara con Sergio Massa liberarse del corset que esos textos imponen, que fue lo que en definitiva resultó de ese acuerdo entre ambos para que el Gobierno saliente demorara el debate sobre el tema.
Con presencia legislativa menguada y en consecuencia un escenario a priori favorable -solo concurrirán al recinto de la Cámara baja los legisladores menos confrontativos-, se espera el mensaje de un Milei más adentrado en su rol de economista, enfocado en su papel de ajustador en aras del déficit cero. Como el 1° de marzo, no se espera que hable de “ratas”, ni lance mayores exabruptos, pero no será contemplativo con quienes deberán resolver sobre el Presupuesto. Al cabo, no utilizará el prime time para desairar a su audiencia más fiel. Atento a los tiempos que corren, ya no estará pendiente de votos que deba reunir, sino de los puntos de rating que tendrá. Con la ayuda de una cadena nacional como reaseguro de audiencia.