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34a FERIA DEL LIBRO

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EL FANTASMA DE BOLAÑO EN BUENOS AIRES
EL FANTASMA DE BOLAÑO EN BUENOS AIRES

Buenos Aires

Buenos Aires, mi muñeca
de acero y piel,
río fiel a tus palabras,
Babel, este cristal nos mira
repite y borra en tu memoria. (R.G.)

    El libro está de fiesta en Buenos Aires, capital de los "ayeres", presentes y futuros. Así la nombro y refundo en mis palabras. La 34 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, tiene nombre: El espacio del Lector. Día y lugar: del 24 de abril al 12 de mayo en La Rural, Predio Federal de Buenos Aires. Arranca un día después de la conmemoración de la muerte de Cervantes y Shakespeare, iconos del idioma castellano e inglés, que cada año se recuerdan con la celebración del Día Mundial del Libro. Ricardo Piglia, autor de Plata quemada, reconocido narrador, crítico y profesor universitario argentino en Estados Unidos, abrirá el magno evento, con un diálogo sobre el libro como espacio del lector. Confía en que su discurso tendrá una lectura y audiencia crítica, más bien polémica, dijo, y antes de abrir fuego, se mostró partidario de rescatar el foro latinoamericano como un espacio nuestro y no depender de España. Denunció además que la Academia Norteamericana ha creado una unificación latinoamericana que no es real.
    El libro, la literatura serán noticia en Buenos Aires, y ambos estarán en el centro del debate. El espacio del lector, tendrá conferencias internacionales durante cinco días, (30 abril, 1, 8, 9, 10 de mayo), con autores argentinos, de Grecia y Colombia.
    Las Ferias siempre tienen estrellas invitadas, en este caso: el norteamericano Paul Auster, el cantautor catalán Joan Manuel Serrat, el ensayista mexicano Carlos Monsivais y la escritora china, prohibida en su país, Wei Fui, encabezan el listado de "famosos".
    Chile invitó a Roberto Bolaño. Ya hablaremos de eso.
    Buenos Aires es una ciudad novelada, poetizada, visitada, un marco excepcional para el diálogo y la palabra, el encuentro tiene cuerpo y ángel, los pasos de Borges y Cortázar aún resuenan en la memoria. La Reina del Plata, siempre ha tenido quien le escriba. Adàn Buenos Aires, dirìa, etc., la ciudad que se ha dejado , dejó y aùn, todavía, como dijera César Vallejo en cholo.
    ¿Qué dirá Piglia? ¿Que el libro se reinventa en el lector? ¿Què el mercado es una aspiradora de sueños? ¿Qué el espacio del lector está ocupado por el fantasma del mercado real que se ficciona en los best seller de turno? ¿El lector tiene espacio o vive en una jaula sin libros?¿ El lector se siente asaltado por la imagen, desde la primitiva TV hasta los juegos electrónicos y el menú infinito de Internet? ¿El espacio del lector no estará dentro del lector mismo? ¿El espacio del lector está ocupado por el basurero del mercado? ¿Qué nos dirà Piglia para espantar el espanto?
    Siempre ha habido un público secreto para grandes autores "olvidados", de culto, alejados de la primicia del día a día, como Arlt, Marechal, Borges, Macedonio Fernández, Juan Carlos Onetti y ahora Roberto Bolaño.
    ¿Que papel le asignará Piglia en su partitura a la poesía? Él, un admirador de Neruda y Parra. (Neruda ha hecho estragos entre muchos narradores latinoamericanos y Parra es esencial para pensar una poética de la prosa en lengua española. Piglia)
    Los lectores, algunos, van por su propio carril, son los verdaderos detectives de la novela, siguen pistas, se adentran en sus laberintos y hurgan con la yema de sus dedos. Algo dice en algún sentido Piglia, que los críticos son los ficcionadores y detectives, en estas pesquizas de averiguar que nos dice el texto y que muchas veces ven lo que otros no ven o ven demasiado, más allá de lo que el autor dijo o quiso decir. El novelista norteamericano Philip Roth, ha señalado recientemente que las pantallas ganaron la batalla. Aún quedan buenos lectores, advirtió, pero en Estados Unidos, no. Rotundo, claro, preciso.
    Buenos Aires tiene la oportunidad de devolver el espacio al lector, oxigenarlo, rescatarlo, estremecerlo con obras verdaderas, un nuevo lenguaje que lo incorpore y vuelva a acercar a la orilla profunda, el corazón del libro. La ciudad como una gran pista para un lector con olfato, alejado de las guías banales de críticos, libreros, televisoras, editoriales, padrinos del negocio, la cosa nostra de la palabra. Cosa nuestra es la literatura, la poesía profunda como un río que recorre la capital porteña, sin fin, por ese camino de compromiso propio de la literatura con la vida. Buenos Aires no necesita un Piglia Batman, ni Guasón, menos Superman, un profesor más bien distraído que pierde sus gafas en la Biblioteca donde trabajó Borges para mirar ciegamente la palabra, revivirla desde las cenizas, con el autor del Aleph. ¿Un Pliglia como Sherlock Holmes, Hercule Poirot, Maigret, Phillip Marlowe o Maqroll el gaviero? ¿O un verdadero Detective Salvaje? James Bond nunca, porque nada sabe de libros. Dejemos que el professor Piglia arme sus papeles con la paciencia de un monje medieval, pero sin su oscuridad. Ver donde vio Borges.
    ¿Leer o no leer, esa no es la cuestión? El libro tiene un espacio propio, que es el propio lector. El libro queda indefenso después de ser escrito. Está a merced de una larga cadena casi autista, cuyo interés esencial es el mercado y no necesariamente el lector. Una paradoja, porque el libro vive del lector, y el lector debiera vivir con el libro. El espacio del libro es palpable (papel real), tocable, se puede trasladar a cualquier otro espacio, dejar pendiente, permite acercarlo físicamente una, un millón de veces, recorrerlo de atrás hacia adelante y viceversa con mucha facilidad (familiaridad) consultarlo entre varios en una mesa de lectura.
    El gran espacio de la Red Internet, es otra cosa, y aún muy discutible desde el punto de vista de la calidad de los textos, certeza de las orientaciones, hallazgos de literatura o poesía nueva. Más bien se trata, sin negar su importancia, de un remolcador de información, una gran vitrina movilizadora de opiniones de paso, una fuente del deseo, un aparato para interactuar, un gran correo global, instantáneo, irremplazable, el más vasto monólogo digital, el paraíso del spam, un gigantesco libro digital de autoayuda. El tejido de la Red no tiene punta, inicio ni fin, porque a cada segundo surgen millones de apuestas en distintas direcciones. La Red no es selectiva, atrapa peces grandes, sardinas, desechos, latas, botellas de plástico, pequeñas flores, gestos, guiños, señales, latidos, palpitaciones y mucha basura, spam, spam, spam, un 71 por ciento del los mensajes, de acuerdo con Symantec (Norton). La eclosión tecnológica no es un fantasma, es una realidad que ha puesto la lengua, el idioma "patas p`arriba". Es innegable la fuerza de la tecnología en los jóvenes conectados a la venoclisis de los chats y uso intermitente de los celulares con pequeños textos. Es una comunicación bastante visceral, sin urgencia, pero fundamental para quien la ejerce aunque sea a la velocidad del guiño o del gesto. Las palabras respiran como pueden. Es el nuevo estatus de la banalidad.
    80 por ciento del spam se redacta en inglés y un 42 por ciento proviene de Estados Unidos. ¿Cuánto tiempo se invierte cubriéndose de un spam, que podría dedicarse a la lectura de un libro?.
    El libro se convierte en un spam cuando la recomendación del crítico, de la editorial, va por el camino equivocado. El spam surge en el momento en que la editorial publica un libro spam. Hay spam de todos los tamaños y para todos los gustos. Existe el spam best seller, muy aceptado y bien recomendado. Es como comprarse el automóvil de moda. Lucirlo es indispensable. Lo importante es poseerlo.
    Las interrogantes son muchas: ¿Existe el lector como lo concebíamos hace cinco o 10 años atrás? ¿Debemos ir en búsqueda el lector perdido o de un nuevo lector? ¿Cuál es la lectura de la nueva realidad? ¿La TV y los juegos digitales, ganaron la mente de un potencial lector? ¿Qué puede a traer a un lector en un montón de papel relleno de letras? ¿La lectura es aventura, pasatiempo, educación, reflexión? Placer, professor, pregúntele a Borges acariciando los lomos en sueños, levitando por Buenos Aires abrazo a la Enciclopedia Británica. Borges se reescribe y Buenos Aires se refunda. Dos gotas de un mismo río. ¿Heráclito volverá a bañar la ciudad con las nuevas lecturas, una y mil veces?
    No se interrogará esta vez en la city porteña si la novela ha muerto, sino, si el Lector murió por ausencia de si mismo o fue digitalizado su espíritu de aventurero. Son otros tiempos, la lectura básica actual es el celular. Cualquier pantalla donde algo se mueva. ¿Por ahí se disparará la nueva literatura? Hay quienes sostienen que ya la novela como se concebía en el siglo XIX e inclusive de mediados del XX, o antes, simplemente, no existe. ¿Cervantes, Joyce, Dovstoievsky, Stendhal, Tolstoi, Proust, Faulkner? ¿La gran novela es un cadáver exquisito? Borges, no escribió novela alguna y detestaba el género, lo consideraba inferior. Prefiriò caminar a tientas desde la orilla empujado por su bastón ciego que le dio tantas satisfacciones y le condujo a la gloria definitivamente, que decía detestar. El Borges que conocemos y amamos, afortunadamente está en Buenos Aires, y lo de sus dos fechas en Ginebra, es meramente geográfico, referencial, un dato al final de su vida, un paso triunfal hacia la retórica borgeana.
    Lectores del mundo: Uníos: ¿Un lema de Piglia?. No sabemos. Ya no se siembran libros, se talan árboles.
    Chile presentará en un foro en el marco de la Feria porteña a Roberto Bolaño, estrella distante, para sorpresa de quien escribe esta nota. La fotografía, donde estoy retratado pertenece al stand de Chile, país invitado de la Feria Colombiana del Libro 2007 y la imagen de Bolaño brilló por su ausencia en ese espacio. El pago de Chile, país de chaqueteros (tirar para abajo) dijo el cineasta Raúl Ruiz, citando al poeta Waldo Rojas. Hubo, por esos días, una charla velocísima de un colombiano sobre la obra de Bolaño, mientras sus libros se vendían y eran buscados en la Feria. Bolaño, que era un escritor "duro", no daba ni pedía cuartel, se fue un 15 de julio hace casi cinco años, y en medio de una leyenda, el polvo de su cadáver se diseminó por el Mar Mediterráneo en una ceremonia vikinga, su última morada. Siempre dijo que su patria era la lengua. Lo consideraban español en Chile, solía recordar, no mexicano en Mèxico y tampoco español en España. La literatura universal es apátrida, he terminado por convencerme, un buen libro no tiene casi derecho de autor. Poco antes de morir, fue postulado al Premio Nacional de Literatura de Chile, pero el autor de 2666, no estaba en carrera. Lo que importa de Bolaño es su actitud frente a la vida, su obra, la visión crítica de país, su infatigable capacidad de lector alerta, su condición de latinoamericano, su irrupción en el escenario literario con una nueva mirada y propuesta. Bolaño, Trotskista-anarquista, hijo de un camionero boxeador, sin disimulo tira de la madeja literaria de Joyce, Borges, Kafka, Cortázar, Parra, y arma su propio camino. "Exige" un lector atento, interesado, comprometido, cómplice, y en eso se parece a Julio Cortázar. (La Feria de Buenos Aires y Piglia deberían apostar por un lector cómplice) Nadie puede negar que Bolaño dejó su hígado en la literatura, se la jugó. En ese sentido, un escritor de otro siglo. Sería interesante que Piglia, quien lo conoció por correspondencia y ha dado conferencias sobre su obra en Chile, lo invite a participar en su conferencia apertura de la Feria porteña. Es el escritor chileno más próximo a su pares argentinos: Borges, Cortázar, Marechal, Arlt, Piglia etc. Bolaño "ficcionó" su vida y transformó su literatura en universal.

 

Rolando Gabrielli
http://rolandogabrielli.blogspot.com/

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