"Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”, es una frase que erróneamente se le atribuye a Albert Einstein, quien en realidad nunca la dijo, ni tampoco la escribió. Muy parecida a lo que en campaña y desde la primera magistratura suele decir el presidente Javier Milei: “Difícilmente haciendo siempre lo mismo obtengamos resultados diferentes…”. Está claro a qué se refiere: un pleno apostado a quienes nunca gobernaron y proponen hacer exactamente lo contrario a lo hecho en un siglo. Recomendación que, dicho sea de paso, no aplica para sí mismo.
Si ya vivió como un trago muy amargo la gigantesca marcha universitaria del 23 de abril pasado, ¿por qué imaginar que la de este miércoles será diferente, cuando las razones de entonces siguen vigentes y el clima social comienza a hacerse más espeso?
Aquella vez, en lo más alto del poder circularon pases de facturas por no haber evitado semejante movilización que tomó al poder central desprevenido. ¿Alguien en su sano juicio puede pensar que la marcha de esta semana podrá generar menor adhesión? Por el contrario, todo indica que el impacto será grande. ¿Es buen momento, cuando el presidente viene de rechazar una mejora para los jubilados y comienza a flaquear (un poco) en las encuestas?
Sin mayor ilusión de éxito, el Gobierno ya hizo el esfuerzo para evitar la protesta con la oferta de 6,8% de aumento a los gremios docentes, equiparándolos con los empleados estatales. Tras el previsible rechazo, ya no hay muro de contención para la protesta. O sí, pero nadie cree posible esa medida que podría, sí, evitar el escenario de este miércoles: no vetar la Ley de Financiamiento Universitario aprobada el 13 de septiembre.
Si bien todavía sigue demorando esa medida, no ha habido ni una señal de que el presidente vaya a reconsiderar el veto total que ha trascendido. No lo hizo con la Ley de Movilidad Previsional, aun a sabiendas de que un veto parcial le solucionaba el problema, pues ya le habían transmitido que en ese caso no hubiera habido rechazo de parte de la oposición dialoguista. Así y todo, Javier Milei igual aplicó el veto total… y después festejó como un triunfo su ratificación, más allá de los 153 votos en contra, casi el 60% de la Cámara baja.
Por lo que dicen quienes no han podido convencer a Milei de lo contrario, para él morigerar el veto sería dar una muestra de debilidad que es lo que están esperando los opositores para avanzar en consecuencia. Se sabe que el presidente no tiene medias tintas, por eso en esas circunstancias ve intenciones destituyentes. Tan extremista es, que con cierta dosis de certeza considera que su base de sustentación es el miedo de sus rivales a alguien que juega siempre al fleje. No piensa aflojar en eso que considera un activo: la locura que le atribuyen es, para Milei, la base de su fortaleza.
¿Por qué demora entonces el veto si lo firmará de todas formas? Porque le sirve que se piense que puede llevar a evitarlo. Y porque tampoco come vidrio: será después de la marcha, convocada para el miércoles 2, justo un día antes de la fecha límite para vetar. Lo firmaría ese mismo día y saldrá publicado en el Boletín oficial el jueves.
Está claro que la agenda legislativa está muy atada al día a día de la gestión gubernamental. Esta semana será clave y el martes 1 de octubre se preveía el inicio del debate en comisión en Presupuesto y Hacienda (sin la presencia de Luis Caputo; por más berrinche que haga la oposición, Toto no pisa más una comisión), y el miércoles era la sesión de Diputados. Por la marcha, mejor dejar el miércoles libre, pero no se pasó al jueves para evitar darle a la oposición una tribuna en el recinto ese día, si es justo sale el veto. La sesión se corrió entonces para el martes y el Presupuesto arrancará el 8. Tiempo hay, pero sería recomendable para el oficialismo no jugar tanto al límite en un Congreso con minorías tan extremas y volátiles: dicen que será un debate en espejo, con senadores recomendando cambios desde las sombras mientras avanza el debate en Diputados, pero nada garantiza que no vayan a introducir modificaciones cuando les toque, así que mejor sería tener días de reserva, por si acaso.
Mientras tanto, el Gobierno sigue sumando frentes y acelera con la privatización de Aerolíneas Argentinas. El arranque fue el miércoles pasado, con una larga presentación de dos funcionarios, mas sin el presidente de la empresa, al que habían anunciado pero bajaron ante la certeza de que sería blanco de críticas. Lo corroboró sobre el final una diputada camporista que recordó su pasado en las gestiones kirchneristas y de Alberto Fernández. Lo llamó “traidor” y hasta relató haberlo visto “llorando” en el VIP del bunker de Sergio Massa cuando la derrota del balotaje.
La avanzada del Gobierno en la materia cerró el viernes con el anuncio de un decreto para privatizar la empresa. En rigor, no es que se vaya a prescindir del Congreso -lo cual es imposible-, sino cumplir un formalismo que establece la ley: la declaración de la empresa como “sujeta a privatización”. Esto no cambia nada el proceso que ya se ha iniciado en el Parlamento y que a priori encontraría luz verde en Diputados, donde ya se aprobó durante el debate de la Ley Bases. Pero esa misma experiencia preanuncia un rechazo en el Senado, donde el oficialismo sabe que no tiene los votos para convertir el proyecto en ley. A priori, arranca con 37 votos en contra en la Cámara alta.
¿Por qué encara esta pelea La Libertad Avanza si sabe que la pierde? Porque hace a su relato. Como así también sumará la aprobación de la Boleta Única de Papel este martes, cambiando radicalmente el sistema de votación. Son elementos discursivos que suman y que le permiten a un gobierno en minoría extrema manejar la agenda.
Y sumar temas de debate que, por ejemplo, desvíen la atención que podría llevarse el índice de pobreza conocido esta semana.
Con su oferta salarial a los gremios aeronáuticos, el oficialismo sabía que cimentaba un camino para la pelea en el que Biró y compañía entraron fácilmente, con medidas de fuerza que dieron pie a lo que el Gobierno planeaba, que era plantear la privatización más temprano de lo que esperaban. Si eso no llega a buen puerto, se sabrá el año que viene, electoral, y serán elementos para justificar la necesidad oficialista de contar con una mayor dotación legislativa.
En cambio el Gobierno frenó esta última semana un triunfo sobre la patria sindical, cuando ya tenía garantizado el dictamen de mayoría para aprobar una reforma muy parecida a la ley Mucci que Alfonsín intentó y no pudo aprobar: no más reelección indefinida en los gremios; se garantiza la representación de las minorías en los cuerpos deliberativos y directivos de los sindicatos; obliga a los gremialistas a presentar declaraciones juradas; democratiza las obras sociales, y prohíbe la cuota solidaria. Martín Tetaz, que tenía garantizadas las firmas para el martes, se enteró ese mismo día de que los diputados de La Libertad Avanza y del Pro se bajaban; estalló en furia y tuvo que suspender la reunión de la comisión. Al rato, el bloque Pro aclaró por comunicado que ellos seguían respaldando el proyecto, que por otra parte contempla propuestas suyas. Pero lo cierto es que la noche anterior el presidente de la Cámara les había dicho que a pedido del Gobierno frenaran el dictamen. Curiosamente para un gobierno de estas características, un día decidieron no dar una pelea…
Como la decisión generó malestar en las filas del Pro, después tuvieron que emitir el comunicado aclaratorio.
En la semana, el Gobierno invitó a los radicales a sumarse a la mesa de los lunes, que ya integran LLA, el Pro y el MID, pero los diputados del partido centenario rechazaron el convite porque “les parecía mucho”, y el diálogo se trasladó al Congreso, donde se reunieron con Martín Menem y Federico Sturzenegger, entre otros. Hablaron de la agenda legislativa y sobre el fiasco de la reforma sindical, les dijeron que tenían que elegir las batallas que debían dar y manejar los tiempos.
Los radicales no se fueron muy convencidos con eso, pero piensan insistir este jueves: ya convocaron a las 10 de la mañana de ese día a una reunión para hacer lo que la semana pasada no pudieron. De buen diálogo con muchos dirigentes cegetistas, el Gobierno prefiere mantener ese tema como un proyectil en la recámara, para usar cuando en todo caso lo necesite, o a modo de amenaza. Tampoco les interesa demasiado avanzar con una propuesta que no es propia, y que pueda reivindicar el radicalismo en general y Martín Tetaz en particular. Se verá.