¿Están todos de acuerdo en dejar de lado el Multilateralismo, y al mismo tiempo abandonar la neutralidad histórica de Argentina en conflictos internacionales? ¿Quieren todos los argentinos o un gran número de ellos que las Naciones Unidas desaparezcan porque el al presidente Javier Milei le parece que es inútil? ¿Están todos seguros de que la Agenda 2030 es descartable, y el Pacto del Futuro restringe las libertades, como dice Milei? ¿Creen todos que la Argentina debe ser un faro de vanguardia de la libertad en el mundo, como propone el presidente?
Las posiciones internacionales que adoptan los gobiernos suponen un enorme dolor de cabeza para los habitantes, toda vez que los nuevos gobernantes deciden instalar al país en alineamientos inconsultos que casi nunca satisfacen a la gran mayoría, aunque hayan ganado por amplio margen.
La cuestión internacional nunca aparece en las agendas electorales y cuando tras las elecciones llegan los momentos de acudir a los principales foros mundiales surgen las sorpresas, y los espantos. Es el caso de la primera experiencia frente a la Organización de Naciones Unidas (ONU) del actual mandatario argentino Javier Milei.
Los presidentes argentinos siempre quieren destacarse en la ONU, esperan que su discurso explote dentro de un recinto donde no calculan habrá siempre menos gente de la esperada. Sin embargo, cuentan con que las repercusiones revalorizarán después la pieza oratoria, pensada y repensada para llamar la atención. En los medios internacionales y ahora en las redes sociales.
En esta oportunidad, Milei no dejó dudas acerca de su acendrada decisión de impulsar su figura hacia la globalidad del planeta, y en su discurso dejó planteados puntos controvertidos además de arrojar una afrenta impertinente a la institución nacida en octubre de 1945, efectivamente para proteger la paz en el mundo. Recién salida la humanidad de la Segunda Guerra Mundial el organismo asumió esa alta responsabilidad. De ello han pasado 79 años, y en el medio un montón de cosas.
Como ya se sabe, entre los argentinos gira la frase “todo empieza cuando uno llega”, y en ese afán el presidente Milei usó la oportunidad para alzar el típico martillo en la esplendorosa ciudad de Nueva York y golpear con energía el mecanismo que dispara la campanilla de la Bolsa de NY, cuna de las finanzas mundiales. Un chico con martillo nuevo vibrando en el mundo que más le gusta: el de las finanzas.
Lo peor estaba por venir y había indicios sobre una fuerte decisión: la de maltratar a los miembros de la ONU, esto es a 193 presidentes y a sus representantes en el organismo que trabajaron hasta el cansancio para lograr el sostenimiento de la agenda 2030 y presentar el Pacto del Futuro, firmado por 192 presidentes. El único autoexcluido fue Argentina.
¿Qué rechazó el gobierno de Milei sin tener en cuenta lo que realmente piensan los argentinos? La iniciativa de las Naciones Unidas incluía 56 acciones dirigidas a enfrentar los desafíos más urgentes de la humanidad, que son: 1) el cambio climático 2) la igualdad de género 3) las amenazas de la Inteligencia Artificial 4) la erradicación de la pobreza 5) la eliminación de la inseguridad alimentaria.
Oponerse a esos cinco puntos supone una grave miopía sobre los problemas que atormentan a la humanidad. No son enunciados, son crímenes de vieja data o recién estrenados que conmueven y reclaman urgentes decisiones. En Argentina, solamente, hay más de un 53% de pobres, pero Milei se opone a erradicarla. El cambio climático requiere atención desde hace décadas, pero el presidente exige “libertad” para decidir en Argentina “porque -dijo- nosotros necesitamos contaminar” (¿?). De la igualdad de género ni hablar porque el mandatario explota.
Al respecto, unas horas antes que Milei, la canciller Diana Mondino había sorprendido con un anuncio patético: “Hoy en la ONU nos disociamos del Pacto del Futuro. Elegimos un mundo mejor para cada uno de los niños, hombres y mujeres que habitan nuestro suelo. Argentina quiere tener alas para su propio desarrollo, sin estar sujeta a un peso indebido de decisiones ajenas a nuestras metas. Argentina será un Faro de Libertad“.
Rompieron cadenas, como si hiciera falta, cuando todo el mundo sabe que las decisiones de la ONU reclaman compromiso pero no llevan impresa una obligatoriedad, porque las naciones hacen lo que pueden con sus problemas, o hacen lo que quieren con sus decisiones. Sin embargo, eso no fue lo peor sino la catarata de insultos, descalificaciones y ninguneo sobre los resultados negativos de las funciones institucionales.
Milei no sabe de política, de historia ni de organismos internacionales, salvo de los que tienen y dan plata. En primer lugar, fue una bravuconada -o un sincericidio- reconocer que no es político, y que “no vengo aquí a decirle al mundo lo que tiene que hacer, vengo a decirle lo que va a ocurrir si las Naciones Unidas continúan promoviendo las políticas colectivistas bajo el mandato de la Agenda 2030″. Esquivó hacer de maestro ciruela y eligió colocarse en el lugar de un profeta planetario.
“Quien se cree que es este tipo?”, fue la frase más proclamada en los pasillos redondeados de la ONU. Se repitió hasta el cansancio después de escucharlo decir también que las Naciones Unidas son “una organización que había sido pensada esencialmente como un escudo para proteger el reino de los hombres y se transformó en un Leviatán de múltiples tentáculos que pretende decidir no solo qué debe hacer cada estado nación sino como deben vivir todos los ciudadanos del mundo”. La comparación diabólica, impensada, adquirió el nivel de insulto gratuito pues, si hay algo que reprocharle a la ONU es que se mete poco en los problemas de los países. Pero Milei piensa lo contrario.
En ese discurso escrito por él mismo, apareció otra novedad y esta vez fue para definir el lugar de Argentina en el ámbito del organismo. Milei acusó a las Naciones Unidas de imponer una agenda “socialista”. Evidentemente no distingue nada, la confusión es su fuerte, y como un irresponsable sigue adelante sin importarle los efectos de sus apreciaciones. Es inútil explicarle lo obvio: dentro de la ONU confluyen todos los países, sin importar sus ideologías. Siempre fue así, aún con los cambios de época, y de predominio ideológico en el mundo. No puede pretender Milei que el mundo entero sea anarcocapitalista y libertario. Sí puede ejercer el rol de Diógenes con su farol buscando hombres honestos a los cuales pregonarles la libertad y convencerlos de las bondades del liberalismo. El camino es largo.
A continuación, rescató a la Argentina de su rol integracionista dentro del Multilateralismo, donde hasta ahora los compromisos de aglutinación no pasaban de los ensayos en los Brics y las tensiones políticas apenas delineaban la fuerte polarización entre Estados Unidos y China.
“la Argentina abandonará la posición de neutralidad histórica que siempre la caracterizó” y estará ahora “a la vanguardia de la lucha por la defensa de la libertad”. Un delirio. En los diez meses de mandato los argentinos ya conocen a Milei, algunos siguen apoyándolo y justificando sus disparates muertos de risa, otros ven con preocupación lo que dice, proclama y asegura sin ningún asidero. ¿Desde qué lugar genuino la Argentina va a pararse para ser vanguardia de la lucha por la defensa de la libertad?
En el portal Andino se ofuscaron por el desconocimiento de la historia argentina del presidente. Ellos rescataron, tras enterarse de la eventual “salida” de la neutralidad”, el denominado Pacto Saavedra Lamas, firmado por 21 naciones en 1933, que es considerado el primer instrumento jurídico internacional de paz, esa paz que Milei le reclama a la ONU.
El tratado o pacto condenaba las guerras de agresión y propugnaba el arreglo pacífico de las controversias internacionales de cualquier clase que fueran y declaraba que, entre las partes firmantes, las cuestiones territoriales no debían ser solucionadas por la violencia.
“Javier Milei que no tiene ningún, pero ningún conocimiento de la historia argentina, hoy viene a romper con esa tradición indiscutible de la Argentina que solo rompió la dictadura militar con la detenida -solo segundos antes de comenzar- guerra con Chile, el intento de recuperación de Malvinas, y después solo Carlos Menem con la participación de tropas argentinas en la Guerra del Golfo”, explica el portal Andino.
La democracia es imperfecta, pero tiene resortes que habilitan la consulta acerca de las grandes decisiones gubernamentales. Hace mucho tiempo que el pueblo, como tal, es un convidado de piedra respecto de decisiones que debieran interesarle. No es aceptable que los presidentes de turno decidan por su cuenta adonde van a alinear al país, internacionalmente, durante los siguientes cuatro años.